El montañero extremeño con sordoceguera Javier García Pajares ha alcanzado el techo de África, el Kilimanjaro a 5.895 metros de altitud, y lo ha hecho acompañado de otros tres jóvenes con discapacidad visual y varias personas mayores: “Muchas veces lo que creemos imposible es solo difícil y el problema es que nunca lo hemos intentado”.
Se trata de la última aventura inclusiva organizada por Senderos Accesibles, con la que Javier suma así otra cima a las que ya ha coronado, como el monte Elbrus (la montaña más alta de Europa con 5.642 metros), o siete picos de los Alpes de más de cuatro mil que ascendió en tan solo seis días.
Pero sus retos no son solo subir montañas, desde que Javier a los 15 años adquirió su discapacidad su vida se convirtió en un camino lleno de desafíos: Terminó Bachillerato con el mejor expediente del instituto, se graduó en Administración de Empresas y Derecho con matrícula de honor en su trabajo fin de grado y fue el primer Erasmus sordociego.
Tras más de cinco años trabajando como asesor jurídico, actualmente trabaja como técnico de relaciones institucionales en Ilunion, las empresas del Grupo Social ONCE, y desde hace año y medio es padre. “Ser padre es para mí subir la montaña más dura de todas, pero la más bonita. Es una aventura de todos los días donde siempre hay algo que aprender y de lo que disfrutar. La vida te cambia mucho, pero creo que es un cambio para bien y que, aunque ahora sea todo un poco más duro, en un futuro estaré con Leo, que así se llama mi hijo, subiendo montañas también”.
En una entrevista con EFE, Javier explica que le gusta aprovechar los retos para lanzar mensajes, en la cumbre del Kilimanjaro que alcanzó junto a sus compañeros hace unas semanas mostraron la pancarta: “No a la manipulación, sí al empoderamiento”. “Tenemos que conseguir empoderar a todas las personas con sordoceguera de nuestro movimiento asociativo para que siempre seamos las únicas dueñas de nuestras decisiones”, cuenta.
En su afán de romper barreras, ya está pensando su siguiente desafío el Aconcagua, la montaña más alta de Sudamérica. “Es complicado, sobre todo porque se requiere mucha financiación, pero dicen que donde hay una voluntad hay un medio”. “He conseguido un trabajo, he construido una familia y he superado muchos desafíos. He subido el Elbrus y el Kilimanjaro. Si he hecho todo eso es porque yo lo he querido y creo que así debería ser siempre. Creo que nunca deberíamos permitir que nuestras acciones obedezcan a intereses de otras personas que ni siquiera tienen discapacidad”, asevera.
Gracias a su perseverancia, consiguió una victoria contra un gigante, una compañía aérea que le impidió viajar solo; tras su denuncia, la Comisión Europea aprobó un código de conducta contra la discriminación de pasajeros con discapacidad en el transporte aéreo.
Le gusta ayudar y motivar a otras personas con discapacidad. “Creo que cada vez que nos superamos podemos motivar a otras personas, tengan o no discapacidad, a superarse también. Muchas veces lo que creemos imposible es solo difícil y el problema es que nunca lo hemos intentado. Por eso es bueno tener a personas de referencia que se han atrevido a intentarlo, a dar el primer paso”.
“La montaña es una metáfora de la vida. Te pones un objetivo, que es la cima, y con mucho esfuerzo y perseverancia puedes conseguirlo, pero siempre disfrutando de lo que vives y compartes por el camino. Si luego consigues hacer cima, fenomenal, pero si no, siempre será un aprendizaje y habrá más oportunidades. Por eso disfruto tanto haciendo montaña y también por eso las emociones se repiten en cada cima”, concluye.