Olivenza: “hijos de España y nietos de Portugal”

Jero Díaz

“Las muchachas de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal”. Así reza una popular jota extremeña que resume a la perfección el sentir de este pueblo fronterizo, cuyos habitantes hacen uso, cada vez más, del derecho a contar con la doble nacionalidad española y lusa.

El municipio extremeño de Olivenza, de unos 12.000 habitantes, fue portugués durante cinco siglos y pasó a pertenecer a España en 1801, tras la Guerra de las Naranjas y en virtud del Tratado de Badajoz.

Hace unos años la CIA (Central Intelligence Agency) sorprendió a todos al incluir a Olivenza como zona de conflicto internacional, similar a Cachemira o a la franja de Gaza, al tener en cuenta las antiguas reclamaciones portuguesas sobre el municipio extremeño.

Sin embargo, “nada más lejos de la realidad”, pues en Olivenza se vive de forma “apacible” y “enriquecedora” su peculiar condición de “sumar” su historia española y portuguesa, algo que se valora también desde la vecina región del Alentejo, cuyos habitantes visitan con asiduidad y “cariño” esta ciudad hermana, donde el arte manuelino, los azulejos y la gastronomía delatan su rico pasado luso.

Así lo ha explicado Joaquín Fuentes, presidente de la Asociación Alem Guadiana, que promueve la recuperación de la herencia portuguesa de Olivenza y que desde hace poco más de un año gestiona la posibilidad de que los oliventinos obtengan la doble nacionalidad española y lusa, algo que permite la República de Portugal a los habitantes, cónyuges y descendientes del municipio pacense en virtud de su pasado, al igual que hace España con los descendientes de la población judío sefardita.

Más de trescientos oliventinos o descendientes de este municipio han solicitado ya a Portugal la nacionalidad lusa y cerca de doscientos ya la tienen, según Fuentes, quien ha destacado que no existe un perfil del solicitante, pues se trata de “un fenómeno absolutamente transversal” que abarca a “mayores de más de 90 años hasta a niños de tan sólo uno y a personas de todos los estatus e ideologías”.

Ha explicado que si bien inicialmente se sumaron a esta iniciativa personas “con más inquietud cultural”, ahora se ha hecho extensiva a colectivos de todo tipo, incluidos los descendientes de oliventinos que emigraron fuera de Extremadura en los años 60 y ahora residen en otras comunidades como Cataluña o Madrid.

Ha destacado el “carácter afectivo, emocional y simbólico” de la doble nacionalidad, como un homenaje a los antepasados portugueses, pero también “práctico” desde el punto de vista educativo y laboral, de “posibilidades que se pueden abrir”.

Este privilegio “opcional y personal” de tener la identidad portuguesa sin renunciar a la española, un “carácter bicultural único en la Península Ibérica, que suma y enriquece”, es visto con “simpatía y respeto” por parte de las administraciones de “acá y de allá” y por la ciudadanía, cada vez más proclive a poner en valor la singularidad de Olivenza como “unión de dos culturas” hermanas, según Fuentes.

Algunos habitantes conocidos

Entre este colectivo de personas, se incluye el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, natural de Olivenza y muy amante de su pueblo, donde tiene su vivienda personal y quien ha expresado en numerosas ocasiones su deseo de optar a la doble nacionalidad.

A mediados del siglo XX en Olivenza el idioma que “se escuchaba en las calles era el portugués”, aunque ese vínculo transmisor “que se había mantenido durante siglos” se ha ido rompiendo al morir las generaciones mayores, por lo que hoy en día hablan portugués unos 1.500 oliventinos, fundamentalmente los ancianos, pero también los más jóvenes, que se han beneficiado de las medidas de impulso para mantener en el municipio el conocimiento de la lengua lusa.

Apellidos como Pinto-Amaya, Andrades, Piris, Silva o Sousa proliferan entre los vecinos de Olivenza, cuyas calles, gracias a la iniciativa de Alem Guadiana, han recuperado la doble señalización española y portuguesa en el casco antiguo.

Sus restaurantes huelen también cada vez más a cocina extremeño-alentejana, algo que se impulsará ahora con la creación de una cofradía gastronómica para poner en valor la tradición y la modernidad de este municipio, que este fin de semana reúne en torno a algo tan español como su feria taurina a miles de visitantes de un lado y otro de la frontera.