El penúltimo acto de la campaña electoral de Ana Pontón reunió este viernes, en una pequeña plaza del casco viejo de Santiago de Compostela, a todos los candidatos del BNG. El humor que reina es optimista. Nunca la posibilidad de una nacionalista alcanzar la presidencia de la Xunta de Galicia se ha vislumbrado con esta nitidez. La mayoría de encuestas pronostica a Pontón una subida histórica y la del CIS incluso abre la puerta a encabece un gobierno alternativo a las derechas. Nadie en la maquinaria de la sin duda campaña de mayor repercusión de la historia de la organización da nada por seguro y sin embargo, ilusión y esperanza son las palabras que más repite la líder. “He notado cada día más apoyo”, proclamó. Los trackings de los sondeos lo corroboran y la mayoría los sitúan más allá del 30% de voto, algo inaudito.
“No importa lo que hayan votado en otras elecciones, hay muchas maneras de sentirse gallego o gallega y todas son necesarias para abrir un tiempo nuevo”, repitió Pontón una de las ideas fuerza de su discurso. El Bloque se ha volcado en una retórica de ambición transversal y foco en asuntos como la sanidad pública o el derecho a la vivienda lo ha llevado a penetrar de manera no anecdótica en el territorio electoral del PP. Al menos así lo recogía el estudio del CIS. Los nacionalistas parten ya de uno de los mejores resultados de su historia, los 19 escaños que obtuvieron en 2020. Ahora la demoscopia asegura que lo superarán. Ampliamente.
La candidata del BNG ya era la líder de la oposición en el Parlamento gallego, primero a Feijóo y después a su sucesor, Alfonso Rueda. La campaña que acabó este viernes con un multitudinario mitin fiesta en Santiago la ha convertido en indiscutible antagonista del PP. Siempre “en positivo”, como recordó esta mañana, su fulgurante trayectoria ascendente en la carrera hacia el 18 de febrero ha provocado nerviosismo en el Partido Popular. La eficacia, coherencia y transcendencia social de la campaña de los nacionalistas ha sido inversamente proporcional a los bandazos y sobresaltos de la de Rueda.
Este comenzó declarando que competía contra Pedro Sánchez y no contra nacionalistas ni PSdeG. Su pobre desempeño en el único debate que aceptó -el de la televisión pública gallega, diseñado a su medida-, cuando se vio desbordado por las críticas de la izquierda, condujo a sus asesores a un volantazo estratégico. Ana Pontón se convirtió entonces en el objetivo a batir. La munición fue de calibre grueso, hasta el punto, ya en el tramo final, de utilizar el comodín de supuestos y falsos vínculos del BNG con ETA. Los nacionalistas no han caído en unas provocaciones secundadas con entusiasmo por los medios públicos gallegos y también por los afectos y han mantenido el rumbo.
“Nos jugamos mucho más que un cambio de gobierno, lo que nos estamos jugando es un cambio de ciclo”, afirmó Pontón ante sus candidatos, antes de hacer un llamamiento a concentrar el voto del cambio en su formación. “Prometo poner a las personas en el centro de la política y ser una presidenta que no se esconda y mire a los ojos de la gente”, remató.