Salgo al paso de esta decisión política muy sonora pero que creo que merece alguna reflexión, porque es un caso similar al que podría ser el Senado, o el Consejo de Estado o los cientos de consejos u organismos que existen sin que la sociedad perciba claramente ni su trabajo ni su utilidad si es que la tienen...
El problema puede ser no tanto de innecesariedad (algo a discutir en cada uno de los casos) como de inoperancia o ineficacia, en su caso, y las causas de estas. Un Consejo puede ser un órgano perfecto y necesario según la ley, pero puede devenir inoperante y nocivo socialmente según se comporten sus integrantes y si atienden a la función propia que la sociedad haya otorgado a ese órgano o se limiten a ser transmisores de las instrucciones de sus partidos originarios (o que ostenten el poder).
Si este último fuera el caso, habría que revisar procedimientos y exigir independencia a esos organismos, sin la cual el juego de las instituciones se convierte en una burla, y no plantearse “cerrarlos” a la primera de cambio, por ejemplo por “ahorrar” o argumento neoliberal similar, porque entonces... habría que cerrar muchas otras instituciones que tampoco funcionan y por las mismas razones que he apuntado: el servilismo y el partidismo que practican muchas de las personas que no entienden con claridad su propio papel en la sociedad, que no consiste en aplaudir sino en evaluar, criticar y aportar.
En este caso, encargar a “Madrid” las tareas previstas para este organismo, sabiendo el caso que nos hacen allí, viene a darme la razón acaso en que esta decisión no esté bien meditada. No “cerremos” tanto y trabajemos más y mejor.