Los casi 450 vecinos de la localidad cacereña de Cedillo y los del municipio portugués de Montalvao llevan separados desde hace casi 30 años por 120 kilómetros de carretera y casi dos horas de camino, cuando en realidad, la distancia geográfica que les separa es de 13 kilómetros.
En pocos años, se prevé que, en 2026, podrán ver reducida en el espacio y en el tiempo la brecha que los separa, el río Sever, un afluente del Tajo sobre el que se construirá un puente, que tendrá una longitud de entre 70 u 80 metros.
Este puente ha sido una vieja reivindicación del alcalde de Cedillo, Antonio González, desde que llegó a la Alcaldía en 1987, pero “al ser una reivindicación local nunca se nos ha hecho mucho caso”. Ahora será una realidad gracias al proyecto de construcción de un puente que unirá ambos países, que el Gobierno portugués y, en concreto, la Cámara Municipal de Nisa, ha presentado para ser financiado con cargo a los fondos europeos de resiliencia, en total 9 millones de euros.
“El pueblo no lo va a conocer ni la madre que lo parió”
Entre el puente, la comunidad energética solar y las tres grandes plantas solares que está construyendo Iberdrola en Cedillo, con las que el municipio, va a ingresar vía impuestos alrededor de 4 millones de euros, el pueblo “como diría Alfonso Guerra, no lo va a conocer ni la madre que lo parió”, afirma orgulloso en declaraciones a elDiario.es Extremadura.
Estos grandes proyectos, el puente y las plantas solares, han levantado el ánimo de los vecinos que no se creen tanta suerte en tan poco tiempo, un pueblo rico, con una tasa de paro cero y en tres años, aproximadamente, con un puente que les permitirá llegar a Montalvao en 13 minutos y a las playas de Nazaret en poco menos de 2 horas.
Además, los habitantes de Cedillo tienen estrechos lazos familiares, comerciales y culturales con sus vecinos portugueses, en concreto, con los de los municipios de Montalvao, Nisa, Monte Fidalgo y Castelo Branco.
Familias separadas por el río
Hay matrimonios mixtos a un lado y al otro del río Sever, y en poco tiempo, cuando funcione el nuevo puente es muy posible “que haya un mayor intercambio”, asegura el acalde.
Hasta ahora, para ir a Portugal, los vecinos de Cedillo, de lunes a viernes, tienen que ir hasta la localidad cacereña de Valencia de Alcántara y, desde allí, cruzar la frontera. Los sábados, desde las 10 de la mañana hasta el domingo a las 10 de la noche, pueden utilizar la cubierta de la estación hidroeléctrica de Iberdrola, con la que salvan el río Sever. “Los días de diario no podemos utilizarlas por motivos de seguridad porque está la estación funcionando, así que nos tenemos que esperar al fin de semana”, dice González.
Cuando surge algo urgente, tanto desde el lado español como desde el lado portugués, utilizan unas viejas barcas que están en el río Sever, “al otro lado nos esperan con coches para recogernos, y nosotros hacemos igual”, asegura el alcalde.
“A mi no me gusta mucho el agua, pero cuando no queda más remedio las utilizamos”. Asegura que nunca ha habido ningún accidente en el río, a pesar de que hace años era muy habitual que la gente lo atravesara en barcas para ir a las fiestas de sus vecinos portugueses.
Tan sólo en una ocasión, recuerda el alcalde, en 2005, “un hombre murió ahogado al regresar de las fiestas de Monte Fidalgo, aunque el fallecido y sus acompañantes ya habían llegado a la orilla española, pero decidieron bañarse de madrugada y le debió dar una congestión y no pudo salir”
El pueblo recibe cada noticia que sale sobre el puente como si les hubiera tocado el Gordo de Navidad, “cuando nos hagan el puente podremos ir más fácilmente a Lisboa, nos va a caer muy cerca”, dicen unas trabajadoras municipales.
Unas vecinas, la única que se atreve a decir su nombre, Ana Isabel Recio, señalan que no se lo acaban de creer, “a ver si lo hacen y podemos ir a Castelo Branco o a Nisa, que es más grande y tienen un supermercado francés que tiene cosas estupendas”, asegura.
Pero, no todos están a favor del puente, Juan Francisco Sousa, señala, mientras se toma un vino en el Bar de La Piscina que “personalmente, yo no lo quiero porque va a terminar con la tranquilidad en este pueblo, va a haber mucho trasiego de un lado y a otro, y van a pasar personas y cosas que no deben pasar”.
Sousa opina que será una vía de paso fácil para traficantes y para que los ladrones puedan huir. El alcalde dice que hay algunos vecinos que están convencidos de eso, pero están equivocados, precisamente los robos que se han dado aquí han sido en días de diario que no tenían la posibilidad de utilizar la pasarela de la estación hidroeléctrica“.
Juan Francisco, nieto de un portugués, se atreve a decir, incluso, que son más los vecinos del pueblo que no lo quieren frente a la que los que lo quieren. Otro vecino, también con ascendencia portuguesa y que participa en la conversación, mueve su cabeza afirmativamente apoyando lo que dice su compañero de barra. Junto a ellos hay un tercero, acaba de entrar en el bar, es portugués e hijo de portugueses, les increpa preguntándoles por qué no quieren el puente cuando “estáis deseando que llegue el fin de semana para pasar a Portugal”, y le responden, “pues eso, que con el fin de semana tenemos suficiente”.
Lo que es evidente, después de hablar con bastantes vecinos del pueblo, es que no ven el momento de poder pasar al otro lado de la frontera sin tener que esperar al fin de semana y sin tener que estar pendientes del reloj. Ese día, según dicen, “será un día muy grande”.
La Junta de Extremadura, titular de la carretera Ex-374 que enlazará con el nuevo puente, ya ha iniciado los trámites y los estudios pertinentes para adecuar la vía y todas las conexiones en la parte española para que la unión de ambos países y la eliminación de la última frontera natural de España sea una realidad.