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El futuro en juego con el colapso climático

Una personas con un paraguas, a 13 de noviembre de 2024, en Paiporta, Valencia.

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Luchar contra el cambio climático salva vidas. Ésta debería ser la principal lección que extraer de la DANA que ha arrasado Valencia y que nos ha dejado, por ahora, un saldo de más de 200 personas fallecidas. El cambio climático es real y tiene consecuencias dramáticas y desastrosas, por mucho que la extrema derecha se empeñe en decir lo contrario a base de bulos y mentiras.

El arco mediterráneo se ha convertido en la “zona cero” del cambio climático. Las imágenes desoladoras de las inundaciones que todavía estamos intentando superar deberían estar estos días en la mente de todos los dirigentes que han acudido a la COP29, la Cumbre del Clima, que se está celebrando en el “petroestado” de Azerbaiyán. Por tercer año consecutivo, esta cumbre se desarrolla en un estado dependiente del petróleo, a pesar de que la industria de los combustibles fósiles es una de las responsables de la catástrofe de Valencia.

¡Qué contradicción! Precisamente en Azerbaiyán, cuyos hidrocarburos suponen un 90 por ciento de sus exportaciones y que ya ha anunciado que aumentará un 50 por ciento la producción de gas en esta década, nos jugamos el futuro. Ya no hay tiempo para equilibrios de poder y mercadeos con el clima. Es hora de actuar. De librar la verdadera guerra que tenemos por delante, por mucho que negacionistas como Trump, Milei, Putin, Orban o Abascal se empeñen, o por mucho que retardistas del cambio climático como Feijóo, Mazón o la propia Guardiola se esfuercen por mitigar sus consecuencias.

Lo cierto es que por mucho que lo nieguen, las evidencias científicas son las que son. Los últimos seis años han sido los más cálidos desde 1980. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente predice que terminaremos este año con un 1,5 grado más de temperatura y que se podrían alcanzar otro 1,5 grado más en los próximos 15 años. Este incremento produce largos periodos de sequía y fuertes precipitaciones que provocan grandes inundaciones, como acabamos de ver en el Levante español y en Andalucía. No es casual que el Mar Mediterráneo haya aumentado la temperatura un 1,4 grados en los últimos 40 años. Como tampoco es casual que se hayan registrado hasta cuatro olas de calor en un solo verano en Extremadura o que tengamos cultivos, como las encinas, que florecen en diciembre. A esto se le llama Colapso Climático.

Y para hacerle frente hay que tomar medidas valientes. No vale solo con el mercadeo con los créditos de carbono al que nos tienen acostumbradas. No vale con que los países que más contaminan paguen a los que contaminan menos para seguir haciéndolo. Esto no es librar la guerra contra el climático, pero lamentablemente no esperamos mucho de los dirigentes que dicen defender el clima pero luego se presentan en cumbres como ésta a bordo de jet privados que emiten el mismo nivel de dióxido en dos horas de vuelo que el de una persona en todo un año.

Para combatir el colapso climático hay que reducir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero también necesitamos medidas valientes que afectan a casi todos los ámbitos de la sociedad. Tenemos que cambiar la forma en la que producimos, en la que consumimos, en la que nos movemos, en la que construimos e, incluso, el diseño de las propias sociedades, que concentran a la población en grandes urbes, en las que se demandan grandes cantidades de energía y alimentos.

Pero para luchar contra el cambio climático necesitamos también políticos comprometidos y valientes, que entiendan que este es el gran reto que tenemos por delante, y que hay que tomar medidas radicales. No a los ‘Mazón’ de turno, que minimizan sus efectos y que eliminan, por ejemplo, la Agencia Valenciana del Cambio Climático o la Unidad Valenciana de Emergencias. No a los’ Feijóo, Ayusos y compañía’ que priman los intereses empresariales por encima de los intereses ambientales, y por tanto, de los de la ciudadanía. No a las ‘Guardiolas’ que hacen suyo el discurso de la extrema derecha y creen que la protección ambiental es un lastre o que plantean medidas inviables en plena crisis climática como industrias contaminantes o nuevos regadíos. No a todos ellos y SÍ a la vida. SÍ a dejar un planeta habitable para las próximas generaciones.

 

 

 **Irene de Miguel

Portavoz de Unidas por Extremadura

 

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