Así que pasen cinco años
Lo veíamos venir. La LOMCE, la mal parida, peor concebida y desastrosa ley educativa del PP, la más polémica y repudiada de todas las que ha tenido este país, permanecerá vigente, sine díe, mientras no culmine (si llega a hacerlo) el traqueteante proceso parlamentario que podría dar lugar a una ley nueva. Dos años más como mínimo, afirman algunos. Lo que unido a los tres que lleva implantándose, suman cinco. ¡Cinco años de LOMCE!
Además, dado que la subcomisión del Congreso que prepara el informe para la (presunta) nueva ley solo puede, por norma, tratar de este asunto, todos aquellos referidos a la aplicación de la LOMCE quedan exclusivamente en manos de los decretos del Gobierno.
Así pues, así que pasen esos cinco años, tendremos con toda probabilidad más de lo mismo: discriminación de alumnos (entre obreros y universitarios) a los quince años, reválidas tras cada etapa, vía libre para consolidar y aumentar ese tremendo malentendido que es la educación concertada, blindaje de los privilegios de la Iglesia católica para estar presente en todos los cursos y etapas educativas, marginación de las materias que no se dejan reducir al “ora et labora” liberal (filosofía, artes...), programaciones infumables y, en general, la apoteosis de la pedagogía más caspocastiza, la del escucha-memoriza-repite, la de la letra con sangre entra, la del examen semanal y los deberes interminables en casa...
Sigamos. Una vez la subcomisión – tras los seis meses más de plazo que se ha concedido a sí misma – oiga a todos los expertos y emita su informe (un informe que no es vinculante y al que se puede hacer el caso que se quiera, incluyendo ninguno), el gobierno podrá – si lo desea – iniciar los largos y prudentes trámites para proponer una nueva ley educativa (o una reforma de la presente) teniendo muy en cuenta que, en caso de no darse consenso, la LOMCE seguiría su inalterable curso, lo cual, obviamente, fortalecería al gobierno en la negociación de ese previsto consenso. Fruto de ese acuerdo, pues, solo podría salir (si sale) una ley tan similar a la LOMCE que, para ahorrar en tinta y trámites, no valdría la pena ni cambiarle el nombre.
Es muy posible, además, que, de aquí a que pasen esos cinco años, se imponga, de nuevo, el calendario electoral, y la nueva ley educativa (ya de por sí inútil por ser un clon de la anterior) quede en suspenso o – más seguramente – sirva de arma arrojadiza entre unos partidos y otros – y por eso mismo, quede igualmente en suspenso – . No hace falta decir que, caso de que vuelva a ganar el PP (o su marca alternativa), la LOMCE (o su clon) seguiría otros cinco años más.
Pero cabe también sospechar que, caso de cambiarse las tornas políticas, el nuevo gobierno se resistiera a asumir el desgaste que supone promover un cambio educativo a fondo una vez consolidado del todo el anterior (¡Otra ley educativa, y van...!, titularía la prensa más reaccionaria). Esto conduciría a no hacer más que cambios aparentes y a que la LOMCE siguiera, prácticamente igual... otros cinco años.
Pero seamos optimistas. Pensemos en el triunfo de una coalición de izquierdas fuertemente comprometida con el cambio educativo. Supongamos, también, que esta coalición no cae en el mismo error que sus antagonistas y decide consensuar la ley con generosidad y honestidad intelectual y política, evitando imposiciones y radicalismos, de forma que la ley pueda aspirar a durar más de cinco años.
Aún así, con la elaboración – consultando a todos desde cero – , la negociación – dura y larga – y los trámites parlamentarios, demoras interesadas y otros imprevistos políticos y no políticos, la nueva ley no estaría preparada antes de un par de años. Más otros dos o tres de implantación gradual – y tras otras elecciones que podrían paralizarlo todo – hacen, en total... ¡Otra vez cinco años!
Así estamos. Desde el momento en que – pese a las proclamas de algunos y las acciones desesperadas y aisladas de otros – no se paralizó la implantación de la LOMCE cuando hubo la mínima oportunidad de hacerlo, el PP dio por ganada la batalla de la educación. Resiste y vencerás. Esa es la táctica, infalible de momento, de Rajoy y los suyos. El exministro Wert no podría estar más satisfecho contemplando lo que ocurre desde su retiro dorado en París. Ojala me equivocase y me tuviera que comer este escrito, pero mucho me temo que, si no despabilamos, así que pasen cinco años la LOMCE (o algún sucedáneo casi puro) seguirá en vigor. Y los que creemos que en este yermo país – y antes que cualquier otro asunto – es precisa otra forma de concebir y hacer las cosas en educación, nos quedaremos como... Doña Rosita la soltera.