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Manuel Cañada: “Campamentos Dignidad es el movimiento más combativo, y por tanto, el más odiado desde el poder

Manuel Cañada, uno de los impulsores de los Campamentos Dignidad, analiza en una extensa entrevista para el diarioex la situación de este movimiento, logros, objetivos… Considera Cañada que estas movilizaciones constituyen una herramienta útil para enfrentarse al paro, a la precariedad y la dureza de estos tiempos, y a los que están por venir.

En la segunda de esta entrevista (mañana) pasa revista a otras cuestiones de actualidad como las inminentes elecciones, la renta básica…

Se cumplen dos años desde que los Campamentos Dignidad empezaron a salir a la calle a pedir pan, trabajo, techo y dignidad ¿además de algunas multas, algunos palos y algunos juicios, qué han logrado?

Creo que los Campamentos Dignidad son uno de los movimientos sociales más dinámicos, más creativos y también más útiles que han nacido en nuestro país en los últimos años. Y, sin duda alguna, en Extremadura el movimiento más combativo y, por ello mismo, más odiado desde el poder.

Los Campamentos Dignidad han logrado muchísimas conquistas tangibles. Por mencionar sólo algunas de ellas: arrancar la renta básica de inserción para miles de personas en Extremadura, paralizar centenares de desahucios tanto de vivienda social como hipotecarios, obligar a la apertura de los comedores escolares durante el verano o lograr que se empiece a implantar la tarifa social del agua para los parados en varios municipios.

Esos son logros materiales, concretos y supongo que hay otros…

Sí, hay otros frutos inmateriales, no por ello menos importantes. Hemos puesto en pie una extraordinaria herramienta de lucha, un instrumento de empoderamiento popular, capaz de derrotar, para empezar, a esa cantinela de la resignación, eco del franquismo sociológico, que hemos escuchado tantas veces: total para qué vamos a protestar, si nos vamos a quedar igual. El logro más crucial es justamente ese: volver a honrar la palabra compañero, revalidar la confianza en la unidad de los de abajo. Los olvidados y las olvidadas, los pisoteados y las pisoteadas, la gente de la clase obrera, de los barrios más machacados, de la juventud precaria han levantado una máquina de auto-defensa social. Porque necesitamos del pan, sí, pero necesitamos todavía más de la dignidad y de la moral de victoria. Se puede resistir y vencer al poder, claro que se puede.

En definitiva, de aquellas acampadas que se levantaron a partir del 20 de febrero de 2013 ante las oficinas de empleo ha surgido un movimiento por los derechos sociales que se ha extendido por toda Extremadura e incluso fuera de nuestra región. Y disponer de ese organismo de poder popular es justamente lo que nos permitirá atacar nuevos y más ambiciosos objetivos.

¿Los Campamentos Dignidad han venido para quedarse o es algo pasajero ante una situación momentánea, y muy dura?

Los Campamentos Dignidad no es que hayan venido para quedarse es que ya se han quedado, ya forman parte del paisaje de la lucha social y no sólo en Extremadura. Me explico. ¿Cómo se entiende que tras la irrupción en Extremadura surgieran nuevos campamentos dignidad en territorios tan alejados entre sí y con circunstancias aparentemente tan distintas como Córdoba, Tarrasa, Vigo o Sotiel? ¿Por qué los trabajadores de Coca-cola en Fuenlabrada, peleando contra el ERE, bautizan también a su baluarte montado ante la factoría como Campamento Dignidad? ¿Es una mera casualidad que el movimiento del 22 de marzo se autodenomine marchas de la dignidad?

La proliferación de campamentos, marchas y corralas de la dignidad nos habla justamente de la idoneidad de una forma específica de auto-organización popular para enfrentarse al paro, a la precariedad laboral, a la exclusión social, a las políticas de la miseria organizadas desde los gobiernos. Es más, en mi opinión, los campamentos dignidad en particular constituyen, junto a las plataformas de afectados por las hipotecas (PAH) y las corralas, uno de los dispositivos más apropiados para enfrentarse a la pauperización masiva que estamos viviendo y vamos a vivir en los próximos años. Pero ¿dónde reside la novedad y la fortaleza de este peculiar movimiento social? Me gustaría destacar cuatro características:

La primera es que los campamentos dignidad se ajustan como un guante a las circunstancias de la emergencia social, arraigan en lo concreto, los desahucios, los cortes de agua, la carrera de obstáculos de las rentas mínimas de inserción, las carencias de material escolar o de alimentos… Es decir, se enfrentan a la crisis desde abajo y desde adentro. No desde el discurso, sino desde donde la papa quema, o como nos gusta decir a nosotros, juntando pan cotidiano y horizonte.

La segunda característica es el protagonismo de los afectados y afectadas, de las personas en paro, de las vecinas de los barrios, de la gente que trabaja o vive en precario. Pero no es simple suma, ni agregación, ni une sólo la carencia. Es más que un movimiento de parados, sus reivindicaciones van más allá del corporativismo, son universales: renta básica, trabajo digno, techo para todo el mundo.

La tercera singularidad: una permanente estrategia de alianza y unidad. Por un lado, expresa una alianza de sectores de la clase trabajadora y del pueblo que no se reconocen a sí mismos como parte de la misma mayoría: parados de la construcción y jóvenes instruidos, excluidos y clases medias menguantes, “en descomposición”... Y por otro lado, aliento unitario, apoyo y relación con todas las otras luchas, sindicales, estudiantiles, feministas, vecinales… En concreto, desde los Campamentos Dignidad de Extremadura nos hemos volcado en construir, junto con otros muchos movimientos afines, dos herramientas de coordinación estatal: las Marchas de la Dignidad 22M y el movimiento por la Renta Básica, primero alrededor de la ILP y ahora en la Marea Básica contra el paro y la precariedad.

Y una última característica, creo que la más importante: somos comunidades de lucha. No somos una coordinadora de siglas, ni un movimiento episódico que se pone de acuerdo para una manifestación. Cada campamento es una comunidad en la que se combina la protesta y la organización de la vida cotidiana, el escrache y el reparto de alimentos, la desobediencia y la respuesta a necesidades perentorias de la colectividad. Una magnífica muestra de ese carácter comunitario es, por ejemplo, el nacimiento de dos corralas de vivienda, en Almendralejo (Corrala Solidaridad) y en Mérida (Corrala Dignidad 1º de Mayo).