“Cambiar todo para que nada cambie”. Parece que ese fuera el lema de campaña elegido esta vez por el señor Vara, tras escucharle en el Debate del Estado de la Región. Está claro que el señor Vara ya ha tocado la campana de inicio de la campaña electoral. ¿Y por qué digo que la principal conclusión que extraigo del mismo es esa célebre cita de Lampedusa? Pues porque Fernández Vara nos ha contado el cuento de la lechera, nos ha vendido una región idílica que existe solo en su cabeza, que no termina de hacerse nunca realidad y que seguirá condenando a Extremadura a estar subordinada a intereses ajenos a ella.
En esta ocasión, tengo que reconocerlo, el presidente Vara ha salido con más ímpetu y euforia que nunca. Algo positivo porque en estos tiempos convulsos y difíciles, se agradece que los líderes políticos tengan arrojo. Y también es de agradecer que el presidente de Extremadura se haya dado cuenta de las enormes potencialidades que tiene esta tierra. Parece, después de escucharle, que, por fin, ha comprendido que lo tenemos todo para ser los dueños de nuestro propio destino. Y digo, por fin, porque ya era hora tras 11 años ocupando el sillón de la Presidencia de la Junta.
Sin embargo, esas potencialidades que ha descubierto el señor Vara no sé si son las mismas que vemos el resto de extremeños y extremeñas. Él sigue fiándolo todo, porque hasta la fecha es el único plan que ha demostrado tener, a la llegada de grandes empresas, para que sean éstas las que den el impulso que Extremadura necesita. De hecho, ha llegado a decir en su discurso que ahora las empresas se interesan por nuestra tierra. ¿Y antes no? Antes, las grandes corporaciones venían a esta región a hacer jugosos beneficios y no para hacernos ningún favor. Y ahora, vienen a lo mismo, a llenarse los bolsillos a costa de expoliar nuestros recursos naturales.
No se ha dado cuenta el presidente que Extremadura merece mucho más que esto, que realmente son migajas. Extremadura es rica en recursos naturales, es la pila verde de Europa y es la despensa y pulmón de nuestro país. Y por tanto, tenemos que ser los extremeños y las extremeñas los que decidamos qué hacer, cómo producir y cómo transformar esa riqueza que tenemos. ¡Basta ya de sumisión y pleitesía a empresas que nos desangran y saquean!
Otra de las cuestiones que tengo que agradecer es que el presidente Vara haya reconocido que las recetas que hasta ahora se han aplicado no funcionan. Ya era hora también que se haya dado cuenta, después de que su partido haya gobernado nuestra región la mayor parte de los últimos 40 años.
Si ha comprendido que las políticas de siempre nos dejan los resultados de siempre, yo sigo preguntándome por qué en el pasado Debate nos planteó lo mismo de siempre. Quizás por inercia, por falta de iniciativa, de ideas innovadoras o, simplemente, porque está obnubilado por esas grandes empresas y sus promesas.
En lo que sí que estoy de acuerdo con Fernández Vara es que el momento es ahora. Que es el tiempo de Extremadura. Que nos sobra la ambición y coraje que él nos pedía a los extremeños y extremeñas, y que realmente quien tiene que creérselo es él. Creerse que en Extremadura se puede democratizar la producción eléctrica; que puede y debe transformar aquí sus recursos naturales; que puede liderar la transición energética a nivel europeo; que puede ofrecer oportunidades laborales a nuestros jóvenes y que puede ser una tierra rica y próspera.
Ambición y coraje, sí, pero no para beneficiar a los de siempre.