En la dehesa extremeña hay bisontes. Nueve para ser más exactos, que llegaron hace un mes en camión hasta la finca Campillito de Malpartida de Plasencia, por la que desde entonces se mueven a sus anchas entre jaras y encinas. La verdad es que choca que este animal salvaje en peligro de extinción se haya hecho hueco en Extremadura, en el entorno del Parque Nacional de Monfragüe, pero lo cierto es que ahí está gracias al empeño de una emprendedora familia agroganadera, que se ha propuesto colaborar en el gran propósito de sacar a esta especie del listado de riesgo de desaparición en el que se encuentra.
“El verano pasado en un viaje por Suiza los vimos al pie de la carretera y nos sorprendió muchísimo, pero no pudimos parar para enterarnos de por qué estaban allí”, cuenta Bárbara Rodríguez.
El caso es que se vinieron para España con los bisontes dándoles vueltas en la cabeza y, casualidades de esta vida, poco después cayó en sus manos una revista con una entrevista a Fernando Morán, el presidente de la Asociación Española para la Conservación del Bisonte Europeo. Como venía su número de teléfono le llamaron e iniciaron las gestiones para que los animales llegaran hasta Extremadura.
Lo hicieron finalmente el 12 de junio, dos machos y siete hembras que parecen haberse adaptado sin problema a las elevadas temperaturas de este achicharrante verano. Herbívoros, buscan alimento entre las retamas y las charcas, sin juntarse con otros animales de la explotación agroganadera en la que viven y a los que sí ven a través de las vallas.
La presencia de los bisontes en esta finca extremeña ha dado pie a crear rutas guiadas para que quienes lo deseen puedan ver de cerca al mamífero más grande de Europa. Además, se han acondicionado sitios estratégicos desde los que los amantes de la fotografía pueden capturar estupendas imágenes, al tiempo que se abre la explotación a investigadores y estudiosos que quieran analizar la adaptación de las reses al ecosistema de la dehesa. Cualquiera de estas opciones se puede solicitar ya.
Otra opción al alcance de quienes quieran colaborar en el mantenimiento de la especie es apadrinarlos haciendo una aportación económica, que da derecho a visitarlos con la familia una vez al año.
La máxima que defienden quienes se han embarcado en este propósito es que cuantos más bisontes haya y más repartidos estén, mejor se conseguirá mantener una especie que ha acompañado al hombre desde la prehistoria. Extremadura se une de esta manera a otros planes de recuperación puestos en marcha en España, en Asturias, Cantabria y Palencia principalmente, así que si de repente descubre un animal enorme pastando en la dehesa y le parece un bisonte, sepa que sí, que puede ser.