Esta semana hemos conocido dos situaciones de violencia sexual hacia niñas menores de edad en Extremadura que nos han puesto los pelos de punta a muchas. El primer caso lo conocí a través de un historia en el Instragram de la famosa ginecóloga almendralejense Miriam Al-Adib, cuando denunciaba que sus hijas junto con otras compañeras de clase estaban siendo objeto de montajes de fotos a través de Inteligencia Artificial simulando estar desnudas y se estaban difundiendo por Whatshapp.
Cuando escuché a la doctora Al Adib pensé inmediatamente en mi hija y obviamente me entró un escalofrío imaginando que pudiera ser ella otra víctima, ya que está a las puertas de la adolescencia. Pero con quien me senté a hablar fue con mi hijo mediano para hacerle entender lo grave que suponía un hecho así. “¿Qué harías tú si en tu grupo de amigos comparten fotos de compañeras desnudas?”, le pregunté, a lo que respondió: “pues mamá, les diría que son unos machistas de mierda”. Una contestación muy propia viniendo de él y que, a pesar de la altisonancia, me hizo sentir muy orgullosa al pensar que al menos tiene las bases para ser el día de mañana un hombre feminista.
El segundo caso me heló la sangre al conocer que en Montijo, de manera reiterada, unos niños de 6 años habían acosado y agredido sexualmente a una compañera. Aquí sí que me paré con mi otro hijo, más cercano a esa edad, e intenté explicarle el respeto a nuestro cuerpo y al de los demás. Algo de lo que ya habíamos hablado en casa pero que necesité volver a repetirle.
Mis hijos tienen la enorme suerte de estar creciendo en un ambiente donde el feminismo (como decía la inigualable Angela Davis; la idea radical de que las mujeres somos también personas) y la educación en el respeto a la diversidad son una constante en su día a día. De ahí supongo, que mi hijo no dude en tildar de “machistas de mierda” a quienes les parece gracioso vulnerar la integridad de sus compañeras utilizando para ello la IA y ejerciendo violencia sexual.
Poner en marcha el pin parental, como han firmado PP y Vox en su acuerdo de Gobierno en Extremadura, es vetar a los niños y niñas el derecho a ser educados en una educación sexual sana y respetuosa. Es impedirles a aquellos que más lo necesitan que aprendan valores que les hagan detectar abusos y violencias y desarrollar relaciones sanas, respetuosas y constructivas.
La educación afectivo-sexual es imprescindible desde edades tempranas en la escuela para preparar a nuestros niños y niñas a una vida segura, feliz, plena y respetuosa. Me produce mucha angustia escuchar a personas adultas expresar discursos negacionistas donde cuestionan esto y utilizan argumentos absurdos como que se quiere enseñar técnicas masturbatorias a niños y niñas de Infantil cuando se habla de educación afectivo sexual. Además de absurdo es deleznable que se quiera así evitar que los menores identifiquen lo que es un abuso, una violencia y entiendan cómo funciona su propio cuerpo. ¿Cuántos testimonios más de niñas violadas y vejadas tenemos que escuchar que digan que ellas no sabían lo que estaba pasando, si eso estaba bien o no pero que las hacía sentir mal y culpables?
Nuestros niños y niñas tienen cada vez más a su alcance el acceso a contenidos pornográficos que desvirtúan la sexualidad y fomentan relaciones llenas de estereotipos machistas que anteponen el deseo masculino.
Es más que evidente que se ha legislado antes para ponerle alfombra roja a la IA que para controlar sus posibles efectos adversos como ha sucedido en Almendralejo. La legislatura pasada el PSOE extremeño corrió rápido y veloz a aprobar un decreto ley para que Extremadura fuera la primera Comunidad en abrir las puertas a la IA. Es una triste coincidencia que también seamos la primera comunidad en darnos cuenta de las amenazas que supone esta tecnología que no tiene ninguna tipificación legal detrás.
Aun así, considero que el punitivismo no es la vía para afrontar las grandes transformaciones que necesita nuestra sociedad. Por ello, apostar por la educación afectivo sexual desde edades tempranas, como nos ha demostrado el caso de Montijo, es de vital importancia. Poner en marcha el pin parental que defiende Vox es una gran amenaza para la sana convivencia y el necesario respeto que se necesita en nuestras aulas y en nuestra sociedad.