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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Extremadura, un paraíso natural que no lo es para los animales

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Cuando ustedes lean este artículo de opinión ya habrá pasado Eurovisión y nuestra representante habrá salido vestida de torera, tal como han venido anunciando de forma reiterada desde RTVE y en las entrevistas con el diseñador del vestuario. No sabemos si ella es o no es taurina, pero el mensaje que ha enviado al mundo es claro. Algo que sorprende de una persona que viene de Cuba, donde la tauromaquía fue prohibida el 10 de octubre de 1899, tras alcanzar la independencia, y que ha crecido en Cataluña donde no se programan corridas desde 2011, pero quizás considera que la tortura animal como seña de identidad nacional es clave para definirnos. Una idea que se ha puesto de moda en los titulares de los últimos dos años, aunque culturalmente sea una involución.

Dentro del mundo activista en defensa de los Derechos de los Animales hay un sentimiento creciente de preocupación ante esta tendencia que gana puestos en los titulares y en los lobbies económicos y políticos, aunque no en el corazón de la gente. Con el avance de los planteamientos fascistas, crece también el desapego por la evolución moral que significa defender los derechos de las diversas formas de ser persona y los derechos de los animales en todos sus contextos. Sí, va de la mano.

Llegan mensajes de desolación por la falta de compromiso de las entidades públicas con las protectoras o con los programas para responsabilizarse de las colonias felinas, como es el caso del Ayuntamiento de Herrera del Duque, donde no hay presupuesto para planificar una gestión ética de estas colonias, mediante un CER (Captura, Esterilización y Retorno) y, sin embargo, hay programadas carreras de galgos y exposición de rehalas, además de la feria ganadera de mayo. Parece que el interés por la salud pública pierde puntos ante los cazadores y una industria que se nutre del dolor ajeno.

En Cáceres nos encontramos con el problema de la caza de jabalíes con arco en la modalidad nocturna. Un partido, el PSOE, que se había comprometido en su campaña con los derechos de los animales y que, sin embargo, al llegar al gobierno municipal, se olvida reiteradamente de que su casco histórico es zona de especial protección de aves, y ya piden excepcionalidad para poder usar pirotecnia tradicional, con toda su aterradora batería de truenos, ahora además no afronta el problema de la superpoblación de jabalíes desde la raíz, sino desde la crueldad más siniestra: la caza con arco nocturna.

La muerte en estos casos siempre se produce por desangramiento lento, aunque ciertamente muchas muertes por bala también son por desangramiento, razón por la cual no encuentro ninguna buena forma de matar, disculpen mi imaginación limitada. Lo que me sorprende es que nadie entre nuestras personas responsables se haga la pregunta clave: ¿Por qué tenemos sobrepoblación de jabalíes? ¿Estamos interfiriendo en su medio natural expulsándolos a la ciudad para sobrevivir? ¿Por qué las granjas cinegéticas no son ilegales en una región y un estado con tal problema de superpoblación de estos animales?

Tenemos muchos problemas en nuestra región, problemas que vienen del origen mismo de la construcción del estado que forja nuestras fronteras, problemas que nos afectan como conjunto humano y que afectan a las otras vidas con las que compartimos territorio. Ahora la vida silvestre se ve afectada por incontables proyectos mineros que van a dejar un paisaje de desolación y muerte en un periodo récord de tiempo con las nuevas prácticas de minería a cielo abierto. Es curioso que en todos los proyectos de las empresas mineras, que cambian de nombre, de CIF y de lugar con una facilidad que debería ser delictiva, siempre aparecen los planes de recuperación, pero que la realidad histórica de estas explotaciones es que nunca, en ningún lugar del planeta, una empresa minera ha gastado dinero en recomponer el hábitat después de arrasarlo. Incluso en los casos exitosos, como el de la cuenca de North Rhine‐Westphalia en Alemania, donde en 2007 se adoptó la decisión de terminar con las subvenciones a la minería de interior y a la venta de carbón nacional. La coordinación de los esfuerzos para recuperar la zona y desarrollar nuevos clusters empresariales fue liderada por el gobierno regional, o sea, con dinero público.

Vivimos en un momento en el que ya no podemos negar la interrelación entre la crueldad con los animales y la crueldad con las personas, pero nuestros gobernantes continúan protegiendo el maltrato y amparando a los maltratadores. Y no es una cuestión de urbanismo o ruralidad, la crueldad y el abandono cruzan todas las fronteras sociales y económicas y los informes al respecto muestran que el maltrato animal es común tanto en las zonas rurales como en las urbanas. Sin embargo, nuestro gobierno nacional asegura en su “Estrategia Nacional de Gestión Cinegética” del Ministerio de Agricultura que sin los cazadores “habría que subir impuestos” y atribuye su crisis de imagen a una “sociedad mayoritariamente urbana con gran desconocimiento del mundo rural”. Me canso de escuchar justificaciones a lo injustificable. El mundo rural no es, ni debe ser, ni puede proyectar su futuro, en la crueldad, en las prácticas aberrantes, ni en negocios que cada año pierden adeptos, porque cada año hay menos licencias de caza y, sin embargo, el número de animales muertos por la caza se triplican.

Pero aquí en Extremadura queremos hacer de las rehalas un Bien de Interés Cultural, cuando sabemos que las mayores tasas de maltrato animal se dan precisamente en este tipo de prácticas. Los animales maltratados con mayor frecuencia son aquellos que conviven o que malviven junto a nosotros: perros, gatos, caballos y ganado. Las investigaciones encubiertas han revelado que el maltrato animal abunda en la industria de las granjas industriales. Pero debido a las débiles protecciones otorgadas al ganado bajo las leyes estatales contra la crueldad, solo se denuncian los casos más impactantes y pocos llegan a ser procesados.

El 1 de enero de 2016, el FBI agregó la crueldad hacia los animales como una categoría en su Uniform Crime Report, algo así como un archivo unificado de delitos a nivel nacional. Si bien solo alrededor de un tercio de las comunidades estadounidenses actualmente participan en el sistema, los datos generados ayudarán a crear una imagen más clara del abuso animal y guiarán las estrategias para la intervención certera. La recopilación de datos cubre cuatro categorías: negligencia simple/grave, abuso y tortura intencionales, abuso organizado (como peleas de perros y peleas de gallos) y abuso sexual de animales.

En Extremadura, nos gusta presumir de ser una región acogedora, una región para el turismo de naturaleza, con iniciativas de éxito en economía sostenible como la kombucha, los helados veganos de Trujillo o la aloe vera ecológica de Hernán Cortes, pero hacemos competir a estas iniciativas con un lastre de crueldad, de ceguera mental, aferrándonos al maltrato animal en todas sus formas, como si en ello nos fuera la vida. La vida es un ciclo que involucra la muerte, pero no tenemos que vivir en la violencia permanente para tener una seña de identidad. La vida también es afecto, respeto, cuidado y protección. Un camino cierra la puerta al otro, elijamos lo que nos da paz y dejemos de lado lo que nos hace ver como un pueblo atrasado en sus costumbres. Todo evoluciona, ni siquiera Jarramplas es lo que era hace cien años. ¿A qué esperamos?