Jonathan Herranz, el joven extremeño que se encontraba en Nepal en el momento de la catástrofe que ha asolado el país, ha sido evacuado junto a otros 43 españoles en un avión de la Fuerza Aérea.
Son los primeros ciudadanos europeos que salieron de Katmandú, una ciudad en la que no hay de momento ni luz ni agua, sólo destrucción. “Escombros y muertos”, asegura Jonathan, un extremeño de 27 años, que llevaba 20 días de turismo por el país asiático.
El taxi en el que iba sufrió un accidente durante el temblor, se empotró en una casa y sus compañeros de viaje murieron. Ha pasado 50 horas en el aeropuerto sin prácticamente agua ni comida, tiene golpes en la espalda y lo primero que hará es visitar a un médico. Este joven cacereño de 27 años llevaba 19 días en Katmandú de turismo en el momento del suceso.
Una traumática experiencia
Muchos desean volver a casa, pero otros dejan atrás sus vidas, sus sueños, sus parejas y hasta sus maestros espirituales, pero lo que sí tienen en común los 44 españoles que hoy han llegado a Madrid tras ser evacuados de Nepal es el miedo que sintieron cuando la tierra tembló en el país del Himalaya.
Han viajado a Madrid en el Airbus 310 de la Fuerza Aérea Española, que trasladó al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, tras su viaje oficial a la India, en el que coordinó, junto a la Embajada en Nueva Delhi, las tareas de evacuación y de repatriación de 127 españoles.
Durante el vuelo, García-Margallo ha intercambiado impresiones con muchos de los españoles, a los que ha visto “agotados” y con ganas de volver a casa después de la traumática experiencia.
Unos vuelven a España porque así lo desean y otros para tranquilizar a sus familias y hacerles ver que se encuentran bien tras las imágenes emitidas en las televisiones de todo el mundo.
“Estoy al límite total, en shock”, asegura Lucía, una mujer natural de Huelva, de 42 años, y artesana de profesión. Lleva cinco años viajando a Nepal, donde tiene a su maestro espiritual.
Sus planes eran quedarse en Katmandú dos meses, donde vivía con una familia, pero todo se paró cuando el suelo tembló y ella se encontraba en una cuarta planta.
No quiere acordarse del miedo que sintió y de lo “desgarrador” que fue después dejar allí a sus amigos nepalíes, a los que cree que no se ha ayudado tanto como a los europeos.
Tiene claro que si dependiera de ella se habría quedado en Nepal, pero vuelve a Huelva para estar con su familia, especialmente con su madre, que ya perdió un hijo y que quiere tener a Lucía cerca de ella. “Volveré a Nepal”, asegura.
Otros españoles sintieron menos el seísmo ya que estaban en espacios más abiertos, como una joven traductora freelance de Barcelona, que se encontraba en la terraza de un hotel.
Su novio es nepalí y se había ido a Katmandú con un visado para tres meses. Le duele dejar en este momento a su pareja porque sus padres han perdido la casa a causa del terremoto, pero también es consciente de la preocupación de su familia.
Se lamenta de lo lejos que está Nepal pero tiene claro que volverá, allí tiene de momento su vida.
'Héroes'
Y como en toda catástrofe, siempre hay “héroes”. Los trabajadores de la constructora española San José, que tiene sus oficinas cerca del aeropuerto nepalí, atendieron en los días posteriores al seísmo a más de 120 españoles que iban llegando “por goteo” hasta allí, según ha explicado a Efe uno de sus responsables, Óscar Gutiérrez, que ha viajado a Madrid junto a su mujer y a su hija pequeña.
En el avión han volado además varios de los trabajadores de esta constructora, que sirvió de base de encuentro e incluso de alojamiento de los españoles en Katmandú y desde donde también trabajó el personal de la embajada en Nueva Delhi, encabezados por la cónsul general, Laura García Alfaya.
“La gente colaboraba en las oficinas, entendía bien la situación. Se ayudaba en la comida, en la limpieza”, relata Óscar, que explica que las oficinas siguen siendo un punto de encuentro de los españoles y que de hecho hoy mismo volaba desde Nueva Delhi otro equipo de la empresa para suplir a aquellos que llegaron a Madrid.
El día del temblor Óscar no trabajaba, era sábado, y se encontraba junto a su familia en un club. Hubo un momento de pánico hasta que localizaron a su hija, Manuela, explica este español, que volverá “en días” a Nepal pues su trabajo está allí.
Hoy la niña recuerda como hace sólo tres días les dieron un curso en el colegio para saber cómo actuar ante un terremoto, ya que Nepal es una zona del planeta considerada de alta peligrosidad sísmica.
De hecho los residentes estaban más preparados para un terremoto que los turistas, como dos mujeres que viajan con un bebé de un año y que tenían en su vivienda una alarma para detectar seísmos y un kit de emergencia que les permitió afrontar los siguientes días.
Antonio, compañero de Óscar en la constructora, lo vivió en la sexta planta de un hotel. Bajó a la calle como pudo.
Aún sigue con la cara de susto que le hizo vagar durante seis horas de un lado para otro tratando de buscar un espacio abierto. “Pasé mucho miedo. Estamos acostumbrados a ver estas imágenes por la televisión pero nada que ver”, afirma.
Nuria y Miguel Ángel habían ido a Katmandú a visitar a sus amigos, también trabajadores de la constructora, y vivieron el temblor en un séptimo piso, la torre más alta de la capital nepalí. “Ha sido un infierno, hemos vuelto a nacer. Gracias al Ministerio, al cónsul, a la embajada, estamos vivos”, afirman.
Además del terror que pasaron aquel mediodía del 25 de abril, casi todos los españoles que hoy han regresado a casa coinciden en que Nepal es especial y en que volverán en cuanto puedan. Un pueblo que, ruegan, necesita mucha ayuda del mundo.