Relato de las 24 horas en las que se proclamó el comunismo libertario en Villanueva

Pocos lo saben, pero en Villanueva de la Serena se instauró el comunismo libertario. Fueron pocas horas aunque intensas. Una experiencia ocurrida en 1933 que abanderó el sargento Pío Sopena acompañado por un grupo de militares. Estaban auspiciados por otros levantamientos similares que animaban a la rebeldía por su descontento con la República.

Hay sucesos presentes en el imaginario colectivo como el de Casas Viejas o el levantamiento anarquista de Llobregat. Pero en la Extremadura rural también hubo experiencias similares, con el comunismo libertario como protagonistas, y de las que ahora se cumplen 83 años. Eran motines que el líder anarquista García Oliver calificaba como una “gimnasia revolucionaria”: Entrenamientos hacia la revolución.

En Casas Viejas, el 10 de enero de 1933 un grupo de campesinos de la CNT iniciaron una insurrección. Finalmente fueron víctimas de una “gran carnicería” por parte de las fuerzas de orden público republicanas. Mientras que la insurrección anarquista en la comarca del Alto Llobregat, en enero de 1932, se prolongó durante varios días.

Cabe destacar que en Villanueva de la Serena se formó durante la Guerra Civil, probablemente de manos de UGT y CNT, una explotación de la tierra de forma comunitaria heredera de las ideas de socialismo libertario de Pío Sopena, explica el historiador Ángel Olmedo. 

Hay otro elemento curioso, como el hecho de que en la Guerra Civil la CNT de Extremadura formó un batallón de milicianos bajo el nombre de “Sargento Pío Sopena” en su memoria. Actualmente existe en Extremadura la Fundación de Estudios Sociales Extremeños “Pío Sopena”, ligada al mundo libertario.

¿Qué ocurrió en Villanueva?

Los hechos comenzaron la noche del 10 al 11 de diciembre de 1933, después de que el gobierno civil de Badajoz ordenara un día antes la clausura de los locales de la CNT de Azuaga, Fuente de Cantos, Fregenal y Medina de las Torres, explica el experto Ángel Olmedo, miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura.

Apunta el historiador que estos acontecimientos necesitan comprenderse en el contexto de los levantamientos campesinos promovidos por la Confederación Nacional del Trabajo.

Aunque la repercusión más importante la tuvo el caso de Villanueva de la Serena, hubo más procesos similares en el norte de Cáceres, en concreto Plasencia o Navalmoral de la Mata. El de Villanueva se convierte en un referente por el  fin trágico que tuvo, siendo en otros casos los impulsores simplemente encarcelados.

En Villanueva, ante la ofensiva de la Guardia Civil y las fuerzas locales, los militares rebeldes a la República se hicieron fuertes en la  Caja de reclutas, junto a un antiguo convento.

La rebelión duró poco, ya que a la localidad llegaron tropas procedentes de Badajoz con numerosos militares y artillería que literalmente acribillaron el edificio y apagaron cualquier signo de rebelión ante la negativa de los atrincherados a abandonar sus posiciones. El sargento murió a consecuencia de los combates, sin rendirse. También un guardia civil y otros siete rebeldes aliados con el sargento anarquista.

En la prensa de la época queda constancia de los acontecimientos, aportando un cariz 'poco amistoso' hacia el intento de rebeldía que se gestó durante 24 horas en Villanueva. Los adjetivos que se repiten son los de locos y radicales.

Llegó el comunismo libertario

El modelo de levantamiento seguido era el de proclamar públicamente el comunismo libertario, y en caso de oposición por las fuerzas de orden público, replegarse y resistir todo lo posible. Es probable que el sargento pensara que iba a haber una reacción en cadena que animara a lugareños y a sumarse, cosa que parece que no ocurrió.

La prensa no recoge detalles que sí han podido conocerse más tarde en testimonios orales, como el hecho de que circularon por el pueblo proclamando el comunismo libertario. Es probable, aunque no queda constancia de ello, que hicieran la lectura de un manifiesto que explicara los motivos y objetivos de la sublevación.

Escepticismo ante la República

Cuenta el historiador Ángel Olmedo en unas notas sacadas de “El Anarquismo extremeño frente al poder: Estudio de un periódico libertario. El Amigo del Pueblo”, publicado por la Diputación de Cáceres, que los años de la República en Extremadura fueron de una constante confrontación.

A los anhelos de cambios por parte de los anarquistas le sucede un “escepticismo” desde amplios sectores de los trabajadores, que habían confiado en una Reforma Agraria que les entregase la tierra.

Crece el descontento y los movimientos populares adquieren posiciones más beligerantes. Se suman trabas impuestas a las organizaciones y la prensa libertaria, el intento de supresión de las tradicionales tácticas anarcosindicalistas con el establecimiento de los Jurados Mixto o la aplicación de la “ley de fugas” y otras como las de Vago Maleantes.

Comienzan las huelgas, tanto por Confederación Nacional del Trabajo como por la UGT, y se inician finalmente en 1933 los denominados “ciclos insurreccionales de la CNT”, que el líder anarquista García Oliver calificaba de “gimnasia revolucionaria”.

Suponía una estrategia de entrenamiento desde el mundo libertario, unos ensayos para la revolución por la que apostaba el anarcosindicalismo, según explica el historiador.

El profesor Sánchez Marroyo, en su estudio sobre los conflictos político-sociales en la provincia de Cáceres durante la República, ha estudiado las consecuencias penales de algunos de estos casos una vez fracasada la intentona, con las detenciones y prisión para los participantes.

¿Cómo relata la prensa el suceso?

‘El Sol de Madrid’ contaba en su edición del 12 de diciembre de 1933 cómo el sargento y varios paisanos se hicieron fuertes en la Caja del Recluta en la noche del sábado 9 de diciembre, concluyendo la revuelta a las ocho de la mañana del lunes día 11. La población presentaba su aspecto normal, según comenta, y todo el mundo decía que había despertado de un “sueño”.

Definen a Pío Sopena como un significado sindicalista. También cuentan que no se pudo confirmar el número de obreros que se unieron, situándolos entre 7 y 15. En respuesta al levantamiento, el periódico informa de cómo salieron hacia Villanueva de la Serena fuertes elementos de combate con cañones y morteros. Durante toda la tarde se hicieron intimidaciones a los sublevados, sin conseguir resultados positivos, y al llegar la noche se intensificó el cerco, en espera de la mañana.

En los primeros momentos los “revoltosos” apresaron a los militares que estaban dentro del local, aunque los dejaron salir finalmente tras rechazar sumarse a la revuelta. Así con la luz del día las fuerzas del Ejército comenzaron el asalto del convento, con “un tiroteo intensísimo y una angustia inenarrable”. A las siete y media los sublevados dejaron de disparar y las fuerzas penetraron en el edificio con bayoneta calada.

Horas más tarde apareció entre los escombros del cuartel el cadáver del jefe de la sublevación. Fue alcanzado por una bomba en la cabeza y le cayó una bóveda al derrumbarse.

Es en un artículo, a modo de editorial, el periódico da por terminada la “intentona anarcosindicalista” y relata que sus impulsores “ya no encuentran ilusos” que se sumen a la “esterilidad de estas bárbaras y absurdas tentativas”.

Reclama también una reacción urgente de los socialistas y la organización obrera, porque según dice, el socialismo “ha preferido cargar gratuitamente responsabilidad al gobierno”. Argumenta que si el “presunto olvido” de las reivindicaciones sociales del Gobierno está detrás de estas revueltas, “¿puede decir el Partido Socialista por qué cuando estuvo en el poder sufrió también intentonas anarcosindicalistas?”.

La revista ‘Estampa’ relata en su número del 23 de diciembre de 1933, en un artículo del enviado especial José Quílez, que se trata de un hecho que “conmueve a la tierra extremeña y a España entera”.

“Un grupo de locos, capitaneados por el sargento Pío Sopena, el gran loco de la partida, se habían hecho fuertes en el edificio, habían atraído hasta la puerta a la benemérita, y en primera descarga habían matado a un guardia y herido a otro”, narra en su crónica en boca de un lugareño al que da voz.

“Villanueva parecía un cementerio en aquella mañana de domingo. Todo el mundo, aterrorizado, en sus casas. No se abría una puerta, ni un balcón ni una ventana. La fuerza pública acordonaba el barrio de San Francisco, donde se adivinaba el curso de la tragedia por un nutrido y constante tiroteo. No hubiera hecho falta que lo acordonara, porque nadie tenía interés en avanzar en aquél infierno”.

Aporta un elemento importante en el relato, el relativo a que el militar pudo haber recibido el impacto de una de las balas de la fuerza pública, que le imposibilitó para la lucha y le obligó a dar órdenes postrado en el suelo. También que la mujer del sargento se acercó a la zona con sus tres hijos, con el interés de que el sargento abandonara su atrincheramiento, sin lograrlo.

Al filo de las nueve de la mañana del lunes, por las “terribles” brechas abiertas por el cañón que trajo la Infantería, se lanzaron al asalto todas las fuerzas que allí había. “Los revoltosos que aún vivían intentaron abrirse paso a tiros, y a tiros murieron acribillados en los pasillos y en los patios del viejo caserón”.