Vaya por delante y de un modo categórico, que soy partidario de establecer un nivel de protección para el silo de Mérida, que a la vez que permita su sostenibilidad y mantenimiento conserve intacta su fachada y su estructura y, por consiguiente, su auténtico valor arquitectónico y por qué no sentimental.
Y tengo cierta autoridad para decir esto porque hace muchos años, siendo un simple concejal, ya solicité esta declaración y se me contestó que este silo estaba con otros destinado a cumplir una función estratégica para situaciones de emergencia. Recuerdo que entonces, curiosamente nadie de los que hoy defienden este patrimonio, con la fe del neófito, me apoyó pero, cosas veredes, amigo Sancho.
Este nivel adecuado de protección que yo planteo para el silo de Mérida, que conserve su fachada y su estructura, tiene que permitir conjugar esta conservación, pero también su uso como un factor de desarrollo económico beneficioso para la ciudad en forma de creación de empleo. En Mérida tenemos muchos centros que se pueden convertir en museos que hoy desgraciadamente, por cuestiones económicas, no podemos llevarlo adelante como es el convento de Las Freylas, el convento de las monjas encerradas, como es incluso el centro histórico de Santo Domingo, centro de reclusión y represión de militantes republicanos. Estos son núcleos importantes y susceptibles de la declaración.
En otros casos, si lo hubiéramos aplicado por ejemplo al cine María Luisa, tiene grandes dificultades para ser declarado bien de interés cultural, aunque tiene elementos árt deco y tiene un enorme valor sentimental, porque no hubiera podido rehabilitarse ya que incumple las medidas que exige la normativa en cuanto a accesibilidad y eficiencia.
Así que estamos en presencia de un interesante debate que yo no quiero terminar, pero que en un ejercicio de síntesis podemos resumir así: o defensa talibánica, planteo yo, del patrimonio que con graves dificultades económicas son insalvables para su mantenimiento y estructura o buscar usos que, manteniendo los elementos claves de la arquitectura y los elementos claves de la fachada, puede convertirse en centros y en usos de creación de empleo y riqueza.
Y avanzo, ¿por qué no una residencia de mayores o un hotel?. Creo que hay que conseguir esta síntesis entre defensa del patrimonio y desarrollo socioeconómico, aunque ninguno de los dos parámetros se sienta perjudicado.
En éste, como en muchos otros casos, la complejidad del asunto nos evita simplismos fáciles de manifestar, pero evidentemente en una ciudad con los museos de Mérida, en la que no podemos llevarlos adelante, crear otro museo del que no podríamos ni siquiera trasladar sus piezas y en el que no podríamos ni siquiera rehabilitarlo desde un punto de vista económico, seguiría durmiendo el sueño de los justos sería un error imperdonable. Por tanto planteemos esa síntesis de defensa del patrimonio a la vez que busquemos el uso que permita convertirlo en un foco de desarrollo económico y de creación de empleo, tan prioritario y tan necesario para nuestra ciudad.