Hace ya 13 años que su figura es habitual en la la televisión pública gallega. Fue entonces cuando Alberto Núñez Feijóo, recién desembarcado en la presidencia de la Xunta de Galicia, nombró conselleiro a Alfonso Rueda. Tras su segunda mayoría absoluta, lo ascendió a vicepresidente. Ahora, tras el golpe interno contra Casado organizado por su jefe en alianza con Díaz Ayuso, enfila hacia lo más alto del Gobierno gallego y del PP en la comunidad. Y, sin embargo, perfilar a Rueda, que entre 2006 y 2016 también mantuvo la secretaría general del partido, no resulta tarea sencilla. Ni siquiera sus oponentes van más allá de destacar su “grisura” política y su lealtad a Feijóo.
Tampoco parece que la población general haya prestado excesiva atención a las labores del nuevo presidente de la Xunta. El último barómetro de Sondaxe, la empresa demoscópica del grupo de La Voz de Galicia, lo situaba como el más conocido de todos los miembros del gabinete de Feijóo. Pero no demasiado: apenas un 45,9% de la ciudadanía sabe quién es. La alargada sombra del ahora líder del PP estatal dificultó que la hierba creciese a su alrededor. Sus gabinetes han sido de bajísimo tono político. Ni siquiera Rueda, pese a su papel principal en la sucia campaña que le valió a Feijóo su primera mayoría absoluta frente al bipartito de socialistas y nacionalistas en 2009, fue excepción.
“Es básicamente un burócrata. En el debate parlamentario es un aprendiz de Feijóo pero peor, más arisco y sin gran profundidad intelectual. Cuando está incómodo, ataca personalmente”, opina para elDiario.es un diputado con varias legislaturas en la oposición. Sus intervenciones en la Cámara gallega vienen generalmente limitadas por el formato: suelen ser respuestas a interpelaciones o preguntas de los grupos, lleva los discursos preparados y apenas da tiempo a más. La oratoria, coincide otro parlamentario que pasó por la oposición de izquierdas, no es lo suyo: “No se le recuerda una intervención brillante. Tellado [ex secretario general del PP gallego y ahora responsable de organización en la instancia estatal del partido] o Puy [portavoz parlamentario] son más fáciles de caracterizar”.
Subrayar dos o tres medidas adoptadas por sus departamentos en sus largos 13 años de gestión es igualmente complicado. Cierto, admite uno de sus rivales políticos, que sus consellerías “no son las más lucidas”. Presidencia, Administracións Públicas y Xustiza no ofrecen las mejores ocasiones para el oropel. “Quizás el traslado de la sede del 061 de Santiago a A Estrada (Pontevedra) se encuentra entre sus decisiones más importantes. Pero fue para peor”, sostiene otro. Sin embargo, a su Vicepresidencia está adscrita la sociedad de gestión del Plan Xacobeo 2021–2022. Bajo su mando, el Xacobeo –básicamente una invención de los ejecutivos de Fraga Iribarne en línea con los acontecimientos espectáculo del 92– se ha convertido en un cajón de sastre que inunda de logos toda la papelería oficial de la Xunta. Y, a cambio de subvenciones, los afiches de infinidad de actos no solo culturales por toda la comunidad.
Pero antes del Rueda institucional hubo otro Rueda, el fiel soldado popular a las órdenes de un Feijóo que no reparó en escrúpulos políticos a la hora de hacer oposición.
“Habíamos tensionado mucho el tema”
La amable biografía El viaje de Feijóo (Esfera de los Libros, 2021), escrita por el periodista Fran Balado y la única publicada hasta ahora que aborda la figura del presidente del PP español, se detiene en la incorporación de Alfonso Rueda al equipo. Sucedió en 2006, cuando buscaba a alguien que se hiciera cargo de la vida interna del partido desde la secretaría general. Xesús Palmou, ex conselleiro de Xustiza con Fraga y personaje clave en la defenstración de Xosé Cuíña que abrió paso a Feijóo, puso a este en contacto con Rueda. El relato de Balado desvela algunos episodios por lo menos singulares de aquella breve travesía por el desierto de la oposición. Por ejemplo, los problemas del PP gallego con la financiación.
Necesitada la organización de dinero, Rueda y Feijóo “buscaron el apoyo de empresarios que siempre se habían significado con el partido”. Pero no es lo mismo un partido que gobierna que uno que está en la oposición. “Muchos le dan la espalda”, escribe Balado. Tres años después, y tras una fulgurante campaña electoral, todo había cambiado. Los empresarios volvieron a casa. “Alguno de esos que había negado no solo una colaboración financiera, sino casi el saludo a los nuevos líderes, se apresuró a llegar de los primeros a las sede del PP gallego tan pronto se empezó a constatar el triunfo en las autonómicas de 2009”, asegura, “Feijóo y Rueda tenían apuntadas todas las matrículas”.
Poca gente confiaba en que Feijóo recuperase la Xunta para el PP en su primera embestida. Y en esa jugada ocupó una posición clave Alfonso Rueda. La derecha gallega importó nuevas tácticas y estrategias, entre ellas la que analistas definieron más tarde como propaganda gris –difundir mentiras sabiendo que lo son. “Touriño es un caradura, parece que lo pasa cada vez mejor despilfarrando cuando hay miles de familias afectadas por el paro”, llegó a afirmar Rueda sobre el expresidente socialista, un austero profesor de económicas. Tampoco se detuvo ante el consenso que sostenían los tres partidos del Parlamento de Galicia –PP, PSdeG y BNG– sobre el gallego. No dudó en sumarse a las movilizaciones promovidas por la asociación Galicia Bilingüe, contraria a la enseñanza de la lengua gallega en la escuela pública. El inminente nuevo jefe de gobierno en Galicia admite, en una confesión para el libro de Fran Balado, que el juego no fue limpio: “Habíamos tensionado mucho el tema. Teníamos la sensación de que las cosas iban bien. Los alcaldes del PP no se han empleado nunca tan a fondo como en aquella ocasión”. Funcionó, y los populares se impusieron por la mínima a la coalición de PSdeG y BNG, menos votos pero un escaño más.
Rueda compatibilizó sus responsabilidades en el Gobierno gallego con el liderazgo interno del partido como secretario general. Solo hasta 2016. Entonces fue degradado, y su puesto lo obtuvo Miguel Tellado, ahora en Madrid junto a Feijóo. Rueda preside ahora el PP de Pontevedra. Sus resultados en las últimas elecciones municipales fueron discretos: no gobiernan en ninguna de las tres principales localidades –Vigo y Vilagarcía de Arousa son socialistas y Pontevedra, del BNG. Su principal plaza es Lalín, donde manda Xosé Crespo y el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, ex edil, conserva cierta influencia. Su relación con Rueda es, como mínimo, distante, señalan conocedores de la política provincial pontevedresa.
Nuevas Generaciones y motos
Alfonso Rueda nació en Pontevedra en 1968. Su padre, José Antonio Rueda Crespo, había sido concejal en Silleda (Pontevedra), vicepresidente de la Diputación y senador, siempre por Alianza Popular. Ahí se crio políticamente el designado por Feijóo como presidente de la Xunta de Galicia. Militante de Nuevas Generaciones, cuya rama pontevedresa presidió en 1993, licenciado en derecho, dio sus primeros pasos en política como jefe de gabinete de Xesús Palmou, conselleiro de Xustiza con Fraga y la persona que lo recomendó a Feijóo. Casado y con dos hijas, dicen de él que le gustan los vehículos de dos ruedas, bien con motor, bien sin él.