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'As bestas' de Sorogoyen y la imagen del rural gallego: “¿Tienen las películas que ser justas?”

En el centro, los dos protagonistas de 'As Bestas', intepretados por Luis Zahera y Denis Ménochet.

Daniel Salgado

25 de diciembre de 2022 21:54 h

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El potente aparato promocional de As bestas habla del western como espejo. Una realidad aislada, personajes que desconfían de lo externo, la llegada de forasteros, un conflicto por las tierras. Todo eso está en el metraje de la última película de Rodrigo Sorogoyen, que hasta el momento han visto 444.000 espectadores en España. Pero también está su canibalización del crimen de Petín, fuente directa de la narración, y su representación cinematográfica, que ha desatado cierto debate en Galicia sobre cómo el rural aparece en las pantallas y lo que puede o deja de poder el cine más allá del cine. Si este tiene deberes y si los tiene, cuáles son.

La primera proyección pública de As bestas fue en el Festival de Cannes el pasado mayo. El ministro de Cultura, Miquel Iceta, acudió al pase. La crítica habló entonces de “thriller de terror rural” y la recepción en la sala fue entusiasta. Así lo recuerda, por lo menos, José Luis Losa, escritor especializado en cine que cubría el certamen para La Voz de Galicia. Todavía hoy se indigna con los aplausos a un filme que considera “tramposo”. “Es que al final es la historia de una heroína francesa en la Katanga del siglo XIX que se enfrenta a los bárbaros, los gallegos de la aldea. Yo no es que sea de una sensibilidad extrema, pero aquello me enfureció”, explica a elDiario.es. Su crónica de aquel día en el periódico lo dejaba patente.

As bestas, rodada en gallego, castellano y francés, relata la hostilidad con la que una remota población de las montañas orientales gallegas recibe a una pareja de profesores franceses dedicados a la agricultura ecológica. Las pretensiones de las empresas eólicas y las compensaciones a los vecinos, que los franceses rechazan, tensionan las relaciones, especialmente entre estos y dos hermanos que viven con su madre en una casa contigua. La historia se mira en hechos reales: el asesinato en Santoalla (Petín, Ourense) del holandés Martin Verfonden el 19 de enero de 2010 a manos de su vecino Juan Carlos Rodríguez. Este escondió el cadáver ayudado por su hermano Julio. La Guardia Civil lo encontró cuatro años más tarde, después de que un avión antiincendios divisase su automóvil en el bosque, a 18 kilómetros en línea recta de su casa. Una discusión por los derechos del monte comunal fue lo que desató la violencia. Juan Carlos cumple diez años y medio de prisión por homicidio.

“Brutalización de Galicia”

“El guion de Sorogoyen e Isabel Peña trampea la historia. La mujer real, Margo Pool, no tuvo ese papel, ella no encontró ninguna pista sobre el crimen. Los guionistas lo retuercen para exaltar a Marina Foïs, una actriz magnífica y muy popular en Francia. Al final es una demonización del salvaje, donde los únicos personajes positivos aparte de los dos franceses son los que hablan castellano, lo que refuerza lo peyorativo del idioma gallego. Una brutalización de Galicia”, insiste Losa. Pero a la que el público ha respondido con interés y haciendo cola en las taquillas. Marta Pérez Pereiro, profesora de la Facultad de Ciencias da Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela, disiente totalmente de las tesis de Losa y encuentra explicaciones factibles al éxito de As bestas: “Desde el punto de vista fílmico es un peliculón. Y no se puede llevar la idea de representación a todo. ¿Las películas son justas? ¿Tienen que serlo?”.

El filme, de vocación comercial y ortodoxia narrativa, juega con las convenciones genéricas. Los rasgos de thriller y western son obvios y sus referentes inmediatos no permanecen ocultos. Deliverance (1972), de John Boorman, o Perros de paja (1972), de Sam Peckinpah, enmarcan esta fábula de asedio y aislamiento en una comunidad rural. Pérez Pereiro la interpreta, sin embargo, de otra manera: “Es una historia sobre el sentimiento de pertenencia”. El de los nativos, encarnados por un amenazante y exaltado Luís Zahera y por el más retraído Diego Anido, ambos gallegos, pero también el de los foráneos que se instalan en la aldea, los actores franceses Marina Foïs y Denis Ménochet. “No veo maniqueísmo. Hay un crimen, sí, pero no hay malos muy malos ni buenos buenos. No justifica nada, entiendes la falta de expectativas de algunos personajes”, ahonda. Para la profesora, especializada en cultura audiovisual, As bestas tiende a lo híbrido y a lo diglósico.

“No me parece que haya aldraxe”, señala, en referencia a la palabra gallega equivalente al castellano 'ultraje', “y el uso de las tres lenguas me parece que añade riqueza, no es problemático”. Como ejemplo de lo contrario, menciona Dagón: la secta del mar (2001), un título coproducido por la Televisión de Galicia y dirigido por el estadounidense Stuart Gordon a partir de un relato de H.P. Lovecraft. En él, los monstruos hablan en gallego, los buenos en castellano.

Las posiciones contrarias al filme también las defendió, además de Losa, la profesora de la Universidade da Coruña Pilar García Negro en el artículo Galegofobia de baixa intensidade [Gallegofobia de baja intensidad], publicado en la revista Luzes. “La película está montada sobre una dualidad de imposible síntesis: el universo educado, civilizado, amoroso, ecologista... de los franceses”, escribe, “y la cerrazón, sadismo y brutalidad de los nativos, servidos por actores gallegos. El gallego y el castrapo [variante del castellano caracterizada por la abundancia de palabras y expresiones tomadas del gallego] no hace falta decir a quién sirven”. Un cineasta gallego, Ignacio Vilar, autor de la última adaptación de la novela A esmorga de Eduardo Blanco Amor, sintetizaba una opinión análoga en un tweet escrito en gallego: “As Bestas dicen los responsables que es un western: el Séptimo de Caballería de Francia trae la civilización a los indios de Petín, a los indios de Galicia”.

Xosé Nogueira, que imparte historia del cine en la Facultad de Historia de Santiago y redactó la pionera monografía O cine en Galicia (2007), rechaza estas miradas con beligerancia. “No se pueden analizar las películas desde el punto de vista identitario”, asegura, “es como si un actor negro interpreta a un villano y entonces deducimos que el cineasta es un fascista. Además, As bestas rompe con cualquier maniqueísmo en la escena de la taberna en la que conversan los personajes de Zahera y de Ménochet. Como decía Jean Renoir, un cineasta en las antípodas de Sorogoyen, 'todo el mundo tiene sus razones'. Eso es lo que nos muestra”.

Nogueira no ahorra elogios –“es un filme potentísimo, con un guion inteligente y que introduce la perspectiva de género”– y declara que la polémica al respecto, avivada en las redes sociales, le ha provocado perplejidad. “Es como si todos los extremeños ponen a parir a Mario Camus por rodar Los santos inocentes (1984) o a Carlos Saura por El séptimo día (2004), sobre la matanza de Puerto Hurraco”, dice. Ambas cintas, en todo caso, fueron en su día discutidas, y los argumentos y tensiones que movilizaron no resultaron tan distintos de los que ahora envuelven la obra de Sorogoyen. Pero más allá de eso que denomina “lo identitario”, Xosé Nogueira percibe otros ejes en la película, como cierta crítica a “la vuelta al rural según la imaginan los urbanitas” y considera que no está excesivamente situada: “Es sobre Galicia, pero puede ser sobre cualquier lugar”.

Espacios infrarrepresentados

Sobre la geografía, la social y la natural, reflexiona precisamente Marta Pérez Pereiro. Para esta profesora, la discusión desatada a propósito de As bestas sería más productiva si se pensase alrededor de “los espacios infrarrepresentados”. “Entiendo la fascinación por un mundo que se desvanece”, afirma en relación al rural, “y que el cine quiera captarlo, retenerlo. De hecho, películas como O que arde [Oliver Laxe, 2019] o Trote [Xacio Baño, 2018] lo hacen de forma muy interesante. Pero faltan películas sobre lo urbano, o sobre lo rururbano, donde se producen muchos de los conflictos de la sociedad gallega. La gente joven también está infrarrepresentada. Una mayor variedad de representaciones sobre Galicia, ese es el debate importante”. Es quizás en ese punto en el que Pérez Pereiro detecta la problemática del cine gallego, o rodado en Galicia, contemporáneo.

José Luis Losa no. Frente a lo que Nogueira califica de “polémica que solo sucede en Galicia y que revela autocomplejo”, el crítico habla de “cine sin ética”. Y con mucha ideología que, a su juicio, no puede esconderse en la excusa de “es solo una película”. “Rambo también es solo una película y responde a la lógica ideológica de la derecha de Reagan. O los filmes de Paco Martínez Soria, que eran sustento ideológico de la dictadura”, argumenta. Lo que no está relacionado con el mayor o menor éxito de espectadores: “Si no gana el Goya a la mejor película, va a ganar diez”. “Sí me sorprendió, sin embargo, que en Galicia no hubiese una reacción más intensa del público a lo que formula As Bestas”, concluye.

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