Cayetana Guillén Cuervo eleva una oda a la diversidad y al amor con “Pandataria”

Salvador Vallejo Caballero / Efe

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Con solo cinco años de edad, Cayetana Guillén Cuervo se subió al escenario del Teatro Romano de Mérida para impregnarse de “las huellas” y “el legado” de sus padres, Fernando Guillén y Gemma Cuervo. Ahora, a sus 49 años, recae sobre sus hombros la obra “Pandataria”, una oda a la diversidad y al amor.

Es la cuarta vez que pisa el histórico escenario emeritense, “uno de los escenarios más importantes del mundo”, afirma la también presidenta de la Academia de las Artes Escénicas, quien está “enamorada” de este nuevo proyecto que, bajo la dirección de Chevi Muraday, aúna danza, dramaturgia y rap.

De hecho, define “Pandataria” como su apuesta “más importante en las artes escénicas”, una pieza -afirma- de “extrema dificultad”, ecléctica, que aúna distintas disciplinas artísticas en un mensaje rotundo de inclusión y diversidad.

No se detiene ahí a la hora de trasladar elogios. El texto, de Laila Ripoll, “una de nuestras mejores dramaturgas”, es de un “nivel intelectual” enorme, “a la altura” de piezas de Jean-Paul Sartre, filósofo y novelista francés.

'Pandataria', un reto exigente

Su madre, confiesa, lloraba de forma “inconsolable” al revisar a los clásicos, desde donde parte esta obra y que transcurre a través de una viaje multidisciplinar hasta la Segunda Guerra Mundial, con un claro guiño hacia Ursula Hirschmann, activista judía que inició su lucha contra el fascismo en la isla italiana de Ventotene, conocida como “Pandataria” en la Antigüedad.

Este pequeño islote, de poco más de 1,5 kilómetros cuadrados, fue utilizado como lugar destierro y exilio durante la Antigua Roma, pero también durante la Italia de Mussolin, para quienes no comulgaban con las directrices y preceptos. 

Hasta allí eran trasladadas las personas adulteras y conspiradoras, las que se oponían, las que defendían los derechos y las libertades, como Eugenio Colorni (esposo de Ursula), quien junto a Altiero Spinelli y Ernesto Rossi escribieron en 1941 el denominado “Manifiesto de Ventotene por una Europa libre y unida”.

La obra, sostiene con orgullo, es “un grito a la diferencia, al abrazo a los demás, a intentar entender la razones de los otros” y una invitación al espectador a que se pregunte “qué puede hacer para comprender al otro y abrazar su diferencia”.

Por ello, su personaje tiene “mucho de Cayatena”. “Una oda al amor, la empatía, el entendimiento, la inclusión, la diversidad y la diferencia”. 

El propio Chevi Muraday, Elio Toffana, Basem Nahnouh, La Merce y Chus Western acompañan a la actriz en este viaje hacia y desde Pandataria, una isla-prisión plagada de gritos de libertad.

A su juicio, ya sea como actriz o como presentadora, “el amor, la vocación y el entusiasmo” son las claves del trabajo bien hecho. “Lo que quieres comunicar debe trascender”, sostiene.

Más allá de Pandataria

La también presentadora del programa “Versión española” reconoce sentirse orgullosa de su cargo como presidenta de la Academia de las Artes Escénicas, una responsabilidad que le exige trabajar “muchísimo” junto a su equipo en esa “necesidad constante de proteger y dignificar todas las profesiones”.

Durante su corta estancia en este cargo ha dado luz a los Premios Talía, un reconocimiento a profesionales de las artes escénicas, cuya primera edición se celebró el pasado marzo.

Este domingo, tercer y último día de función en Mérida, coincide con las elecciones generales y, pese a no querer pronunciarse sobre asuntos políticos, opina que la libertad de expresión y el derecho a la información son “claves” en nuestra constitución y que la censura “no tiene cabida”.

La carrera de la artista continuará con su papel de presentadora en 'Versión española' y 'Atención obras', y recientemente ha participado en una serie de ficción que no puede desvelar.