Han convertido su pasión en un modo de vida. Algunos son licenciados universitarios; entre ellos hay químicos, ingenieros, arqueólogos, expertos en marketing …Otros no tienen estudios. Les une que son amantes incondicionales de la cerveza y se han propuesto conseguir variedades diferentes a las que hay en un mercado inundado de producción comercial.
Son los productores de cerveza extremeños, un sector que crece como la espuma movido por el deseo de conseguir variedades artesanales y de calidad. En estos momentos hay nueve empresas en la región trabajando en este campo y no lo deben estar haciendo nada mal, porque algunas han conseguido en poco tiempo distinciones de reconocimiento tanto nacional como internacional.
“Quieren crear cervezas más complejas que las comerciales, con un abanico aromático y gustativo infinito que las convierta más que en un refresco en un alimento aplicable en gastronomía, que se pueda maridar de forma satisfactoria con distintos platos y produzcan un efecto sinérgico en el comensal”.
Quien habla con tanta devoción sobre esta labor es David Santos de Birrifactores de Extremadura, una asociación que ha nacido al hilo de este movimiento con el deseo de difundir la cultura cervecera, instruir sobre métodos de elaboración y materias primas y concienciar sobre un consumo responsable. Extremeños de toda la geografía regional forman parte de este grupo en el que no solo hay productores artesanales sino también profesionales, distribuidores, enólogos y simples amantes de la cerveza.
La afición es tal, que la región cuenta con dos eventos centrados exclusivamente en su promoción, el Cáceres Beer que se celebra en la capital del norte extremeño y el Buey de Birras con sede en Cabeza del Buey.
Además, cuentan con el respaldo de la propia Universidad de Extremadura que organiza paneles de cata en los que educar el olfato y el gusto y que tiene abiertos dos proyectos de investigación, uno sobre caracterización físico-química de las cervezas artesanales y otro sobre su actividad antioxidante y compuestos polifenólicos. Les apoya también el Gobierno regional que les ha concedido en algunos casos el sello Alimentos de Extremadura.
VISITAS, CATAS Y TALLERES
El afán de estos nuevos emprendedores por innovar les ha convertido en una especie de científicos. Es fácil imaginárselos con las narices entre cacharros, experimentando con maltas, lúpulos, levaduras y materias primas autóctonas para conseguir olores y sabores que les distingan de los demás.
Por el momento han envasado cervezas de bellota y cerezas, otras que se elaboran con miel de Fuenlabrada de los Montes y Hurdes, con arroz de las vegas del Guadiana, con higos y hasta con agua del río Jerte. Sus botellas se pueden encontrar dentro y fuera de las fronteras regionales, en bares, supermercados y tiendas especializadas que igual que ellos han decidido hacer una apuesta por la originalidad.
Tras esta producción hay empresas familiares, grupos de amigos e incluso empresarios de trayectoria más amplia que buscan nuevos nichos de mercado. Lejos de ser una moda pasajera, han llegado con intención de quedarse y seguir creciendo, por eso no se dedican solamente a producir sino que se empeñan de tal manera en la difusión de la cultura cervecera que organizan constantemente visitas guiadas por las fábricas, cursos de elaboración y talleres de cata tanto para los ya iniciados como para quienes no lo son.
Entre los últimos en incorporarse a este movimiento, en julio de este mismo año, están Nora Arrastia y Ainara Cano, dos amigas de toda la vida que empezaron haciendo sus cervezas en una cocina de Mérida y ya tienen en el mercado nacional su marca, La Loba. En diciembre volarán a Estados Unidos para crear cuatro cervezas conjuntas con otras microcerveceras americanas. La mercancía será comercializada allí, aunque tienen la intención de traerse las recetas para hacerlas en España.
“Todo empezó como una afición. Hacíamos cervezas y las dábamos a probar a colegas y familiares con aciertos y fracasos, hasta que surgió la idea de montar una fábrica”, cuenta Ainara.
Ponerla en marcha no ha sido posible aún, pero utilizan las instalaciones de otras cerveceras para elaborar su producto y harán lo propio en su aventura americana.
“Somos nómadas y eso nos da la libertad de fabricar donde queramos”.
UNA TRADICIÓN RETOMADA
Quienes sí tienen factoría propia en Zarza de Granadilla son Marcos Rubio y Alfonso Vallejo, dos jóvenes ingenieros agrónomos que están detrás de Cerex. Ahí es donde han dado vida a la primera cerveza sin gluten elaborada artesanalmente en España y a la primera ibérica de bellota del mundo. Empezaron a producir en junio del año pasado, después de que una Erasmus le concediera a Marcos el privilegio de conocer cómo trabajaban los artesanos de la cerveza en la región alemana de Baviera.
“En 2009 empezamos a perfilar el proyecto y en junio de 2013 empezamos a producir. La verdad es que en Extremadura el mercado se está moviendo bastante en poco tiempo y hay buen nivel”, asegura Vallejo.
La tradición no es nueva en la región, aunque sí es cierto que desapareció a finales de los 80 cuando cerró La Cruz del Campo en Mérida y tuvo lugar la absorción por parte de Heineken de El Águila, que en los 70 había comprado la también emeritense El Gavilán. Badajoz, Olivenza y Llerena también produjeron entre finales del XIX y mediados del XX.
Hay quien fija la vista mucho antes, en el siglo XVI, cuando Carlos V se trajo a Yuste a su propio maestro cervecero. De hecho, la Blomberg que Cerveza Artesanal del Oeste fabrica en Plasencia desde marzo de este año toma precisamente su nombre de Bárbara Blomberg, amante del Emperador con el que aseguran que compartió más de una birra.
Ha tenido que llegar el siglo XXI para que los nuevos emprendedores extremeños hagan revivir aquel poso con ánimo de emular destinos como Bélgica, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos en los que es fácil encontrar cientos de variedades. Además de los ya citados, los nuevos cerveceros extremeños son Sevebrau, Ballut, Jara, Soto, Arcadia y Marwan.
“En España siempre ha habido mucha cultura del vino y la gente lo elaboraba incluso en su casa. No ha pasado lo mismo con la cerveza, al contrario de lo que ha ocurrido en otros países. Sin embargo se ha producido un salto importante en favor de ella, motivado por el interés en conseguir sabores nuevos”, dice Carlos Rodríguez, de Artesanal del Oeste.
Interés por crear nuevas variedades y por convertir en negocio lo que para otros como ellos era una afición doméstica antes de la crisis. Es lo que hicieron Carlos y Jonatahan Coosen, dos de los socios de Blomberg, cuando vieron las pocas posibilidades que les ofrecía el sector fotovoltaico en el que trabajaban. Se les unió Juan Antonio García, prejubilado de banca, y entre los tres montaron su fábrica en Plasencia al pie del Jerte.
Iniciativas, en definitiva, que están haciendo que la cerveza extremeña suba como la espuma.