En medio de la huelga de transporte, este domingo 20 de marzo ha sido el día elegido para la gran manifestación en defensa del mundo rural, bajo el lema “Juntos por el Campo”. Es curioso que esta huelga que ha ocasionado ya pérdidas de 600 millones de euros al sector primario, industria y distribución alimentaria, sea apoyada por los mismos partidos y los mismos votantes que la manifestación por el mundo rural. Son esas ironías que tiene la vida y que cuando a uno no le afectan te hacen sonreír.
Pese a lo contradictorio del momento histórico, creo que ha sido una fecha bien elegida, es un buen día, es el día Mundial del Gorrión. Y teniendo en cuenta que el gorrión común ha sufrido en España una pérdida de 30 millones de individuos en la última década, según datos del Programa de Seguimiento de Aves Comunes en Primavera (SACRE), ayuda a comprender cómo se sienten las personas de los pueblos, esas agrupaciones por debajo de las diez mil personas.
Yo, a veces, he sido una persona del mundo rural, y espero volver a serlo porque es donde más me gusta vivir. O, mejor dicho, el mundo rural es donde siempre he sido feliz.
No sé si las personas que se han manifestado son felices o están enojadas. A mi me hubiera gustado mucho poder escribir este artículo hace tres años, cuando era una mujer rural con todas las consecuencias, y me sentía haciendo mi parte en el mantenimiento de una forma de vida en armonía con la Tierra. Ahora me acusarán de escribir desde la comodidad de mi vida urbana, desconociendo las necesidades del mundo rural. Sin embargo, no las desconozco, son esas necesidades de atención médica, por ejemplo, las que me han arrancado de las orillas del Gévora y me han traído a Cáceres capital.
Ustedes seguramente me leerán el lunes 21, día de los bosques y de la poesía, también día para la eliminación de la discriminación racial y un día para tomar conciencia de la dignidad, la valía y las valiosas contribuciones de las personas afectadas por el síndrome descubierto en 1866 por el profesor Down, y, curiosamente, también es el día de la marioneta. O sea, que a mí me toca por todos lados ya sea veinte o veintiuno.
Como persona vegana ecologista, el mundo rural se convierte en una pieza clave de mi día a día ¿Qué sería de mí sin los huertos ecológicos? ¿Qué sería de mí sin los campos de legumbres y de cereal? Y, sin embargo, soy consciente de que el mundo rural me considera una enemiga porque no apoyo la ganadería, ni la caza, ni la pesca, ni desde luego las piscifactorías o las granjas cinegéticas, y mucho menos la ganadería del toro de lidia. Y no entiendo por qué eso debe ir todo junto, en el mismo paquete de ruralidad. Así como la diversidad en el mundo urbano es comprendida plenamente, y uno puede ser alguien a quien le guste ir al teatro, o a bailar, desplazarse en metro, o en bicicleta, sin que ello suponga un problema para el resto. El mundo rural entiende que no hay posibilidad de discrepancia, y se van a manifestar unitariamente quienes se ocupan en la agricultura del monocultivo, en la intensiva mecanizada, quienes se ocupan de la ganadería intensiva y quienes van al campo a cazar o a criar toros para la lidia.
La manifestación está convocada por el sindicato ASAJA, COAG, UPA, la Real Federación Española de Caza (RFEC), la Oficina Nacional de la Caza (ONC), la Alianza Rural (presidida por Fermín Bohórquez Domecq, lo que lo dice todo), la Unión de Criadores del Toro de Lidia (UCTL), la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (FENACORE) y Cooperativas Agro-alimentarias. También se ha unido la Plataforma de Afectados por Parques Nacionales. He entrado en su web, y me encuentro que su queja es que ya no pueden cazar, y argumentan lo malo que es para la naturaleza que ellos no puedan cazar en los Parques Nacionales (sic).
En la década de los sesenta del siglo XX, casi un 70% de la población mundial vivía en el medio rural y se dedicaba a la producción de alimentos, hoy ese porcentaje ha descendido casi al 44% de la población. Por contra, la población mundial se ha duplicado, la producción mundial de alimentos se ha triplicado, aunque hay entre 720 y 811 millones de personas en todo el mundo padeciendo por hambre (son datos de 2020), y el uso de la tierra ha aumentado un 15%. Es cierto que los pueblos se vacían, pero es que las formas de producción intensiva requieren mucha menos mano de obra en la actualidad. De modo que lo que necesitamos, en mi humilde opinión, para que la gente vuelva a los pueblos es ofrecer mejores accesos a la tecnología, para que se pueda vivir en el campo sin tener que vivir del campo, para que los pueblos se llenen de gente que trabaja o teletrabaja, que produce sin fábrica o en una fábrica pequeña, a ser posible justa y creativa. Pero también, y está reivindicación no la he escuchado a los convocantes de la manifestación que reclaman “tradiciones”, es volver a una forma de producir más acorde con la biodiversidad planetaria. Una forma de producir alimentos que además de ser más sana, menos contaminante y con más proyección de futuro, también requiere una mayor mano de obra.
Pero en ese paquete que a mi me parece garantía de futuro, en ese paquete entramos las personas que el mundo rural que se ha manifestado hoy, rechazan. Personas que amamos la naturaleza, que consideramos que amar y respetar la naturaleza es también dejarla Ser, darle espacio, imponernos límites en nuestras intervenciones. Acatar leyes que la protejan del afán egoísta, acaparador y superlativamente depredador de nuestra especie.
Algunas personas se preguntarán porque no pueden convivir las dos versiones. Y tendré que recordarles la pregunta que Carles Mulet, senador de Compromís, hizo al Parlamento y a la cual el Ministerio de Interior respondió que según sus registros en 2020 se produjeron cincuenta muertes en los primeros nueve meses del año a causa de los disparos de cazadores en los montes. Me parece un argumento inapelable, máxime teniendo en cuenta que hay comunidades autónomas que tienen traspasadas esas competencias, por lo que sus datos de “accidentes” de caza no están incluidos en los registros del Ministerio. Alguien que práctica el senderismo, es compatible con alguien que práctica la fotografía de naturaleza, pueden estorbarse un poco en un determinado momento, pero no van a causarse un daño irreparable, ni van a causar un desequilibrio en el entorno, salvo que tengan un corazón vandálico, que también habrá una minoría así, no lo voy a negar. Que nada, ni nadie es perfecto.
He titulado esta reflexión de una forma contundente: Todas las personas amamos el mundo rural. Y es que cualquier otra cosa sería un suicidio, porque sin mundo rural hoy por hoy la supervivencia de nuestra especie es imposible. Y creo que todas queremos poner el acento en la defensa de ese mundo rural, sin embargo debemos ser conscientes de que no todo en el mundo rural es bueno y sano, de modo que no todo merece ser protegido. Aunque considero que afortunadamente cada vez somos más las personas que amamos el mundo rural con plena conciencia, sin desear esquilmar los recursos naturales, sin maltrato animal y sin abusos a la biodiversidad. Y estamos seguras de que vivir en paz con la naturaleza en el Mundo Rural así, no solo es posible, es imprescindible.
Tal como señala Alicia Puleo en su libro Ecofeminismo para otro mundo posible: “Libertad, igualdad y sostenibilidad puede ser un buen lema para guiarnos en el incierto siglo que vivimos” a ver si en la próxima manifestación por el mundo rural lo usamos en la pancarta de cabecera.