El editor, bibliófilo y poeta, Abelardo Linares (Sevilla, 1952) domina tanto las distancias cortas en la lectura, que considera un acto íntimo y personal, como la relación con cantidades masivas de libros que atesora en sus almacenes de librero de viejo. Fue el fundador de la conocida editorial Renacimiento y ha estado en Badajoz para leer sus poemas ante los estudiantes y el público que frecuentan el Aula Díez-Canedo.
De sus hazañas como librero se destaca siempre aquella ocasión en que compró en Nueva York más de un millón de libros a la viuda del emigrante y bibliófilo gallego Eliseo Torres. Para pagarlos, trabajó gratis durante un año y vendió en Norteamérica un 20% aproximadamente de la colección de Torres y el resto, 250 toneladas de libros, los embarcó en contenedores con rumbo a nuestro país. Todo el mundo le conoce, y a él parece complacerle, como “el hombre del millón de libros”. Un libro que concibe como algo más que un producto temporal y que aspira a que siga siendo relevante para los lectores aunque pasen los años.
-De lo del millón de libros hace ya 20 años. Aquello ¿fue una idea romántica o una idea empresarial genial?
-Yo he ido más de cien veces a América y he comprado bibliotecas desde Chile hasta EE.UU. Lo de Nueva York fue una cosa porque yo estaba allí y de otra forma habría sido más complicado. Pero como aventura y como negocio, estuvo muy bien.
-Un año de trabajo parece poco para comprar esa maravilla, tantos libros, tantas ideas, tantas horas de lectura.
-En realidad se trataba de gestionar la librería durante un año y vender una parte. Yo vendí ciento cincuenta mil o doscientos mil libros en EE.UU. a bibliotecas o libreros que venían de otras partes de América y luego me llevé lo que quedaba. Para mí, el negocio estaba en amortizar la compra y traerme a España cientos de miles de libros que aquí no eran fáciles de encontrar.
-De aquellos cientos de miles de libros ¿cuál fue el que más le gustó?
-Aquello era una librería general pero también era librería de viejo. Eliseo Torres había comprado bibliotecas importantes como la de Ángel Balbuena Prat, que era un crítico literario o la de Waldo Frank que viajó mucho por América y por toda España. También había un autor que yo aprecio, Edgar Neville y allí estaba su primer libro dedicado a Waldo Frank. Había multitud de libros que yo me quedé para mi biblioteca personal.
Vicio de leer
-Ahora mismo está instalada en Badajoz una feria de libros de viejo. No sé si usted compra al pormenor o sólo lo hace en grandes cantidades.
-Es por vicio. Ayer he comprado en Badajoz tres libros, uno de los cuales he estado leyendo. Es una reedición de Margarita Nelken que es una mujer que fue crítica de arte, novelista y cuentista. Muy interesante. Compro por matar el gusanillo del vicio de los libros.
-Sus colegas le ofrecerán cosas, supongo.
-Compro mucho a colegas por internet, porque en el libro hay muchas cosas que han mejorado y han empeorado en los últimos treinta años. Casi todo ha empeorado, pero alguna cosa ha ido a mejor y es que he podido comprar algún libro en Nueva Zelanda o en la India. Compro mucho en Inglaterra, en Francia o Italia. Lo bueno es que se puede comprar cualquier libro en casi cualquier lugar del mundo y en unos días lo tiene uno en casa.
-Cuando se le ve en Youtube pasear por entre los anaqueles de libros de su almacén una no puede por menos que acordarse de los almacenes de Amazon, con la diferencia que a usted se le ve colocar los libros con su portada al descubierto y con cierto cariño, mientras que en Amazon solo vemos los paquetes que nos dicen que son libros pero que nunca vemos.
-Amazon en algún sentido ha sido positiva, por ejemplo para el señor que la creó, pero ya serían discutibles los efectos que haya tenido en la cultura. El hecho de que corramos el peligro de que Amazon se convierta en monopolística y controle el negocio del libro puede tener efectos perversos aunque sea muy bueno para su dueño.
Libros de fondo
-Manuel Rodríguez Rivero, el crítico de libros de Babelia, lleva toda la crisis diciendo que los editores españoles siguen editando una cantidad ingente de libros como si la crisis no existiera, aunque quizá en el último año el número de ediciones ha sido menor. ¿No son ustedes conscientes de la crisis?
-Es que no tiene nada que ver. Yo el año pasado he publicado 133 libros, más que nunca, pero obviamente publico cantidades mucho más pequeñas. Lo que yo vendo en un año, como todos los pequeños editores, es lo que vende un best-seller de cualquier editorial mediana. Lo que pasa es que el best-seller es un libro del que ahora habla todo el mundo y cuesta 20 euros y mañana nadie sabe quién es el autor y no vale un euro siquiera. Pero hay un libro más de fondo. Las pequeñas editoriales editamos un libro que tiene un recorrido mayor, que interesa a menos gente pero que les interesa realmente. La persona que compra las memorias de Carmen Bazán, la madre de Jesulín de Ubrique, lo hace pero hojearlas, pero no es un libro que vaya a hacer biblioteca y quizá dentro de veinte años no sirva de nada haber publicado ese libro.
-¿Qué tirada tienen los libros de poesía que edita?
-La tirada suele estar entre cien y quinientos ejemplares. Cuando empecé como editor, vender trescientos o cuatrocientos ejemplares de un poeta nuevo era razonable y fácil. Pero hoy en día, un poeta nuevo y joven, por muy bueno que sea, tiene complicado vender más de cien ejemplares.
-¿Su función como editor ha ocultado su propia obra poética?
-Yo no he dado mucha importancia a mi propia obra poética y creo que los demás, con mucha sensatez, tampoco. Me divierte más editar que escribir. Me gusta más leer y defender lo que leo que lo que haya podido escribir.
Lecturas personales
-En sus primeros libros de poesía hay una cadencia de siete o diez años entre unos y otros, pero en los últimos años se aprecia que escribe menos.
-Ahora no escribo nada. Pasan los años... y de escribir, nada, precisamente porque se escribe demasiado y hay tantas cosas que admiro y poetas desconocidos de los que nadie se acuerda que me doy cuenta de que ésta es una cosa que me gusta pero no tiene demasiada importancia. Seguro que dentro de cincuenta mil años nadie se acuerda de nada de esto.
-¿Qué sentido concede a venir a leer ante un grupo de gente joven, de esos que se dice que se bastan con el teléfono y la tablet y que no leen?
-Algo de sorpresa y desconcierto. La lectura es algo muy íntimo y personal, no algo social. Leer es una faceta de la intimidad, como querer o como la amistad y otras muchas cosas importantes. Es muy difícil saber la incidencia que tiene una lectura pública en un posible lector.
-¿Ha seleccionado los poemas del cuadernillo que entrega el Aula Díaz-Canedo?
-Lo ha hecho mi hija. A mí no me gusta leerme.
-¿Con qué criterios lo ha hecho?
-Ni idea, pero será con buena intención, que le presupongo porque es mi hija. A mí me resulta fastidioso leerme y he preferido que lo haga ella.
-¿Le sucederá su hija en su tarea con los libros?
-A ella le gustan los libros y me ayuda en la editorial. Leer es algo que tiene que ver con la curiosidad y la generosidad de estar abierto hacia afuera y eso va a existir siempre. Creo que la postura de estar abierto a la lectura va a ser eterna, aunque ahora tienen mucho prestigio la moda o el éxito, muchas cosas que yo creo que no tienen mucha importancia aunque momentáneamente se les dé.