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Alfonso Pato

15 de febrero de 2022 06:00 h

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Diecisiete mil republicanos españoles que huyeron del fascismo, primero de Franco y después de Hitler, le deben parte de su vida a un gallego: Alejandro Viana. Natural de Ponteareas (Pontevedra), este diputado del Frente Popular, militante de Izquierda Republicana, fue pieza clave en la organización de más de 30 barcos, entre ellos el famoso Winnipeg rumbo a Chile, que sirvieron de vía de escape a los demócratas derrotados en la Guerra del 36. Y aunque su imagen aparecía en orla fotográfica al lado de otros célebres parlamentarios gallegos elegidos por la coalición de izquierdas en las últimas elecciones previas al golpe franquista –Castelao, Casares Quiroga, Osorio Tafall, Suárez Picallo–, Viana era prácticamente desconocido. Roberto Mera Covas lo ha remediado con el libro Alejandro Viana, un galego á fronte do rescate dos refuxiados republicanos (Ediciones Belagua, 2022), en el que Covas condensa más de veinte años de investigaciones sobre la biografía de este Schindler gallego, político y empresario. “Ha sido apasionante trabajar en encajar las piezas del puzle de su vida”, afirma Mera.

La vida de Alejandro Viana Esperón es un puzle con muchas piezas que encajar. Nacido en 1877 en Ponteareas, en el seno de una familia sin recursos, fue primero un empresario emprendedor y después diputado en las Cortes españolas por la coalición de izquierdas del Frente Popular, victoriosa en los comicios del 36. Estalla la Guerra Civil y huye hacia Francia, donde se convierte en el responsable del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE). Y allí se erige en la persona clave en la organización de más de treinta barcos que parten hacia el exilio desde Burdeos. Su papel es clave en la evacuación de más de 17.000 republicanos españoles hacinados. Él, sin embargo, decide ser de los últimos en marcharse de Francia. “Viana podría haberse marchado cuando quisiese, pero que se quedase demuestra la altura de su dignidad moral”, reflexiona el autor del libro, que es abogado y también se dedica a la política, como teniente de alcalde del gobierno del BNG en Ponteareas.

El intento de huida de Alejandro Viana hacia América, con la Segunda Guerra Mundial de fondo y la Gestapo y la falange intentando boicotear el viaje, deriva en una angustiosa travesía de más de un año por las costas de África. Junto a él navegaban más de 600 refugiados, entre ellos el ya anciano expresidente de la República Niceto Alcalá–Zamora. “Viana era un señor de casi 60 años cuando estalla la Guerra, pertenecía a una burguesía viguesa progresista y con cierto compromiso social, y tenía una vida social intensa”, explica el autor Roberto Mera, cuyo parentesco con Alejandro Viana –es su tío bisabuelo– lo condujo a adentrarse en esta apasionante investigación.

Exportador de huevos y burgués progresista

Muchos años antes de que Franco encabezase la rebelión fascista contra la democracia en España, Viana había llegado a Vigo desde Ponteareas muy joven. Su objetivo, trabajar y formarse en casa de unos parientes pudientes. Allí prospera y se convierte en un empresario audaz, montando una empresa pionera con la que se enriquece: la exportación de huevos a toda Europa. Su posterior matrimonio con Josefina Dotras lo emparenta con una familia de conserveros y lo introduce también en este negocio. “Según mis cálculos podría tener un patrimonio equivalente a unos tres o cuatro millones de euros actuales”, calcula Mera.

Alcalde de Vigo durante unos meses, impulsor del periódico El Pueblo Gallego de su gran amigo Portela Valladares, promotor del estadio de Balaídos en donde todavía hoy juega el Celta, su nombre se hizo habitual en las páginas de sociedad de la prensa local. Sus negocios se expanden también a Portugal, donde teje una red de sólidas amistades, entre las que está Bernardino Machado, que sería presidente de Portugal y se exiliaría en A Guarda (Pontevedra) a principios de los años 30. Esta relación epistolar se conserva en treinta cartas. En febrero de 1936 sale elegido diputado en las Cortes españolas de la Segunda República. Fueron las últimas elecciones democráticas en España hasta 1977. “De esa época [la II República] se conservan varias cartas ente el y Alexandre Bóveda, que era un buen amigo suyo”, explica Roberto Mera. Bóveda, secretario general del Partido Galeguista –también integrado en el Frente Popular– acabaría asesinado en agosto de 1936. 

El 28 de junio de 1936, Alejandro Viana vota en Vigo a favor del Estatuto de Autonomía. Difícilmente podía imaginar que sería la última vez en su vida que iba a pisar la ciudad

El 28 de junio de 1936, Alejandro Viana vota en Vigo a favor del Estatuto de Autonomía. Difícilmente podía imaginar que sería la última vez en su vida que iba a pisar la ciudad. El 18 de julio, el golpe franquista pone en jaque la legalidad republicana y Viana, se exilia en París. El Gobierno de la República en el exilio lo nombra responsable del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) y desde su oficina en París comienza a gestionar la salida de decenas de barcos desde Burdeos hacia América. Miles de refugiados republicanos suplican por un pasaje. “Por la documentación que existe, sumarían unas 17.000 personas, todas en barcos fletados por Viana, pero también consta un gran número de personas a las que gestionó visados y pasaje en líneas regulares, con lo cual el número sería muchísimo mayor”, calcula Roberto Mera. Todo pagado con la red de financiación de los fondos que custodia el Gobierno republicano. “Resulta asombroso como un gobierno derrotado hace llegar en el exilio subsidios a mutilados o viudas, pagos a médicos en campos de concentración, localiza familiares dispersos o financia el dispositivo del SERE”, señala el autor del libro.

Viana está en el centro de las operaciones que habilitan la ruta de escape de los derrotados. Son buques cuyos nombres evocan la conquista de un horizonte en libertad: Ipanema, Mexique, Sinaia o Winnipeg. En este último partieron hacia Chile apiñados 2.000 refugiados, en el que fue el mayor desplazamiento de pasajeros del exilio republicano y en el que participó Pablo Neruda, cónsul chileno en Madrid. Mera ha documentado que Viana también conoció al poeta. A bordo de estos barcos, multitud de artistas e intelectuales, de León Felipe a Luis Buñuel, de Max Aub a Luis Cernuda o María Zambrano. También gallegos como el político Luís Soto, el pintor Arturo Souto o el cineasta Carlos Velo. Todos continuarían su vida en México, país que nunca reconocería al Gobierno de Franco, solo al Gobierno de la República en el exilio.

Con el SERE funcionando a pleno rendimiento, los nazis toman París y, acosado por la Francia colaboracionista, Viana y su red de apoyo huyen hacia Burdeos, preparando su propia salida hacia América. Pero Viana decide que todavía hay mucha gente a la que antes debe dejar lista para embarcar. Los barcos zarpan, la Gestapo le pisa los talones y evita que Viana embarque. Inicia entonces una vida clandestina por toda Francia, y se refugia cerca de Suiza. Hasta que por fin surge la oportunidad en un barco que partirá de Marsella rumbo a América: el Alsina. En él se embarca, no sin antes sortear numerosas trabas. También lo hace el expresidente republicano Niceto Alcalá-Zamora, viudo con sus siete hijos.

Lo que parecía que iba a ser la travesía definitiva no acabó de serlo. En plena Segunda Guerra mundial el Atlántico era un avispero: submarinos, aviación desafiante y barcos de guerra expectantes. El Alsina, de bandera francesa, fondea en Dakar, capital de Senegal, pero no puede continuar porque necesita el Navicert, el documento de los ingleses que certifique que el barco es neutro y no transporta material bélico. La estancia acaba prolongándose durante cinco penosos meses, en pésimas condiciones, metidos en la nave fondeada. Hasta que los obligan a regresar a Casablanca, en Marruecos. Los republicanos huidos son entonces abandonados a su suerte.

La Gestapo y la policía franquista están al acecho e intentan por todos los medios evitar que puedan conseguir otro barco. Emerge una vez más la capacidad de gestión de Viana, de sus contactos con Portugal y de la estructura del Gobierno republicano en el exilio. “Logran recolocar a los pasajeros en el Quanza, un barco que sí tiene el Navicert y que viene de Lisboa. Cargado de judíos de toda Europa, escapan del nazismo hacia América”, explica Roberto Mera. ¿Cómo consiguen el dinero en África para pagar otro barco? “Hay una carta en la que Viana agradece los 100.000 francos que pidió y le enviaron. Desconozco como en poco tiempo ese dinero podía estar en Dakar, pero me asombra su red y su habilidad para financiarse”, indica Mera. El Quanza logra surcar el Atlántico y finalmente arriba a México en noviembre de 1941. 

Alejandro Viana se reencontrará allí con su esposa Josefina, tras varios y convulsos años sin poder verse. El tenaz Viana no arroja la toalla. Participa del Gobierno de la República en el exilio y, con 64 años, vuelve a comenzar de cero. Logra la gestión de una farmacia y consigue la representación de varios medicamentos en todo el país. En 1952, con 75 años, muere en México D.F. Su memoria y su legado se había perdido. “Se diluyó por dos vías, la política y la familiar. No tuvo descendencia y pertenecía a Izquierda Republicana, un partido que se extinguió y no tuvo continuidad en democracia”, concluye su sobrino–bisnieto Roberto Mera, que ahora busca rehabilitar a Alejandro Viana. 

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