Ana Pastor, el adiós de la marianista que maniobró para ocultar la responsabilidad del Gobierno en el accidente de Angrois
A principios de la década de los 2000, Ana Pastor –entonces ministra de Sanidad– visitaba las obras del puerto exterior de A Coruña con sus compañeros del grupo municipal del PP, cuando un periodista le preguntó “en calidad de qué” acudía a comprobar el desarrollo de aquellos trabajos, aparentemente tan apartados de su área de responsabilidad. Pastor, fuera de juego, apenas pudo balbucear una respuesta. Poco después, el director del medio en el que trabajaba aquel periodista recibía una llamada y de pregunta y respuesta nunca más se supo. No fue una amenaza –ni tampoco un “anuncio”, por utilizar la terminología de MAR–, sino una petición personal. Pastor conseguía más con el guante de seda que con el puño de hierro.
Vista hoy, la carrera posterior de la recién dimitida parecía emprender una enmienda a la totalidad a aquella pregunta. Pastor, médica de formación, sólo fue ministra de Sanidad dos años, los últimos del gobierno Aznar. Sin embargo, la vuelta al poder del PP, con su amigo Mariano Rajoy en Moncloa, le devolvería una cartera: la de Fomento, sustituyendo a otro diputado por Galicia, el socialista José Blanco. Ya podía opinar sobre puertos, aeropuertos... y alta velocidad. Aunque, a veces, le costaría hacerlo. Durante su mandato se produjo el accidente de Angrois, con 80 fallecidos y 144 heridos, el segundo más grave de la historia del ferrocarril en España.
El papel de Pastor es todavía hoy muy criticado por las asociaciones de víctimas. “Ana Pastor ha sido la persona que más ha trabajado desde las instituciones públicas para tratar de ocultar las verdaderas causas de la tragedia”. Entre sus movimientos, destacan el intento de evitar que la Comisión Europea divulgase el informe en el que cuestionaba la investigación del Gobierno. A un mes de las elecciones generales de 2016, escribió una carta personal a la comisaria de Transporte en la que la “alertaba” de la gravedad que supondría hacerlo público.
Para las víctimas, lo que buscaba era evitar que se supiese que, siendo ministra, se desconectó el sistema de seguridad ERTMS para evitar retrasos sin realizar el análisis de riesgos. Ese sistema, según los expertos, habría evitado el fatal descarrilamiento. Hoy, la causa, está vista para sentencia con sólo dos acusados: el maquinista, Francisco José Garzón, y el que fuera jefe de Seguridad de Adif.
Maniobras desde la Presidencia del Congreso
Pastor vivió la segunda legislatura de Rajoy como tercera autoridad del Estado. Durante ese tiempo, desde la Presidencia del Congreso, no dudó en poner los intereses de su partido por delante de su papel institucional. En Galicia recuerdan cómo vetó una y otra vez el debate sobre la transferencia de la autopista AP-9, de la que hoy el PP hace causa. Pero no quedó ahí. Sus maniobras parlamentarias y su manejo de los tiempos buscó siempre sacar rédito para los suyos. Un cálculo que le falló tras la presentación de la segunda y definitiva moción de censura contra Mariano Rajoy. Convocó la sesión sólo para seis días después, pensando que con ese escaso margen, PSOE y Unidas Podemos no tendrían tiempo de convencer a los nacionalistas.
Pero sucedió justo lo contrario: esa prisa permitió que las fuerzas estatales recabasen el apoyo de los grupos minoritarios sin ofrecer nada a cambio. A toro pasado, los impulsores de aquellas negociaciones ven a Pastor como “la gran instigadora de la moción” y no dudan de que su exceso de diligencia fue clave para alcanzar un final exitoso.
Tras la marcha de Mariano Rajoy, Pastor, y pese a asegurar que se lo habían pedido “muchos militantes”, no presentó candidatura a presidir el PP. Se refugió en su responsabilidad como presidenta del Congreso, desde donde seguía maniobrando en beneficio de los suyos, a través de la mesa de la Cámara, contra el primer Gobierno Sánchez. Entonces evitó elegir entre Casado y Sáenz de Santamaría mientras admitía que la negativa final de Feijóo a presentarse le había provocado “un disgusto gordo”.
Ese papel neutral, casi borbónico, que le gustaba representar, se repitió en el congreso del PP de 2018, donde ejerció como presidenta de la mesa electoral. Tras la derrota de su “amiga” Soraya, heredera oficiosa del marianismo, no dudó ni tardó en alinearse con Pablo Casado. Fue su número 2 por Madrid en las elecciones generales de 2019, en un guiño al sector fiel a Rajoy, pero también una de las dirigentes de su núcleo que más claramente le enseñaron la puerta tras su denuncia sobre las comisiones que cobró durante la pandemia el hermano de Isabel Díaz Ayuso.
Su papel en la decapitación de Casado
En la eterna reunión de nueve horas en la que el comité de dirección del PP –los 12 dirigentes más próximos a él– convenció a Pablo Casado de que convocase a la junta directiva en la que acabó dimitiendo, Ana Pastor llegó a pedir al resto de sus compañeros que nadie se levantara de la silla hasta obtener lo que buscaban: el compromiso de que se haría a un lado para facilitar un cambio de liderazgo. Si Casado esperaba levantar un muro de contención, se encontró con un barranco. Y Pastor fue una de las que lo empujaron con más fuerza.
Con Feijóo al frente del partido, Pastor volvió a encabezar la lista al Congreso por Pontevedra mientras el nuevo líder fichaba como número dos a la ex de Ciudadanos Marta Rivera de la Cruz –también gallega, pero de Lugo– y llenaba los puestos de salida de la lista madrileña con sus afines. Aunque él se envuelva en la capa de heredero de Rajoy, hace mucho que no existe sintonía entre Feijóo y Pastor, esta sí amiga del expresidente del Gobierno. La vicesecretaria del partido regresó a la Cámara baja, pero su papel estaba más desdibujado. Y eso que se esforzaba en desarrollar un perfil más acorde con el que marca el actual PP. No dudó, por ejemplo, en utilizar las redes sociales para respaldar al portavoz en el Congreso, Miguel Tellado, cuando éste defendió el acoso sufrido a bordo de un tren por el ministro Óscar Puente.
En la red X, antes twitter, Pastor se despojaba de esa aura de moderación que siempre la ha acompañado. En el año 2000, cuando presidía el Congreso, el periódico compostelano El Correo Gallego la nombraba Gallega del Año y la alababa como “la gran dama de la política”. Sin embargo, nueve años después, era una de las dirigentes que sujetaba la pancarta de Galicia Bilingüe contra la supuesta imposición lingüística del bipartito. Con Feijóo de viaje electoral en Argentina, fueron ella y Alfonso Rueda, entonces número dos del PPdeG, quienes defendieron la postura del partido. A su lado, Rosa Díez y un bisoño Albert Rivera. Los convocantes, convertidos ya en Hablamos Español, se mueven hoy en la órbita de Vox.
Sanxenxo y el Casino: la sociedad bien de Pontevedra
Aunque zamorana de nacimiento, Pastor (Cubillos, 1957) forma parte del clan de Pontevedra, el grupo de los más próximos a Mariano Rajoy y en el que también se ha hecho un perfil propio el actual presidente de la Xunta, Alfonso Rueda. Son habituales en los veraneos de Sanxenxo y en esos bailes del Casino donde se sigue presentando en sociedad a las jóvenes. El marido de Pastor, José Benito Suárez, presidente de la autoridad portuaria de Marín desde hace 15 años –el segundo más longevo en toda la historia de los puertos españoles– es ese rostro anónimo que acompaña a Mariano Rajoy en sus habituales rutas de senderismo, una afición a la que se ha sumado en los últimos tiempos el jefe del ejecutivo gallego.
Fue Suárez –no Pastor– quien apareció en el vídeo electoral en el que amigos y familiares de Rueda hablaban del hombre detrás del político. Él fue el primero en desvelar el “defectillo” que marca el carácter del líder de los populares gallegos: la impuntualidad. “Tamén teño que dicir que isto fala no seu favor, é o último que se vai [tengo que decir que esto habla a su favor, es el último que se va]”, aseguraba en un fluido gallego, ese idioma contra el que se manifestó su mujer y que ni ella ni su amigo Mariano utilizan jamás en público.
Hoy, con su salto a la sanidad privada, Ana Pastor ha puesto fin a casi tres décadas de actividad política. De la guardia pretoriana de Rajoy ha sido, también, a última que se vai.
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