Con Monago se estrenó en Extremadura el elogio político de “el verso suelto”. Aquel puñetazo en la mesa de su despacho en la calle Génova que dicen dio Mariano Rajoy la noche electoral autonómica de 2011, cuando vio que su barón había ganado por primera vez para el PP el feudo socialista de Extremadura, dio paso en las semanas, meses siguientes, a un presidente de la Junta, José Antonio Monago, al que se destacaba desde la prensa nacional por no seguir todas las directrices del partido y ser un perfecto díscolo, “más de centro”, todo un encomiable “verso suelto”.
Cuando días atrás María Guardiola dio otro puñetazo, esta vez oral, repudiando los principios políticos de Vox, se le colgaron desde los mismos púlpitos periodísticos todas las condecoraciones, de nuevo, de verso suelto; esa mujer brava y valiente que se había atrevido a decir del partido de Abascal lo que muchos pensaban pero nadie se había atrevido a soltar.
Machismo, xenofobia, homofobia… razones por las que la presidenta regional del PP no iba a tolerar de ninguna manera que en su Consejo de Gobierno se sentara nadie de Vox.
Claro que aquel discurso que la ensalzó en toda España, ya tenía de origen una primera y gran laguna. Si no es bueno que en el Gobierno extremeño entre una persona con tales ideas abominables, ¿cómo es posible que sí lo fuera regalarle la presidencia del Parlamento autonómico, el sillón máximo de la soberanía popular? ¿Un machista (Vox no puso ninguna mujer encabezando candidaturas y sus cinco diputados son hombres) representando el máximo foro democrático de la Comunidad Autónoma, y viajando por España y por Europa como tal y con semejantes ideas?
Que María Guardiola necesitaba a Vox, y que iban a acabar pactando de una manera u otra, estaba muy claro desde la noche electoral . Las derechas no iban a desperdiciar esta oportunidad histórica en Extremadura porque, por primera vez, han conseguido mayoría absoluta.
Hace doce años Monago, sí, ganó las elecciones, pero se quedó con sus 32 diputados a uno de la mayoría absoluta, por 30 que obtuvo Fernández Vara. Luego gobernó por la abstención de aquellos dirigentes de Izquierda Unida que admitieron la ocupación de algunos altos cargos en el Ejecutivo de Monago, y a algunos de los cuales podría responsabilizarse parcialmente del desguace en que se encuentra, en la ciudad de Badajoz, la opción a la izquierda del PSOE y que el 28 de mayo no sacó ni un solo concejal de 27 electos.
No, una mayoría absoluta de las derechas no se iba a desaprovechar de ninguna manera. Se habrán dado para ella las mismas circunstancias, la “conjunción planetaria” (Leire Pajín) electoral que hace cuatro años otorgó a Vara otra mayoría absoluta totalmente inesperada. Y para las derechas ese encuentro sideral en Extremadura se necesita que pase un período mayor de años que para el PSOE.
Cuatro años por delante tiene la presidenta de la Junta in pectore, María Guardiola, para demostrar que efectivamente es un verso suelto, un aire fresco y más centrista, europeamente homologable, menos prisionero de Vox, pero de momento se ha quedado en verbo suelto. Una alegría o exceso oratorios, un entusiasmo del reproche ideológico, incontinencia, imprudencia estratégica, de la que han tardado poco en apearle desde Génova, desde la calle Bambú, y desde los círculos tradicionalmente poderosos de la derecha popular extremeña.