“Te despiertas una mañana y te das cuenta de que tienes a 11 personas acogidas en tu casa de alquiler, tus hijos en paro y una pensión que no da para alimentar a todos, pagar facturas, luz, agua…”. Este es el relato de Jesús y Elvira, de 67 y 69 años, respectivamente. Su vida sería la de unos jubilados normales, rodeados de la familia y viendo a los nietos crecer, si no fuera porque son ‘okupas’.
A su edad, y tras toda la vida de trabajo, no ha resultado fácil tomar una decisión así en Almendralejo, una localidad de algo más de 35.000 habitantes donde todo el mundo se conoce y en la que, según comentan, hay familias que no piden ayuda por vergüenza. Llevados por la necesidad dieron el paso y se unieron a la ‘Corrala Solidaridad’.
A Elvira, de aspecto jovial, no le tiembla la voz al reconocer que su visión sobre los ‘okupas’ ha cambiado radicalmente. Ahora volvería a ocupar una vivienda si los desahucian de la corrala y la situación familiar no mejora.
Una docena de familias ocupa en la actualidad uno de los bloques del Residencial Ruta de la Plata de Almendralejo, situado en una calle céntrica de la localidad. La corrala se formó el pasado mes de enero y no tienen intención de marcharse. Piden al Ayuntamiento que expropie las viviendas, propiedad de una entidad bancaria, y establezca un alquiler social.
10 euros al mes de gastos
La ‘Corrala Solidaridad’ está conformada por 45 pisos y cada núcleo familiar ha ocupado uno diferente. Así se ha conformado una comunidad de vecinos inusual en el barrio. No pagan dinero por las viviendas aunque sí hay gastos comunes: 10 euros mensuales para pagar los que se generan en la corrala.
La convivencia transcurre en torno a un patio interior conformado por cinco bloques, algunos de ellos anunciados en su día como viviendas de lujo, y que llevaban años abandonados.
La vida en su interior es lo más parecido a una de esas antiguas corralas populares de vecinos, caracterizadas por el trasiego constante de niños jugando y vecinos tomando la ‘fresca’. Los patios permanecen inundados por los juegos y el griterío de los 11 niños que en la actualidad conviven allí.
El aspecto exterior de las viviendas, en la calle Ganaderos de Almendralejo, números 8 y 10, pasaría desapercibido si no fuera porque varias pancartas de grandes dimensiones anuncian al visitante que se encuentra ante viviendas ocupadas, con lemas como “Gente sin casas, casas sin gentes” o “No queremos pisos gratis, queremos un alquiler social”.
Cada familia ha rehabilitado su inmueble debido al mal estado que presentaban cuando llegaron, según afirman. De hecho los vecinos de la corrala no se definen como ‘okupas’, sino como “rehabilitadores” de una promoción de viviendas “abandonadas” desde el año 2009, y que ahora están “transformando tras años de expolio y olvido”.
Cuatro generaciones
Por los pasillos de la corrala transitan cuatro generaciones diferentes, con edades comprendidas entre los cuatro meses de vida hasta los 69. A todas estas personas les une una historia marcada por el desempleo y la precariedad.
Parte de sus habitantes son desempleados de larga duración procedentes del mundo de la construcción y trabajos afines. Tras varios años buscando empleo sin éxito pasaron de tener un sueldo holgado a depender de la ayuda del subsidio por desempleo en el mejor de los casos. Ahora no han podido hacer frente al pago de su hipoteca. Otros llevan sumergidos en una crisis permanente desde hace años, incluso antes de 2007.
Las paredes de la corrala también albergan casos de madres separadas que viven allí con sus hijos, a la espera del cobro de la renta básica o percibiendo un subsidio.
“Hemos aprendido a recibir la luz de un grupo electrógeno y a beber agua embotellada”, comenta Yolanda, una mujer de 34 años separada de su pareja que vive aquí con sus dos hijos, de 7 y 9 años, y dos pequeños gatos. Yolanda, desempleada, cobra un subsidio de 400 euros y se enfrenta a la ejecución hipotecaria del piso que compró años atrás, ante la imposibilidad de hacer frente al pago del mismo.
Esta mujer mira con mimo a sus hijos, que rebuscan entre las estanterías del salón un nuevo juego para el ordenador. Su dedicación maternal queda patente en el cuidado de la casa, completamente rehabilitada y amueblada con mesas, sofás, estanterías y camas. No le falta ningún detalle.
Tras varios meses de mudanza, muchos de los moradores de la corrala han transformado los muros grises, grietas y cuadros de luces arrancados en una auténtica vivienda familiar, parecida a la de cualquier parroquiano de a pie.
Algo que resulta normal si tenemos en cuenta que muchos de ellos han sido desahuciados y han trasladado sus enseres personales a la corrala. “Siempre estamos pendientes de los contenedores, ante cualquier mueble abandonado, para recogerlo y ayudar al resto de vecinos”, comenta Yolanda.
Propiedad bancaria
Según han explicado estos vecinos, los pisos son propiedad de Caja Duero, entidad con la que han mantenido un permanente contacto, y la Sareb. Fuentes del Ayuntamiento de Almendralejo han confirmado a eldiario.es Extremadura que se trata de viviendas privadas, propiedad de una entidad bancaria, así como que no se ha presentado denuncia tras la ocupación. De este modo se trata de un asunto entre “particulares” (los vecinos que han ocupado las viviendas y la entidad bancaria).
No obstante, cinco de los inquilinos de la corrala fueron a declarar el pasado mes de junio ante el Juzgado de Instrucción Número 3 de Almendralejo por un supuesto delito de usurpación de la propiedad privada y se encuentran a la espera de que el juez se pronuncie.
A preguntas de este periódico, el Consistorio informa que no ha habido desórdenes u otros altercados que hayan obligado a actuar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, en la corrala o las calles aledañas hasta el momento.
“Si no me dan una vivienda social, ¿qué hago?”
Los vecinos de la corrala hacen hincapié en que han decidido ocupar después de llevar años esperando a que les adjudiquen una vivienda social. De hecho, la mayoría de ellos se conocieron en el último sorteo de 21 viviendas públicas, de donde se fueron sin que la diosa Fortuna les sonriera.
Este es el caso de Mari, una joven de 27 años con dos niños a su cargo que, según indica, lleva diez años esperando a que les concedan una vivienda. Sin empleo, y tras pasar un tiempo en casa de sus suegros, decidió trasladarse con su pareja y sus dos hijos –ambos menores— a la corrala, donde afirma sentirse arropada y a gusto.
“No nos dan una solución. Me dicen que espere a un nuevo sorteo de viviendas sociales y nada más. No nos ha quedado otra”, añade con resignación, al tiempo que critica que ha acudido en numerosas ocasiones a los servicios sociales de la localidad sin éxito.
El alcalde, en contacto con ellos
Por parte del ayuntamiento se confirma que varias de estas familias habían acudido a los Servicios Sociales de base antes de entrar en la corrala y que el alcalde, José García Lobato, ha recibido a los miembros de la corrala y desde la alcaldía se mantiene el contacto con ellos.
“Nosotros les hemos dicho que hay otras ayudas y mecanismos a los que pueden acudir, destinados a personas que no pueden pagar una vivienda, el agua y la luz, previo informe de los servicios sociales”, según se replica desde el ayuntamiento.
De hecho, según indica, se ha puesto encima de la mesa una ayuda de 200.000 euros para cubrir las necesidades de los vecinos, aparte de Cáritas y el Economato Social, también a su disposición, añaden las fuentes municipales.
“Dentro de la legalidad estamos dispuestos a dialogar, aunque nos parece excesivo una expropiación como piden los vecinos”, añade el Ayuntamiento, que añade que, si se necesitan más viviendas sociales, se lo trasladarán al Ejecutivo autonómico.
En las tardes de verano la vida transcurre con calma y a la algarabía propia de los juegos infantiles se unen las conversaciones de los vecinos, que charlan en corro mientras comparten un rato de risas y alguna que otra confesión.
Durante la tarde los miembros de la corrala reciben a amigos y visitantes en los patios en círculo, algo habitual desde que entraron en las viviendas y empezaron a tomar todas y cada una de las decisiones en asamblea.
Las cuestiones de logística y otra índole pasan una vez por semana por la asamblea, un círculo en que se decide si puede entrar un nuevo inquilino a habitar alguna de las viviendas vacías. La asamblea también ha tomado la palabra para invitar en alguna ocasión a algunos de sus moradores a que abandone la corrala.
Existen una serie de normas básicas, entre las que se encuentra la prohibición de armar “escándalos” en su interior o el ‘trapicheo’ de sustancias ilegales. Al mismo tiempo se evita la presencia de personas con antecedentes, o “problemáticas”, con el objetivo de salvaguardar el bienestar de los menores y de los propios vecinos, añaden.
Los vecinos de la corrala insisten en que se trata de un movimiento social y, como tal, es necesaria la colaboración de las personas que quieren entrar en la corrala. Así los interesados en unirse pasan por un periodo de “prueba” en el que pasan a participar en el cuidado de las instalaciones. También debenimplicarse en el resto de protestas que protagonizan los miembros de la corrala, junto a otros colectivos del municipio, para exigir un alquiler social para las viviendas.
“Esto no es una secta, pero si es cuestión de concienciar y de colaborar en las labores diarias. Los demás no te van a resolver la vida”, comenta Jorge, un activista que no habita en la corrala, pero que acude casi a diario a apoyar este proyecto.
Según comenta Jorge, en la corrala “no quiere vivir gratis nadie” y quieren pagar un alquiler, “pero en base a sus propias necesidades”. Por ello vislumbran la ocupación como una medida “provisional”, a la espera de que les concedan un alquiler social en las propias viviendas que ocupan.
José María, otro de los vecinos --desahuciado de su casa, parado y con dos hijos-- toma la palabra con el anhelo de que también les concedan un alquiler social. Por este motivo han escrito una carta al Defensor del Pueblo y han pedido tanto al ayuntamiento como a la Junta de Extremadura que actúen de intermediarios con las entidades propietarias.
Son conscientes del final que tuvieron las viviendas ocupadas en la urbanización ‘El Álamo’ de Mérida, que fueron abandonadas por sus usuarios después de que 12 personas fueran citadas a declarar ante el Juzgado de Instrucción Número 1 de la capital extremeña por un supuesto delito de apropiación indebida de los pisos, hasta entonces deshabitados.
En este sentido, consideran que el tiempo les da la razón, tras casi nueve meses de funcionamiento de corrala y por el hecho, según comentan, de que el trato con los vecinos de las calles aledañas es “cordial”. Reconocen que la población de Almendralejo está dividida, con la presencia de vecinos que no aprueban que hayan entrado en una propiedad privada, y vivan sin pagar un alquiler; frente a otros que aplauden su gesto.