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Olivenza, cinco siglos de pasado portugués y un habla singular

Tradicional dulce de la técula mécula, de origen luso, en la pastelería Casa Fuentes en Olivenza (Badajoz). EFE/ Jero Morales

Carlos González de Rivera/EFE

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Al llegar a la coqueta localidad pacense de Olivenza, de unos 12.000 habitantes, la herencia de cinco siglos de pasado portugués se percibe a cada paso en su arquitectura y en el típico empedrado de sus calles, pero si atractivo es su patrimonio, lo que la hace realmente singular es su habla.

No solo es diferente por el llamado portugués oliventino, un subdialecto del Alentejo oriental “contaminado” por la lengua española, sino porque “cuando se habla el castellano en Olivenza el portugués está ahí”, como se demuestra en el mal uso de algunos tiempos verbales, explica a Efe el experto Eduardo Naharro-Macías.

El habla oliventino, reconocido por la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias, tiene además palabras propias sin referencia en el castellano y el portugués.

Este enclave fronterizo celebra este miércoles el Día Mundial de la Lengua Portuguesa con una jornada cultural que pretende impulsar la declaración del portugués oliventino como Bien de Interés Cultural.

De forma paralela los establecimiento comerciales lucen estos días cartelería de una campaña de promoción de su lengua, con palabras como “¡ay madre!, ¡ay mai!, ¡minha mãe!”, en español, oliventino y luso, respectivamente.

Para entender tan importante legado hay que conocer la historia de Olivenza, cuyo origen está ligado a la reconquista de Badajoz por el rey de Alfonso IX de León, en 1230.

Tiempo después, en 1297, Fernando IV de Castilla la cedió al rey Dinis de Portugal y, tras más de 500 años de dependencia lusa, pasó a la corona española al acabar la Guerra de las Naranjas (1801).

Esa “mistura” (mezcla), como dicen los portugueses, se aprecia en todos los aspectos y es lo que hace “singular” a Olivenza, según Joaquín Fuentes, miembro de la Comisión Educativa para el Portugués.

Fuentes destaca a Efe que Olivenza tiene los mejores ejemplos de arte manuelino fuera de Portugal, como la Iglesia de María Magdalena, y su legado está también presente en dulces como la técula mécula y en la música, lo que ha hecho que el folclore oliventino haya aportado mucho al extremeño.

Cuando los portugueses visitan Olivenza se sienten “muy identificados” con su pasado y cuando lo hacen los españoles ven que es un lugar “muy diferente”, apunta.

A su juicio, el oliventino está orgulloso de su pasado y ahora, desde hace pocos años, tiene la opción de optar oficialmente a la doble nacionalidad, un paso que ya ha dado un millar de personas.

Para algunos esto será simplemente algo “afectivo”, pero a los más jóvenes les puede abrir puertas académicas y al mundo laboral, ha apuntado.

Al hablar de portugués en esta localidad no se puede olvidar el normativo que se da en la escuela, ya que la sección bilingüe de Infantil del colegio Francisco Ortiz fue la primera de España y es la única de Extremadura.

Y además cuenta con el aula municipal de portugués que dirige Naharro-Macías, que comenta, entre otras iniciativas de difusión, la doble nomenclatura que tienen las calles del casco histórico.

Naharro-Macías ha indicado que el portugués oliventino pervive entre los mayores de 65 y 70 años, que lo hablan entre ellos en la calle y en casa, y ha reconocido que “corre peligro”.

Durante un tiempo estuvo “estigmatizado” como una lengua pobre y de bajo nivel, y rechaza que se refieran a ella con calificativos como “portuñol” o “chapurreo”.

Un ejemplo muy puro de esta lengua lo ofrece Sebastiana Martínez, una viuda de 93 años, de San Benito de la Contienda, que comenta a Efe que la forma de hablar en esta aldea es diferente a la de la villa de Olivenza.

Cuenta que el portugués oliventino fue la primera lengua que aprendió y que aunque que se crió de forma miserable, sus hermanos y ella siempre fueron al colegio.

Asegura que en la aldea todavía lo habla mucha gente y que ella lo hace con su hija la mayor.

Y se despide en su lengua con una canción que en español se traduce así: “Dicen que allí en Lisboa la vida es buena. Andan a la que salta. Van las muchachas con la falta corta y enseñando las piernas”. 

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