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Vanessa Monfort, escritora: “No podemos pedir a nuestras madres que nos sigan criando de adultas”

La escritora Vanessa Montfort

Maialen Ferreira

Bilbao —
13 de diciembre de 2023 21:46 h

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Margarita es una madre sin cobertura emocional, incapaz de transmitirles afecto a sus hijos de manera efectiva; Ruth, una yonki del afecto y la aprobación materna. Elsa es una madre controladora, le cuesta distinguir dónde termina ella y dónde empieza su hija; Gabriel, un hijo dependiente de la dependencia de su madre. Todas ellas son algunas de las protagonistas de 'La hermandad de las malas hijas', la última novela de la escritora Vanessa Monfort (Barcelona, 1975).

A lo largo de la historia, con tintes de realidad y humor, las personajes tendrán que destapar un misterio a la vez que se conocen a ellas mismas y sus madres. Un viaje en el que deberán reconstruir la relación con sus progenitoras, aunque ello consista en cortar de una vez por todas el cordón umbilical. “Creo que la relación que tenían nuestras madres con nuestras abuelas no era tan conflictiva como la nuestra con nuestras madres. Y es curioso porque a nivel de pensamiento deberíamos estar más cerca, pero creo que la libertad que no han tenido y han querido para nosotras es duro para ellas. Debemos reconstruir la relación con nuestras madres ya como adultas, no podemos pedir a nuestras madres que nos sigan criando o que hagan cosas que no hicieron en su momento. Ellas también tienen que darse cuenta de que ya no somos aquel bebé que arropaban en sus brazos”, explica Monfort desde el otro lado del teléfono mientras toma un cappuccino en una cafetería de Roma, donde se encuentra de gira con su libro tras presentarlo en Bilbao y otras ciudades de España.

¿Qué es ser una mala hija?

No llegar a todo. Muchas personas de mi entorno tienen la sensación de no estar destinando el suficiente tiempo a sus padres y se han dado cuenta, de repente, que se han hecho mayores. Eso nos ha ocurrido a toda una generación. Somos una generación educada para buscar las posibilidades donde las hubiera. Nos han proporcionado idiomas y carreras y eso ha hecho que muchos de nosotras vivamos lejos de nuestros padres. Todo eso ha cambiado con nuestra generación en comparación con la de nuestros padres. Entonces, ahora que se han hecho mayores, todo eso que han querido para nosotras se les vuelve en contra sin querer. No tenemos tiempo ni para nosotras mismas y pretendemos tener tiempo de calidad para atender a sus demandas. Es una situación que se dificulta aún más cuando hay barreras geográficas de por medio. Muchas veces un viaje para ver cómo están es imposible porque el trabajo y la estresante vida no te lo permiten. Y lo vives siempre con culpa.

Se está trabajando en la conciliación familiar y laboral cuando se tienen hijos, pero ¿con los padres?

Es algo que no se habla mucho. Se habla de la conciliación de las madres para poder ser buenas madres. Por eso recalco en la novela que no todas somos madres, pero todas somos hijas. No estamos consiguiendo una conciliación entre el trabajo y el cuidado de nuestros mayores y es algo fundamental. No estoy hablando solamente de acompañarlos al médico, algo para lo que ni siquiera te dan un permiso, cuando para acompañar a tu hijo sí, estoy hablando de poder pasar un tiempo con ellos, poder moverte a su ciudad o pueblo para ver cómo están, para poder preguntarles cuáles son sus sueños o sus expectativas de vida, para poder estar presente en la última etapa que vamos a vivir con ellos. Es duro porque somos una generación que estamos siendo padres y madres mayores y somos hijos de madres y padres jóvenes, por lo que los cuidados de ambos nos coinciden en el tiempo.

Hay muchas personas que quieren ir a teletrabajar al lugar donde están sus raíces, acercarse a sus padres porque ven que se hacen mayores

¿Por qué en el libro se centra en las historias de madres e hijas?

El cuidado de los padres normalmente sigue recayendo en las hijas, cuando las hay, aunque cada vez hay más hombres que se ocupan de las personas mayores. Lo he centrado más en la mujer, aunque también hay un protagonista hombre, porque considero interesante ver qué ha ocurrido entre esas dos generaciones de mujeres. Creo que la relación que tenían nuestras madres con nuestras abuelas no era tan conflictiva como la nuestra con nuestras madres. Y es curioso porque a nivel de pensamiento deberíamos estar más cerca, pero creo que la libertad que no han tenido y han querido para nosotras es duro para ellas. Debemos reconstruir la relación con nuestras madres ya como adultas, no podemos pedir a nuestras madres que nos sigan criando o que hagan cosas que no hicieron en su momento. Ellas también tienen que darse cuenta de que ya no somos aquel bebé que arropaban en sus brazos.

¿Por qué es tan complicado reconstruir la relación con nuestras madres ya como adultas que tienen que adaptarse a sus nuevos roles?

Porque no hay suficiente diálogo, puede que por falta de tiempo. A veces nos vemos solamente para fiestas familiares, cuando estamos más atareadas en ver cómo está el pollo que en conocer nuestros sueños o frustraciones. Tenemos muy poco tiempo para la vida en general. Por eso hay muchas personas que quieren ir a teletrabajar al lugar donde están sus raíces, acercarse a sus padres porque ven que se hacen mayores. Se plantean volver aunque cobren la mitad solo para estar cerca de ellos y poder cuidarlos.

Me gustaría que este libro fuera un regalo de madres a hijas y de hijas a madres, que se diviertan conociéndose las unas a las otras

Una de las protagonistas, Ágata, es una madre que reconoce que nunca quiso serlo. ¿Qué les empujaba, sobre todo a esa generación, a ser madres cuando no querían serlo?

La falta de planificación familiar. Se quedaban embarazadas y ya, y muchas veces el hombre las dejaba o ya estaba casado y tenía otra familia. Hoy en día ser madre soltera es percibido como una heroicidad, pero hace 15 o 20 años, era algo muy raro, para muchos hasta una lacra, estaba muy mal visto. Ha cambiado mucho la percepción. Otras lo fueron por convención social, porque tocaba y estaba mal visto no ser madre.

¿Cuál es su objetivo con este libro?

Que los lectores se diviertan pensando. Cuando escribes una novela contemporánea sobre un tema social que te afecta, te sientes menos sola. Me parece bonito escribir sobre algo que creo que me pasa solo a mí y darme cuenta de que no es así, que le pasa a mucha gente. Es una novela muy crítica con las hijas, pero también con las madres. Eso sí, desde el amor y el humor. También hay un tema policíaco y algo de intriga. Quienes la han leído me han confesado que se lee muy rápido y está llena de sorpresas. Me gustaría que fuera un regalo de madres a hijas y de hijas a madres, que se diviertan conociéndose las unas a las otras.

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