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Opinión

Conciencia social

Santiago Cambero River, profesor de Sociología, Universidad de Extremadura

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Si hace 20 años nos hubieran relatado las circunstancias extraordinarias de una crisis sanitaria provocada por un virus que colapsa hospitales, altera las formas de interacción social, paraliza la movilidad nacional e internacional y recluye en hogares,…, cualquiera hubiera preguntado por el título de ese próximo blockbuster. Sin embargo, es la realidad vivida desde hace meses a escala global cuando la OMS declaró la pandemia covid19. Un virus descubierto a principio de 2020 en China, cuando sus autoridades nos alertaban de su capacidad de contagio y letalidad. Entonces, los gobiernos de países como España iniciaron una carrera contrarreloj para contener la propagación del nuevo coronavirus, y hasta ahora en desescalada... Mientras tanto, surgen múltiples incertidumbres acompasadas por evidencias científicas refutables que aconsejan aprender a convivir con éste y otros virus emergentes.  

El siglo XXI está siendo convulso, pues en apenas dos décadas hubo varias crisis con efectos devastadores en distintos órdenes de las sociedades humanas. La primera fue el fatídico 11 de septiembre de 2001 cuando el corazón financiero de EEUU en New York City, era atacado por terroristas suicidas en aviones que impactaban en las conocidas “Torres Gemelas”, y que contemplamos en directo por televisión mientras almorzabamos, creyendo que se trataba del tráiler de una nueva producción cinematográfica yankee. A partir de ese día, sucedieron otros atentados yihadistas en países occidentales y no occidentales (India, Indonesia, Turquía, Reino Unido, Bélgica, Francia, Alemania, España…), y Al-Qaeda y Osama bin Laden formaron parte del vocabulario belicista de aquella crisis que puso en jaque la seguridad de la comunidad internacional durante años. 

La segunda crisis se inicia nuevamente en septiembre de 2008 y en EEUU, cuando el banco de inversión Lehman Brothers solicita protección crediticia a la Reserva Federal, y a continuación las hipotecas subprime afectan al sistema financiero estadounidense con un profundo déficit de liquidez que se propaga mundialmente con especial incidencia en los bancos europeos que perdían valor bursátil… En esta ocasión era una crisis económica con fuerte impacto social, que obligó a las impopulares políticas de austeridad basadas en la reducción del gasto público con los problemas sociales asociados en países como Grecia, Irlanda, España y Portugal. Aún recuerdo el recelo de la sociedad lusa hacia os homens de preto que controlaban la administración portuguesa por encargo de la “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). ¡Años durísimos!

Esta cronología de coyunturas de crisis durante este siglo evidencian la vulnerabilidad de la especie humana, como generadora de depresiones por factores endógenos en lo económico, seguridad, y ahora, sanitario. De modo que hemos padecido otras pandemias causadas por virus que afectaron gravemente a la salud social, y como occidentales diría que a la propia salud democrática. Hoy, observamos con preocupación el (re)surgimiento de movimientos negacionistas, supremacistas, populistas y ultranacionalistas que gobiernan patrióticamente despreciando el globalismo.

Ante este contexto geopolítico cambiante en la era Poscovid19, cuestiono: ¿Serán las próximas crisis ecológica o tecnológica con gravedad para la vida humana? ¿Qué “vacuna” deberíamos inocularnos para prevenir posibles crisis? 

Desde mi posición de observador glocal, reuniendo elementos de la realidad global y locales, sugiero conciencia social más que nunca, entendido como el conocimiento reflexivo de la realidad y la acción transformadora de las situaciones de injusticia social para la gestión de las inseguridades. Es necesario reforzar el sistema inmunológico como especie humana frente a pandemias, epidemias y endemias en la sociedad del riesgo -que diría Ulrich Beck-, con cifras crecientes de millones de personas vulnerables, sin recursos personológicos ni materiales en el planeta. Así, la globalización tiene ventajas y desventajas, hasta ahora distribuida entre quienes habitan en los hemisferios Norte-Sur.

Esa conciencia social combinada con dosis de evidencias científicas y de ética humanista, resultarían aritméticamente perfecta para afrontar los retos de la humanidad. Cualquiera es consciente de la incidencia asimétrica del impacto pandémico en determinados grupos sociales en función de sus condiciones de vida previas. Y es que a pesar de esas adversidades, pueden derribarse barreras de desigualdad mediante la construcción de puentes que cierren brechas sociales que se magnifican durante el confinamiento, y que aumentaron su coste entre los colectivos social y económicamente más débiles.

Desde una visión local focalizada en España, esta crisis sanitaria rememora aquellos problemas estructurales que pueden perpetuarse en la sociedad Poscovid19. Este cambio de época requiere que el gobierno junto a la sociedad civil adopte medidas inteligentes y proactivas para erradicar determinadas patologías sociales, como resumo a continuación. Primeramente, una reforma laboral que frene las cifras de trabajadores pobres en uno de los países menos productivo de la Eurozona, donde crece la deslocalización de empresas multinacionales que despide masivamente y sin garantías de reincorporación profesional a partir de los 45 años. Por otro lado, una reforma educativa que actualice las metodologías didácticas y el currículum con contenidos adaptados a los nuevos empleos de la economía del bien común, desde la equidad educativa para evitar los altos índices de repetición y de abandono escolar. 

En otro orden, nuestro gobierno debería plantearse la regularización de personas que pretendan convivir en igualdad en nuestras ciudades y pueblos, aportando capital humano para afrontar retos, como el demográfico. En ese sentido, la extensión de derechos civiles es clave para la sociedad del bienestar donde el ingreso mínimo vital erradique la fractura de la pobreza extrema junto a otras políticas de cohesión social.

En la era PosCOVID-19 la transformación digital para crear entornos telematizados para el trabajo, la medicina o la formación serán imprescindibles para progresar como e-sociedad, debiendo mejorar las habilidades tecnológicas en un país con brecha digital por escasa alfabetización y conectividad. Refiriéndome a brechas, una sociedad inclusiva cuenta con todas las capacidades personales, sin distinción alguna de etnia, género, edad u otra condición. Racismo, machismo, edadismo,…, debieran reemplazarse por principios y valores democráticos desde esa conciencia social. No hay más opción para la reconstrucción de un país como España, a partir de una alianza institucional-cívica que fortalezca nuestro sistema democrático focalizado en el bienestar general con mirada estratégica hacia el crecimiento y el desarrollo sostenible.