Las noticias de la campaña electoral se centran estos días en los líderes nacionales, los dirigentes de las comunidades y los alcaldes de las grandes ciudades. Pero la campaña para las elecciones municipales también se desarrolla en pequeñas localidades, en miles de pueblos a los que rara vez llega una comitiva política, una cámara o un micrófono.
Esta es la estampa de uno de esos pueblos que se juegan el futuro el 28 de mayo.
Nadie recuerda cuándo se celebró el último mitin en el pueblo desde que se recuperó la democracia. Entre el centenar de vecinos que llenan esta tarde la sala del edificio cultural de la plaza, algunos acuden por vez primera en su vida a una convocatoria de este tipo. Aquí los que siempre ganan las elecciones no explican sus propuestas de puerta en puerta ni desgranan su programa en un atril con micrófono, como está ocurriendo este año.
Estamos en Santa Cruz de la Sierra, Cáceres, un pueblo asentado al pie de la majestuosa Sierra de San Gregorio, a orillas de la A-5.
Un pueblo que puede ser paradigma de la evolución y los problemas de la comarca de Trujillo, a la que pertenece.
Desde la década de los 50-60, Santa Cruz ha perdido dos tercios de su población. Sus jóvenes emigraron a Euzkadi, a Cataluña o a Madrid buscando trabajo. Allí formaron sus familias, lejos de sus mayores. Se podría decir que estamos en la España vaciada, en una comarca con localidades de poco vecindario, pero no se puede decir que Santa Cruz es un pueblo vacío, porque entre sus 320 vecinos hay gente joven que no quiere marcharse: alrededor de 95 santacruceños tienen menos de 40 años. De ellos, treinta son menores de 15 años (datos del censo de enero de 2022)
Santa Cruz mantiene, por eso, su escuela unitaria. Sus críos no tienen que hacer kilómetros cada día para asistir a clase. “Cuando una escuela se cierra, el pueblo pierde posibilidades de sobrevivir”, dice en su presentación de campaña María José, la candidata que encabeza la lista socialista que ha compuesto con hombres y mujeres jóvenes y mayores de la localidad.
María José llegó a este pueblo, precisamente, destinada a la escuela local. Venía desde la Siberia extremeña, donde nació, con sus dos niñas pequeñas y con la incertidumbre que acompaña a casi todos los maestros jóvenes en los inicios de su carrera. Mientras daba sus clases y convivía con madres, padres y abuelos de sus alumnos en las calles de Santa Cruz, María José encontró el amor y decidió que esta pequeña localidad a la que el azar la había traído era el lugar ideal para que sus hijas crecieran.
El año pasado aprobó unas oposiciones, ganó una plaza como profesora de educación especial en un pueblo cercano y decidió dar un paso más: decidió implicarse de lleno en la vida colectiva de su pueblo, aportar sus ideas y sus energías a la mejora de su comunidad.
Más allá de las siglas políticas, los vecinos que han acudido al mitin han venido a arropar a la maestrina o, al menos, a escuchar lo que tiene que contarles, sus propuestas para afrontar los problemas de su pueblo. Que no son pocos, dice alguno de los asistentes. Y que no son irresolubles, aunque a muchos se lo parezca después de padecerlos durante décadas.
María José no critica a los miembros de la candidatura del Partido Popular, que lleva más de 30 años afincado en el ayuntamiento de la localidad. “Son nuestros vecinos y nuestros amigos, han hecho las cosas como han sabido. Pero su tiempo ha pasado. Han tenido su oportunidad y ahora les toca dejar paso a gente nueva, con otras perspectivas para afrontar nuestros problemas, los actuales y los que nos va trayendo la evolución de la sociedad”.
Aquí, en Santa Cruz, no hay crispación ni insultos, como los que se ven asiduamente en las crónicas del Congreso o en los mítines de los políticos de resonancia nacional. Aquí, como ocurrirá en tantos otros pueblos de toda la geografía española, se habla de asuntos de convivencia diaria, de que hay que racionalizar el agua, prevenir las enfermedades del ganado, o habilitar sistemas de atención a los ancianos de la localidad, de que hay que cubrir el patio de la escuela para que los alumnos no se cuezan en el recreo, de habilitar puntos wifi municipales accesibles a quienes no tienen conexión en casa. Aquí lo que interesan son las dificultades y las aspiraciones de la gente de a pie. De la gente corriente.
Es otra campaña. La que no sale en los telediarios ni en las portadas de la prensa de mayor tirada. La que no habla de gobiernos ajenos, ni usa las consignas de partido para enmascarar los pormenores reales de la vecindad.
Es la otra campaña. Quizás la campaña de la España real.