De forma minuciosa, con tinta negra, roja y azul, y en letra gótica, los monjes jerónimos del Monasterio de Guadalupe anotaron en un códice 244 milagros de los muchos atribuidos a su virgen entre 1412 y 1503, en uno de los períodos de más fervor peregrino hacia este santuario cacereño.
Hay testimonios de resurrecciones y curaciones y milagros relativos a endemoniados o a cautivos, en los que son protagonistas hombres, mujeres y niños, y personas de toda condición, como el rey Alfonso V de Portugal, que invocó a la virgen morena al verse morir.
“E fecho este voto acaeció cosa maravillosa, que luego -súbitamente e sin entrevalo- fue restituida la salud del rey”.
Tras una publicación parcial en una revista del monasterio a principios del siglo XX, a cargo de fray Isidoro Acemel, la investigadora María Eugenia Díaz Tena (Castuera -Badajoz-, 1978) los ha recopilado ahora por primera vez al completo en un libro, que incluye un estudio previo y una amplia bibliografía.
Guadalupe tiene documentados centenares de milagros entre 1412 y 1722, repartidos en nueve códices, pero el libro publicado por la Editora Regional de Extremadura sólo incluye los del primero, al abarcar el período más largo, casi un siglo, y por ser en el que más milagros se escrituraron.
Es también el más interesante por su rica encuadernación, en cuero labrado, y el único totalmente en pergamino, según explica Díaz Tena en una entrevista con Efe.
Los textos incluidos en este libro de casi 900 páginas, que parte de la tesis doctoral que hizo para la Universidad de Salamanca, son “documentos-monumentos”, según los define, que reflejan la sociedad y el contexto histórico de una época.
A su juicio, son además una muestra de dos formas de vivir la religión: la del pueblo y la de los clérigos, más racional.
Con una prosa directa y dramática, tenían por objeto la predicación, la lectura en el refectorio por su valor ejemplarizante y el entretenimiento de los invitados al monasterio, apunta la investigadora, pero también “propagandístico”, para fomentar las peregrinaciones.
“Aumentar la devoción a la Virgen de Guadalupe era, sin duda, una manera de aumentar la expansión jerónima”, afirma en el libro.
La fama que Guadalupe adquirió con los jerónimos atrajo a peregrinos de muchos rincones de Europa, se extendió al nuevo continente, y le granjeó el favor real desde Alfonso XI a los Reyes Católicos.
El peregrino Münzer hablaba en su libro de viajes de las “pingües rentas” de Guadalupe y las calculaba en 20.000 ducados anuales.
Tras su curación, el rey de Portugal, que defendía el derecho sucesorio de La Beltraneja a la corona de Castilla, peregrinó a Guadalupe y donó un portapaz de oro con muchas perlas y piedras preciosas que valía 500 castellanos.
La ofrenda habitual era el peso del peregrino en cera, ya que la iluminación del monasterio no era una cuestión baladí.
De los milagros del códice 1 hay “dos versiones”, ya que todos, salvo 14, se repiten en los otros tres medievales con un trato “menos dramático”, pero coincidentes en lo sustancial, dice Díaz Tena, doctora en Filología Hispánica afincada en Salamanca.
En 70 relatos se aparece la virgen, casi siempre de blanco y muy pocas veces con el niño en brazos; hay conversaciones con un demonio que “començó a dar grandes balidos e aullidos” y en las que participó un “clérigo exorzista”; e intervenciones sobrenaturales de animales, como el león, asociado a la figura de San Jerónimo.
El “milagro de cómo un honbre que dudava si avía paraíso, purgatorio e infierno” y “saliendo desta vida lo vido allá todo” está en la línea de los viajes al más allá de “La Divina Comedia” de Dante, según Díaz Tena, que en otro relato ve muchas similitudes con un episodio del “Libro del Buen Amor” del Arcipreste de Hita.
La transcripción ha sido conservadora con el texto original, pensado en los especialistas que quieran trabajar con él, ya que el códice no está digitalizado y su uso es restringido.
Este trabajo, además, le ha permitido descubrir ocho páginas del “Mammotrectus super Bibliam”, muy presente en las bibliotecas monásticas, que no se conservaba en Guadalupe.
La investigadora desvela que las hojas, que podrían corresponder a una copia del libro hecha en el siglo XV, estaban pegadas en las guardas de los otros códices de milagros para reforzar la encuadernación.