Si hay un canto espectacular, que resuene en dehesas y arrozales, es el de las grullas. Majestuosas, sobrevolando el cielo de grupos, anuncian con su ‘trompeteo’ un cambio de estación. Augura con sus movimientos que se acerca el otoño y el frío.
Se calcula que cada año pueden venir en torno a 100.000 grullas a Extremadura desde el norte de Europa, aunque es una cantidad que puede variar dependiendo de si el frío es más o menos crudo. Si las temperaturas son más suaves pueden permanecer más al norte, aunque en Extremadura las grullas han encontrado un espacio idóneo según explica Jesús Valiente, de la asociación conservacionista Adenex.
Su llegada es un bello espectáculo que regala la naturaleza y un reclamo turístico de primer orden para amantes de las aves. Cientos de personas hasta la región se desplazan para disfrutar de este espectáculo vivo.
A diferencia de otros territorios, donde se localizan en puntos muy específicos, en Extremadura se extienden a lo largo de toda la comunidad, desde el norte de la provincia cacereña. Desde el embalse de Borbollón hasta las dehesas del sur de Badajoz. Pero también en zonas como la Albuera, junto a Badajoz, o en la zona de regadíos del Guadiana.
Es en todo el perímetro del plan de regadíos donde las grullas se acumulan de manera masiva para alimentarse de los restos de la cosecha que acaba de terminar. De modo que se comen los restos, y no hacen apenas daño a los cultivos en contra de lo que se pudiera pensar, comenta el representante de Adenex.
La dehesa y las grullas
Es cierto que encuentran abundante comida en campos y zonas de grandes embalses, aunque es la dehesa la que mantiene la presencia de las grullas en la comunidad, lugar predilecto en su alimentación.
El paisaje agrario puede variar con el paso de los años exponencialmente a golpe de los dictámenes de la Política Agraria Comunitaria (PAC), ha sido la dehesa donde históricamente se han visto atraídas y donde encuentran alimento y abrigo estas espectaculares aves.
La pérdida de hábitat natural resulta ser una de las mayores amenazas para las grullas, teniendo en cuenta que la dehesa reduce su volumen sin pausa, apuntan desde Adenex.
La pérdida de la dehesa es una amenaza para las grulla, aunque el el principal factor en la mortalidad de ejemplares son los tendidos eléctricos por impactos o electrocuciones.
El problema reside en la enorme proliferación de los tendidos por todo el territorio que no se señalan. Cables que no están lo suficiente señalizados en zonas especialmente sensibles. Hay que tener en cuenta además que en invierno las condiciones meteorológicas hacen que la visibilidad se reduzca en exceso y terminan siendo presa de ellos. Aquellas que tengan suerte serán rescatadas y atendidas en los centros de atención de fauna salvaje, y otras muchas, no tan afortunadas, pueden tener un final fatal.