Quién es el universo y porque me escucha sin permiso
Llevo tres años, casi cuatro, un poco malos, tampoco es que quiera dar pena en demasía que en las cosas importantes, me va bien, o sea en el amor. Pero en estos años, de forma recurrente, me dicen que lo que me sucede es porque no estoy pensando de la forma correcta y el “universo” me está dando lo que pido, o sea problemas.
Confieso que al principio no me lo tomaba a mal. Es verdad que desde que me comenzaron a crecer los pechos en la adolescencia siempre quise una talla más pequeña, la mitad de tetas sería ideal, pensaba. Y claro, a los 52 me vino un cáncer de mama y tengo literalmente una teta sí y otra no, la mitad de tetas. Y como broma puede estar bien un día o dos, incluso 100, pero al cabo de cuatro años haciéndome única responsable de mis desgracias me parece que es un doble castigo que merma extremadamente mi alegría de vivir, porque me introduce en un laberinto de confusión, en el que soy incapaz de confiar en mis pensamientos, mis decisiones y mis expectativas de futuro.
Finalmente, hace poco he tenido una fuerte discusión por este motivo con una persona a la que quiero mucho, pero que afirma que mis problemas están generados porque “no sé pedir lo que necesito” y envío mensajes negativos al “universo''.
Para mi el universo es lo que dice la NASA: “una enorme extensión de espacio que contiene toda la materia y toda la energía que existe. El universo contiene todas las galaxias, estrellas y planetas. El tamaño exacto del universo es desconocido.” y nada más, aunque desde luego nada menos. Es sobrecogedor pensar en la propia pequeñez ante un espacio incognoscible.
Lo curioso es que yo tengo una vida que no es para nada como la había imaginado. Tengo un matrimonio feliz que lleva durando 33 años, y digo que es curioso porque me pasé la infancia y la adolescencia soñando con ser una soltera aventurera en África. Desde luego hay algo que no estaba expresando bien en mis sueños de edad temprana porque he terminado siendo una persona casada y con dos hijos, más de diez perros (no todos al mismo tiempo) y un montón de aventuras pero por el mundo, algunas también en África, afortunadamente.
Muchas de las personas que me aseguran que no me estoy comunicando bien con el “universo” tienen miedo de que Google las escuche. Bueno, yo sé que lo quiera o no las multinacionales se meten en mi vida, pero ya que debo soportarlas, agradezco que la mayor parte de los anuncios que me salen al navegar por la red de internet tengan que ver con mis gustos y preocupaciones, aunque en muchos casos no hay respuesta porque mis gustos y preocupaciones no tienen contraparte en empresas que se anuncien de ninguna manera. De modo que aunque Google esté escuchando mis conversaciones, no puede darles respuesta, ya que lo único que sabe hacer el algoritmo es proponerme opciones de compra, y la mayor parte de los días no deseo comprar nada. En cualquier caso, esa escucha no carga sobre mí el peso de la culpa.
Me he puesto a buscar, obviamente en un buscador espía, cuál es la manera correcta de comunicarse con el universo para que te haga caso, y resulta que lo correcto es precisamente lo que yo hacía en mi infancia y adolescencia, dice: “ recuerda cuando eras niño, y empieza a jugar imaginando que eres lo que quieres ser”. De modo que yo que jugué a ser una mujer soltera que trabaja en misiones humanitarias en el África Subsahariana, he tenido algo bastante raro, porque he tenido algo que nunca imaginé, ni deseé, ni pedí de ninguna manera. También llevo toda la vida soñando con ser una escritora de éxito, y desde luego he logrado ser escritora, pero el universo aún no ha entendido la segunda parte de mi anhelo infantil.
Acabo de sacar mi primer libro digital, y estoy muy contenta y agradecida a la Editora Regional de Extremadura porque le ha dado cuerpo virtual y acceso gratuito desde cualquier parte del mundo a mi diario de una radioterapia. Lo cuento porque viene a colación, ya que uno de los días, el cuarto para ser exactas, hago referencia a una reflexión de Almudena Hernando (ya la he nombrado más veces aquí porque soy muy fan de esta arqueóloga) y cito una parte de mis lecturas en la sala de espera.
¿Qué pasa después de la muerte? - se pregunta en mi cabeza y le pregunta a un supuesto astrofísico modelo de racionalidad individualizada.
Almudena sostiene que el astrofísico puede optar por ser racional para todo, menos para la muerte, y acogerse a algún tipo de mito revestido de sagrado para paliar la angustia natural que le ocasiona la idea de morir.
Por supuesto es respetable - le respondo en mi cabeza -. Como organismo complejo que somos no es de esperar que a todos los fenómenos que acontecen les demos la misma respuesta, desde la misma perspectiva.
Y sin embargo, pese a lo dicho, aquí estoy escribiendo esta reflexión entre el enojo y la incomprensión.
En este tiempo somos 7.993 millones de personas en el planeta, según las cuentas publicadas el 15 de marzo de 2022. Las organizaciones que se ocupan de medir(nos) dicen que hay más de 700 millones de personas que viven en situación de extrema pobreza. Esa es mucha gente con dificultades para satisfacer las necesidades más básicas del ser humano, como tener acceso al agua (imprescindible para la vida), a una alimentación adecuada, y así es imposible tener una buena salud, ni una educación adecuada. El investigador Max Roser de Our World in Data, expone que el listón de la pobreza moderada se mueve entre el 92% (personas con menos de 45 dólares diarios) al 78% (personas con menos de 20 dólares diarios), seguro que la mayor parte de quienes me leen, incluida yo misma, estamos dentro de una de estas dos categorías. Y obviamente están las gentes del otro lado, 56 millones de personas tienen al menos un millón de euros, y una docena, solo una docena de personas, tienen más de 100 millones.
Si relaciono estas dos informaciones, acerca del universo y los datos económicos, me encuentro ante la lógica conclusión de que somos una especie absolutamente estúpida, una especie que es incapaz de pensar con claridad para obtener lo mínimo necesario para una vida digna. Si a esto además le añado consideraciones ecologistas, sabiendo que el pasado 12 de mayo, en España, alcanzamos el día de la sobrecapacidad de la Tierra, y que en nuestro país el ritmo de consumo medio ha generado un déficit ecológico de - 2,8 hectáreas globales por persona, o dicho al revés, que necesitaríamos 2,8 planetas para afrontar nuestra demanda de recursos naturales. Entiendo que el propio planeta no se está comunicando muy bien con el “universo” o puede ser que el “universo” por su cuenta esté planeando nuestra extinción a la vista de nuestra incapacidad para pensar correctamente.
Pero puedo dar un paso más, puedo añadir la perspectiva antiespecista y entonces, veo que también los animales han perdido su capacidad de saber comunicarse con el “universo”, después de millones y millones de años teniendo una vida digna, llegan a este punto en que empiezan a comunicar mal sus deseos y terminan siendo masacrados, porque sus enemigos - o sea nosotros - cada día inventamos nuevos medios de tortura para ellos, desde las macrogranjas terrestres a las marinas, con aberraciones como las granjas de pulpos. Los pulpos, esos seres maravillosos y megainteligentes se están comunicando fatal con el “universo” y ahora no solo tendrán una muerte bajo tortura cuando sean atrapados y privados de libertad, ahora con las granjas de pulpos tendrán una vida de hacinamiento en cautividad, añadida a una muerte bajo tortura.
Y no es que esté en contra de la mística o la espiritualidad, en absoluto. Soy cuentacuentos especializada en la tradición oral del mundo, creo que pocas actividades humanas revisten más mística, ni más magia. Eso hace que cada sesión de narración sea para mí una experiencia espiritual. Estoy conectada al pasado, y lanzo la voz y la experiencia de miles, quizás millones de personas, hacia el futuro, soy un nodo hiperconectado en el espacio-tiempo y no puedo imaginar nada más seráfico.
Lo que no entiendo es la relación entre espiritualidad y hacer dejación del análisis crítico de la realidad. La cuestión es que hay una violencia sistémica desde hace miles de años, y esa violencia sistémica ha ido ganando terreno y tendríamos que preguntarnos porqué, y hacer algo para revertir esta horrible tendencia que parece definirnos como especie.
Mientras nos decidimos a poner manos a la obra con nuestras responsabilidades, voy a ver si puedo poner una denuncia al “universo” por leerme la mente sin mi permiso expreso, para hacerme regalos envenenados. Creo que el delito se llama revelación de secretos.
NOTA 1: Dedicado a María Salmerón que desde el 18 de mayo ha sido instada a entrar en la cárcel, ya me contarán ustedes que es lo que María no ha sabido pedirle al “universo”.
NOTA 2: Si alguien desea leer o compartir con otras personas el ebook “37 días. Diario literario de una radioterapia” puede hacerlo desde este enlace:
0