Derecho a despertar

Agustín Muñoz Sanz, en su enjundioso “Marco Aurelio”, dice: “La fe de cada uno es patrimonio de cada cual. Un terreno inviolable, como las fronteras de Roma…” No sé si hoy el emperador se atrevería a decir lo mismo respecto a las fronteras de Hispania. En la “piel de toro” están tirando de todos sus extremos y parecen más organizadas las fuerzas para desmembrar que las de permanecer unidos. Artur Mas tiene el baile de San Vito y Rajoy óxido en todas sus bisagras. Uno no para, va a piñón fijo y el otro que no arranca, parece que pedalea con palos atravesados en las ruedas. Mas avanza, amaga y golpea, mientras Rajoy pestañea y niega, sin moverse, sin salir del baldosín…

Ahora, es justo reconocerlo, a su vuelta de China, “la estatua de Pascua” se ha mostrado más resolutivo y Consejo de Ministros, Consejo de Estado y Tribunal Constitucional se han reunido con celeridad para dar respuesta adecuada, frenando en 48 horas la baladronada de Mas, pero, casi al mismo tiempo, Rafael Catalá, el nuevo ministro de Justicia, catalán por más señas, se despacha -¿a título personal?- con que él es partidario de reformar la Constitución para que el nuevo texto recoja la singularidad de Cataluña. ¡Bueno, bueno, la burra vuelve al trigo! ¿Es que las otras comunidades no son singulares? Como nadie se va a estar quieto, habremos de reconocer, dentro de la singularidad autonómica, otras 19 “singularidades”, con lo que volveremos al “café para todos”, pero para peor, porque, ¿qué hay más allá de de un sistema autonómico que ha vaciado al Estado de casi todas las competencias? Solo fronteras y alambradas con concertinas, que acabarán desgarrando más a los que quieren salir que a los que desean entrar.

El caso es que Cataluña, tan laboriosa, emprendedora, industrializada y rica, lleva decenios con los fuegos de artificio, arruinando su presente y su futuro con el viaje a parte alguna de sus mandatarios, cogidos de los cataplines por una ERC que es la que marca las rutas, arruinando a todos los socios circunstanciales, mientras ella se catapulta en el electorado. Casi acabó con el PSC y prácticamente ha devorado a una otrora poderosa CIU que, entre los mangoneos trincones de los Pujol y los devaneos de este Mas obnubilado, puede incluso desaparecer, camino de una refundación que se avecina convulsiva. Si ellos reclaman el “derecho a decidir” nosotros tenemos “derecho a despertar”. Mala suerte han tenido los catalanes, pasando de las manos de un insaciable que creía que Cataluña estaba en su ombligo, a la de una marioneta cuyos hilos mueven desde ERC.

Implícitamente, el Tribunal Constitucional, al aceptar los recursos, suspende todo el proceso, pero los obstinados mantiene su desafío y amenazan con seguir su camino, al margen de una Constitución de la que se valen para estar donde están y como están, pero de la que pretenden cachondearse ruidosamente. Malo que nos quedemos en los cantos de sirena, fiándolo todo a las resoluciones judiciales, porque en el fondo lo que subyace es un problema político de difícil solución, porque, con el consentimiento cobarde de los diferentes gobiernos de España, Cataluña lleva treinta y cinco años adoctrinando desde las aulas para fomentar el odio y el separatismo.

Si sigue el desafío y para cumplir la suspensión cautelar del Tribunal Constitucional hay que recurrir a la policía autonómica, a la Policía Nacional, a la Guardia Civil o al Ejército, la confrontación puede superar cualquier previsión e incluso acelerar el proceso. Eso es precisamente lo que pretenden sus impulsores, que buscan a la desesperada una víctima. Entrar en Cataluña no es como entrar en la casa de un roba bolsos para detenerlo. Si se suspende la autonomía catalana el ánimo de secesión se incrementará y si se detiene a los culpables directos se les victimizará y haremos héroes a mastuerzos y sabandijas. Eso solo es posible en un estado fuerte y cohesionado. Y no es el caso. Agazapados detrás de las matas, y a verlas venir, se frotan las manos los vascos, gallegos, canarios, baleares… Yo no descarto presidir algún día la futura república independiente de Campillo de Llerena, mi pueblo.

Este y otros artículos de Tomás Martín Tamayo los puede leer en su blog 'Cuentos del día a día'