El arquitecto gallego que devolvió su premio para “alertar de un ultraje patrimonial” amparado por la Xunta

Luís Pardo

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Pedro de Llano (A Coruña, 1947) es la mayor autoridad sobre Arquitectura popular en Galicia, que es también el título de su obra magna, considerada una biblia de la especialidad. Suya es también la rehabilitación del poblado prerromano de Piornedo, en Os Ancares (Lugo), donde los vecinos, en agradecimiento, bautizaron con su nombre una de las pallozas restauradas. Pero, desde hace unos años, se ha embarcado en una cruzada que le toca de muy cerca: la salvaguarda del conjunto formado por Castro Lupario y la aldea de Angueira -donde ha vivido las últimas cuatro décadas-, amenazado por el paso de una línea de alta tensión. Cuando, en octubre, los premios Galicia de Arquitectura reconocieron su amplia trayectoria, aprovechó los focos para pedir la rectificación de esa “atrocidad” ante el presidente de la Xunta y dos de sus conselleiras. “Esta sería la más hermosa noticia que yo hoy podría desear como premio”. Tres meses después, tras no recibir respuesta institucional y ver cómo se reanudaban las obras, decidía rechazar el galardón.

Castro Lupario, el Camelot gallego

El Castro Lupario, repartido entre los concellos coruñeses de Brión y Rois, es un lugar mítico, de esos donde la historia y la leyenda difuminan sus fronteras. El profesor y divulgador del patrimonio Manuel Gago lo ha comparado con Camelot, y no sin razón: si el de la corte del Rey Arturo es uno de los mitos fundacionales de Inglaterra, el del palacio de la Raíña Lupa (Reina Lupa) lo es, sin duda, de la Galicia actual. Empezando por su misma capital, ya que, según la tradición recogida en el Códice Calixtino -el gran manuscrito medieval jacobeo-, fue ella la que permitió que el sarcófago con los restos del Apóstol se enterrase en el lugar que acabaría siendo lo que hoy conocemos como Santiago de Compostela.

Los discípulos de Santiago habían llegado por mar hasta la costa gallega buscando un lugar donde dar sepulcro al cuerpo decapitado de su maestro. En las vicisitudes a las que se enfrentaron para convencer a la reina pagana, dueña de aquellas tierras, de que les dejase atravesar sus dominios con el cadáver del hijo del Trueno, no falta de nada: puertas invisibles, puentes que se derrumban en el momento preciso, ataúdes que vuelan hasta la cima de una montaña, toros salvajes que se vuelven mansos ante la señal de la cruz y hasta un dragón. Normal que, ante tal sucesión de maravillas, Lupa decidiese abrazar el cristianismo y ceder el mausoleo que poseía en el bosque Libredón -en donde estaba enterrada su nieta- para el descanso eterno del Apóstol.

“El Lupario non es conocido más allá de los expertos porque nunca se hizo una exploración arqueológica a fondo, pero los arqueólogos lo consideran un tesoro en bruto”, argumentaba de Llano en su carta de renuncia. La aldea, continuaba, está “sorprendentemente bien conservada para lo que es habitual en nuestra tierra” y añadía: “Yo tengo la gran fortuna, como otras pocas docenas de personas, de ser vecino de Angueira de Castro”.

Su ubicación privilegiada, en la cumbre de una colina, hizo que los romanos convirtiesen el castro en un emplazamiento para sus tropas. En el período medieval, continuó cumpliendo su función de fortaleza protectora, ya no de la Vía XIX sino del Camino de Santiago. Consiste en una plataforma de unos 15.000 metros cuadrados, rodeada por una muralla de casi 500 que alcanza alturas de hasta 4 metros. Las crónicas dicen que allí cabía una dotación de 4.000 soldados. Se accede a ella a través de un sendero que parte de la ruta jacobea, donde estaba situada la torre de control, a unos cientos de metros, al pie de la aldea.

“Hablamos de un conjunto genuinamente valioso, pues además es zona de paso del Camino de Santiago, justo entre Iria Flavia y Compostela, epicentro de la leyenda de la Translatio, corazón simbólico da nuestra tierra”, apuntaba de Llano en su misiva, retomando los argumentos que había expresado al recoger el premio para alertar del peligro que se cernía sobre “uno de los más importantes paisajes gallegos”. “En aquel acto en la Cidade da Cultura, aproveché para hacer lo mismo por lo que me estaban premiando: para defender nuestro patrimonio”.

Rueda: “Intentaremos atender”

En su respuesta en aquella entrega de premios, Alfonso Rueda, que no se esperaba el envite, evitó compromisos: “Intentaremos atender”, apuntó mientras defendía un “equilibrio necesario” entre la actividad económica y el respeto al medio ambiente. Finalizado el acto, todavía sobre el escenario, Rueda y su vicepresidenta segunda, Ánxeles Vázquez -la responsable de Medio Ambiente, convertida en protagonista durante la crisis de los pellets- pidieron a de Llano que les presentase un informe sobre la zona. Así lo hizo. Un par de meses después le entregaba a Vázquez, impreso, un documento de 124 páginas que incluía la resolución contra el proyecto de la Real Academia Galega de Belas Artes pero también el extenso y concluyente informe realizado previamente por el Consello da Cultura Galega.

En ese estudio, el Consello incluye una cita textual del conselleiro de Cultura -y geógrafo- Román Rodríguez: “Los caminos son esas rutas que llevan hacia Santiago, pero son también las imágenes vivas de un territorio antiguo”. Con ese espíritu, considera que la evaluación de impacto del tendido eléctrico “presenta grandes carencias al no tener en cuenta en su integridad los valores culturales de ese territorio ni su salvaguarda”.

“El trazado proyectado afecta directamente a los bienes protegidos, a su apreciación y a la percepción de sus valores culturales, desfigurando su entorno y alterando su contexto histórico”, continúa. “La línea atraviesa un espacio intensamente patrimonializado en el que el Castro Lupario, además de constituir un hito paisajístico, tiene un gran valor simbólico que hace que el impacto directo y visual sobre él se perciba con especial gravedad”.

Por todo ello, concluye que el proyecto “debería rechazarse” para estudiar otras alternativas “que permitan preservar en su integridad este paisaje cultural”. “Esta afección es crítica sobre algunos elementos analizados, como el Castro Lupario o el Camino de Santiago, pero sobre todo es crítica con el paisaje cultural y su percepción”, concluye.

De Llano entregó todo eso y se sentó a esperar. A finales de año, ante la falta de respuesta mientras las obras se reanudaban, hizo pública su decisión a través de una carta, que finalizaba así: “Esta fue la alerta que lancé en público aquel día y, también en público, el presidente Rueda habló y se comprometió a analizar la situación, a buscar 'el equilibrio entra la defensa de la cultura y la necesidad de desarrollo'. En este caso, ese equilibrio es sencillo: soterrar el tramo patrimonial por el que está proyectado el paso de la infraestructura eléctrica. Sin embargo, semanas después de aquel acto, las máquinas comenzaron a abrir en canal el monte. Por eso renuncio al premio: para pedir, por favor, que detengan este ultraje. Aún están a tiempo”.

Ante el silencio de la Xunta, los vecinos han decidido sacar este sábado sus protestas a la calle. Han contado con el apoyo de la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago, que agrupa a expertos de 18 países, y que ha definido el plan como una “aberración al ecosistema y al legado histórico”.

Tres meses atrás, cuando tomó la palabra en la Cidade da Cultura para recoger el premio Galicia, de Llano contó una anécdota sucedida durante los incendios forestales de 2017. Un amigo suyo de Piornedo lo llamó para que hiciese algo contra el fuego. Según relató, intentó llamar al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, pero no logró ponerse en contacto con él. Entonces, consiguió hablar con Alfonso Rueda, que era el vicepresidente. De él recordó su “amabilidad” y una promesa: que haría “lo imposible por salvar la aldea. Una hora después, los aviones mojaban Piornedo”. Casi siete años después, la demanda para salvar otra aldea -a la que se añaden un castro y una buena porción de historia y leyenda- no han encontrado la misma respuesta.