En estos días por la fértil comarca agraria de Tierra de Barros vuelven a verse los esportones en fila ante los almacenes de compradores de lo que se queda en el campo. Hace un par de meses era el rebusco de la uva, que se frustró por una campaña gubernativa, Guardia Civil de por medio, para impedir la actividad habitual, pero ahora con los fríos de diciembre los ‘rebusqueros’ han reanudado la recogida, esta vez de la aceituna y de momento con mejor suerte.
Lo pasado, pasado está, pero el daño también queda hecho. “Ahí se quedaron tirados en el campo, pudriéndose, veinte millones de euros”, reprocha desde su nave en Villafranca de los Barros Rosendo Merino, uno de los almacenistas que en temporada, durante cinco meses entre octubre y marzo, recibe en su instalación a esos jornaleros, parados, jubilados, e incluso pequeños agricultores que encuentran en el rebusco un complemento, o toda su renta económica.
Se trata de una actividad alegal, ancestral y con varios siglos, para aprovechar los restos de cosecha; lo que por su calidad, o también a veces por su bajo precio, al agricultor no le merece la pena recoger.
Por su características no hay datos ciertos, pero se estima en no menos de 3.000 las familias que en estos meses, terminada la vendimia oficial, se dedican a esta otra con la que un buen bracero puede reunir en una jornada hasta 300 kilos de uva, por la que le pagan los almacenistas compradores entre 25 y 30 euros.
Este año se frustró el rebusco de la uva por esas medidas gubernativas, al calor de la denuncia que algunos agricultores hicieron sobre la llegada de ‘especialistas industriales’ en recoger restos de cosecha, que por su ritmo de trabajo no respetaban las explotaciones y hacían mucho daño a la viña o el olivar.
Para Rosendo Merino, comprador en Villafranca de los Barros, ha sido un desastre, una ruina “para todos” porque al final se quedaron el campo según sus cálculos el equivalente a 20 millones de euros –prácticamente los rebusqueros no vendieron nada porque los compradores cerraron por la presencia o temor a la Guardia Civil--.
“Todo eso se ha quedado tirado en el campo, y cuánta gente habría comido de ahí”. Del rebusco no vive sólo el ‘rebusquero’, sino que ese aprovechamiento tan social como ecológico le proporciona unas rentas que luego reparte, subraya Merino, entre todo el mundo ya que así las familias pueden gastar en supermercados, gasolineras, pueden pagar tranquilamente la luz y el agua… “Todo el mundo come de ahí”.
Aceituna hasta marzo
A finales de noviembre ha empezado la segunda campaña de rebusco, la de aceituna, primero de mesa y luego de molino (aceite), sin que de momento se estén produciendo problemas; los almacenes han vuelto a abrir, y a comprar a la legión de ‘rebusqueros’ que continuarán exprimiendo el fruto del olivar hasta finales de febrero o principios de marzo por esta comarca extremeña de los Barros.
Eso sí, esta vez a todo vendedor se le toma nota del dni y matrícula del vehículo en el que trae la mercancía, y con esos datos, y alguno más, la Guardia Civil, que sólo recibe órdenes, se da por satisfecha.
“Si quieren regularlo que lo regulen”, no pone inconvenientes Rosendo Merino, “pero que quede claro que aquí robos hay pocos, y el que haga daño, que lo pague. Yo tengo cincuenta y cuatro años y siempre he conocido esto, a mi padre, a mi abuelo”. ¿Entonces por qué pasó lo de la uva? “Esos son cuatro terratenientes que no quieren comer nada más que ellos y que no coma nadie, y tener mano de obra barata”.