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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Madre Dehesa

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Aquí donde estamos, estaba el mar. Sí, el mar. ¿Ves esas ondulaciones de la tierra? Son fruto de la fuerza del agua, del movimiento de las mareas. Y la tierra, bajo el agua, se transformaba. Y la vida, bajo el agua, se transformaba. Y todo empezó, lo de la vida, hace 500 millones de años.  

Aquí donde estamos, es muy probable, aunque aún no he mostrado las pruebas, es muy probable que aquí vivieran aquellos metazoos que estrenaban esqueleto.

Aquí donde estamos, donde ahora coexisten más de 140 especies de interés para la conservación, porque en solo cien años todo se ha vuelto inestable, peligroso y lúgubre.

Yo, como madre, las abrazo a todas. A las criaturas vertebradas y a las invertebradas. No tengo predilección por ninguno de mis hijos. Ni por las plantas, ni por los árboles, ni por las setas, ni por los hongos, no hay para mi seres puros o impuros. Y sé que ninguna de mis hijas es perfecta. Claro que no. Como yo misma no soy perfecta, es que solo soy madre. Sé amar, sé esperar, sé lo que es acoger la vida y dejarla crecer. Y no intervenir. 

Aquí donde estamos. Todo ha cambiado despacito. Y todo ha cambiado para bien. Soy una jovenzuela que apenas tiene unos cientos de años, algo más de mil, quizás, pero no mucho más. Soy apenas un brizna de luz en la historia del planeta que me acoge. Y soy hija. Me han creado las personas, esos animales extraños que son también mis hijos. 

¿No hay lógica en lo que digo? 

Pues claro que la hay. Es la lógica de la naturaleza. Lo sé, no es fácil de entender para ti, amada hija. Pero en los ciclos naturales, en el tiempo circular de los planetas, soy fruto de la creación premeditada, y soy quien cuida la vida que me creó. 

Esa soy yo. Y me llaman Defensa. Soy la Dehesa. 

Más de mil años viendo nacer, crecer y morir a mis hijas e hijos. Más de mil años y ahora, tengo miedo. En el peor de los momentos. Cuando el equilibrio se ha roto, no quiero juzgar, pero sería irresponsable por mi parte no decirlo. El hijo que me creo se ha vuelto en contra de su madre, y de sus hermanos, y de sus hermanas. Y nos ha cambiado el clima, y nos ha ensuciado el aire y el agua, y ahora, no contento con eso, nos amenaza con abrir una herida que remueva mis huesos. Que remueva esos quinientos millones de años de historia de mareas lentas, de glaciares lentos, de sequías lentas. Y de floreceres lentos. 

Pero no todos mis hijos humanos me han abandonado. No sería justo decir eso. No todas mis hijas humanas han olvidado que soy la madre que crearon sus antepasados para protegerlas. Y yo que soy defensa, refugio y abrigo. Me siento impotente y lloro en el regazo de estas hijas-madres que ven la amenaza y abren sus brazos, y se plantan de pie, y luchan por mi, y por todos mis hijos, sobre todo por los más débiles y amenazados. Y ponen el cuerpo, y usan esa lógica que yo no comprendo, porque no es la lógica de la vida, no es la lógica de los ciclos, no es la lógica del cosmos. No es la lógica de los equilibrios que se cuida. Usan esa lógica que solo entienden ellos. 

Aquí donde estamos hace quinientos millones de años estaba el mar. Aquí donde estamos, en este preciso momento una amenaza se cierne sobre nuestro futuro. “Por tu vida, únete a mí.” *

*Nota: cita de Walt Whitman del libro “Yo soy el Poema de la Tierra”