Allá por los inicios de la transición, año 1977, el presentador del telediario José Luís Uribarri dijo alto y claro a los televidentes que no confundieran su apellido con el de Ibárruri, que era el de la dirigente del partido comunista de España, Dolores. Por entonces se hacían chistes acerca de los peligrosos comunistas, y seguían recomendando no juntarse con “esa gente” a los españoles que se consideraran de bien. Después, poco tiempo después, se constató que los comunistas no eran bichos raros, que no se comían a los niños, que ante la adversidad demostraban altura de miras, eso que llaman sentido de Estado, que mostraban una serenidad encomiable ante hechos tan tremendos como la matanza de los abogados de Atocha, y que su acción de gobierno -bien directa, bien como coaligados- se regía por el cumplimiento estricto de las normas democráticamente establecidas.
En la pasada campaña electoral del 20D hemos oído por doquier cómo los candidatos de Podemos se esforzaban en poner datos sobre la mesa acerca de la buena gestión de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de su homóloga de Madrid, Manuela Carmena, e ídem de los alcaldes de Zaragoza y Cádiz, Xulio Ferreiro y José María González (Kichi), respectivamente. Pretendían demostrar que en las corporaciones gestionadas por ellos no había descalabros económicos, ni medidas antidemocráticas que conculcaran los principios constitucionales por los que nos regimos.
Tanto esfuerzo por parte de los dirigentes de Podemos y afines para presentar como normal lo que la ciudadanía había elegido con normalidad, nos trajo a la memoria el primer discurso televisivo del presidente Suárez, año 1976, cuando dijo aquello de: “Hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal”.
Resulta sorprendente que 40 años después de aquel discurso estemos inmersos en una suerte de cruzada que pretende convencer a la ciudadanía de que los podemistas son como aquellos comunistas come niños de 1976. Resulta patético escuchar a periodistas de Antena3 avergonzados de la información que trasladan sobre vídeos que vinculan a los podemistas con el chavismo. De los vomitivos comentarios de políticos y tertulianos acerca de sus vestimentas y demás, mejor no entrar. Y dejemos para la Fiscalía las amenazas de muerte a Íñigo Errejón, Carolina Vescansa y Rita Maestre del sin par Losantos.
No es preciso recordar que no es normal la corrupción, que no es normal que el partido que aspira a seguir gobernando España esté imputado, que no es normal que pretenda seguir gobernando tras el sufrimiento ocasionado a millones de españoles por sus políticas austericidas.
Lo normal debería ser que se abra paso a lo que la gente ha puesto su esperanza y depositado su confianza. No hubo inestabilidad con los comunistas, ni es cierto que la habrá con los podemistas ahora. Guárdense su inestabilidad.