Se necesita ser idiotas, papanatas y de mollera blandengue para, contra toda norma de decoro, prudencia y cortesía, montar el numerito y abandonar los escaños del Parlamento Europeo, para escenificar una protesta por la presencia en la tribuna del Papa Francisco. Han sido los y las cantamañanas de Izquierda Plural, es decir, Izquierda Unida y sus variables regionales, seis necios talla XXXXXXL, todos ellos españoles, entre los 751 diputados de los 28 estados que integran la Unión Europea. Ni siquiera el día de la solemne sesión inaugural hubo en el hemiciclo europeo tantos diputados, e incluso diputadas comunistas de otros países, con baja maternal, acudieron ese día para escuchar al Papa, pero para dar la nota allí estaban los seis contestatarios de la Izquierda Plural española, buscando su momento de gloria.
Pudieron optar por la ausencia, -como hicieron otros eurodiputados-, pero prefirieron dejar constancia de su gloriosa existencia y por primera vez el mundo mundial se percató de que allí estaban ellos, los más íntegros y coherentes de la Unión Europea. Hasta el pasado martes, no se conocía ninguna iniciativa por parte de la media docena, dos ellos y cuatro ellas, que con el numerito de la espantada lograron entrar en todos los informativos europeos. ¡Ya han justificado el sueldo para toda la legislatura!
El Papa Francisco, incluso para los que no andamos muy allá con la Iglesia, ni con ningún otro credo, es un referente de dignidad, sencillez y firmeza y lo mínimo que merece es que se le escuche. No era obligatorio el aplauso unánime, ni ponerse en pie, como hicieron tras oír su intervención. No se exigía el asentimiento plenario sobre las cosas que dijo y ni siquiera era necesario seguir su intervención por los auriculares que traducían su mensaje. No se exigía nada, ni ir, ni escuchar, ni asentir, pero había una exigencia de base que es la educación, el respeto y la vergüenza. ¿A qué fueron los seis de marras que, eso sí, por montar el espectáculo, cobraron ese día la dieta completa? Más de 17.000 euros mensuales nos cuestan cada uno de ellos, a los que habremos de agradecer que se tomaran la molestia de viajar desde España a Bruselas para poder salir, en plan indignados, cuando el Papa iniciaba su intervención.
Es posible que el Papa no reparara en que, nada más subir a la tribuna, por un lateral de la sala, seis la abandonaban ante la mirada perpleja de todos los demás, incluidos comunistas, socialistas y radicales europeos de todo pelo y condición. También los temidos Podemos estaban allí para escuchar el mensaje, y Pablo Iglesias no tuvo inconveniente en demostrar por Twitter su admiración por la figura del Papa y su identificación con el mensaje que acababa de oír. Después de la espantada se ha esgrimido genéricamente el recurso de que España sigue siendo diferente, sin reparar que seis trasnochados no representan a un país que hace mucho que superó la barrera de los antagonismos decimonónicos. La última intervención del Papa en la Eurocámara fue en 1988 y el martes pasado, con un personaje tan entrañable y singular como el Papa Francisco, era un buen momento para evidenciar respeto incluso hacia los postulados con los que algunos se llenan la boca, porque el Papa no se fue por las ramas a la hora de denunciar los desajustes sociales.
¿Qué fue lo que no quisieron escuchar los seis de IU? Toda la intervención del Papa Francisco fue como un aldabonazo a favor de los más necesitados, pero me atrevo a señalar algunos fragmentos:
-No se puede tolerar que millones de personas mueran de hambre mientras toneladas de alimentos se desechan cada día en nuestras mesas.
-Los grandes ideales que inspiraron Europa parecen haber perdido fuerza a favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones.
-El ser humano corre el riesgo de ser reducido a mero engranaje y, cuando su vida ya no sirve a dicho mecanismo, se le descarta sin reparos, como los enfermos terminales, los ancianos o los niños asesinados antes de nacer.
-No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio.
-En las barcazas que llegan a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda.
-Una de las enfermedades más extendidas es la soledad.
-Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos.
-Al menos que los derechos individuales se sometan armónicamente al bien mayor, estos acabarán por concebirse como ilimitados y llevarán al conflicto y a la violencia.
-Es la hora de promover políticas para el empleo, pero también aquellas que le den dignidad…
Nada de esto les interesaba a los seis eurodiputados de la Izquierda Plural, ellos fueron para hacerse notar. Y se les notó.
Este y otros artículos de Tomás Martín Tamayo los puede leer en su blog 'Cuentos del día a día'