José Luis Baltar enchufó masivamente gente en la Diputación. Lo que era una evidencia viene a ser ahora confirmado por la justicia, que condena el ex presidente del PP y de la Diputación de Ourense por un delito de prevaricación continuada después de colocar 104 personas en la institución a la que estuvo al frente hasta hace dos años. La sentencia de la titular del juzgado de lo penal 1 de Ourense inhabilita el que se autodenominaba “cacique bueno” para ejercer cualquier cargo o empleo público durante nueve años.
Por tanto, la jueza ve probado que Baltar contrató más de cien personas sin acogerse a legalidad ninguna. Pero el caso es que la sentencia no va a tener efecto ninguno sobre el ex presidente de la Diputación ourensana. Ahora es su hijo quien ocupa todos los cargos que él ostentaba hasta 2012. Manuel es presidente del organismo y del PP provincial, tal y como había sido su padre José Luis durante años. Después de montones de enchufes y favores, el revés judicial no le supondrá nada a un hombre jubilado y retirado de la política.
El dictamen es bien claro: “Nadie pone en entredicho que las 104 personas contratadas no tuvieran capacidad suficiente para desempeñar el puesto de trabajo para lo cual fueron contratadas, lo que está penalmente tipificado es que en un organismo público se realicen contrataciones sin cumplir la ley”. Para la jueza, “parece que la Diputación era una empresa privada”, donde se contrataba la quien le parecía oportuno al acusado, por lo que entiende que se trata de una “resolución arbitraria contraria a Derecho y no amparada en norma ninguna”.
En el juicio que se celebró hace un mes, el fiscal jefe aprecia delito en más de un ciento de colocaciones de personas afines y “elegidas por el propio presidente sin sometimiento a los mínimos principios que rigen la contratación pública, siendo el único criterio de contratación un sencillo acto arbitrario de designación”. La magistrada Caterina González cree acreditadas las acusaciones formuladas por el fiscal, el PSdeG o Manos Limpias, pero incluso Baltar llegó a reconocer el modus operandi que él incluso llevaba a cabo. “Les daba los nombres y ellos les adscribían los puestos”, explicó en referencia al departamento de recursos humanos.
Baltar llegó a afirmar que a él “nadie” le había advertido del deber de dar publicidad a las 104 plazas que se cubrieron con contratos temporales por procedimiento urgente. De hecho, dijo que ese era el “procedimiento” que le indicaba el jefe de personal. Así se cubrieron los puestos durante los tres primeros meses de 2010, fechas allegadas al congreso en el que su hijo fue elegido presidnte del PP de Ourense.
Porque las contrataciones masivas están vinculadas a la victoria del hijo de José Luis Baltar en el congreso del PP provincial, celebrado poco tiempo después de que se confirmara la incorporación a la Diputación de más de cien personas vinculadas de una manera u otro a la formación conservadora. Está por ver ahora la reacción del actual dirigente provincial, después de que la justicia venga de reconocer los enchufes masivos que estarían directamente relacionados con su llegada a la dirección de los populares ourensanos. Pero la sentencia se puede recurrir, por lo que es probable que la familia intente que el “cacique bueno” sea declarado inocente.
En aquel congreso provincial, los Baltar se impusieron a la opción impulsado por Feijóo y el PP madrileño. Ni el actual presidente de la Xunta ni Mariano Rajoy vieron nunca con buenos ojos a este líder populista y dicharachero, pero les compensaba por el enorme granero de votos en una provincia plagada de favores, caciquismo y sospechosas subvenciones y ayudas. “Baltar es el PP”, llegó a decir el actual jefe del Ejecutivo español en 2009. Era de los suyos. Como Bárcenas, Matas o Fabra.
El control de una provincia
Baltar ocupó la presidencia de la Diputación durante 22 años, hasta que hace casi dos años se la legó a su hijo José Manuel, completando el traspaso de poder que había iniciado antes en el congreso provincial del PP, en el que los Baltar consiguieron retener el control del partido ante el candidato promovido por las direcciones populares gallega y madrileña. Las maniobras de las que Baltar supuestamente se valió para asegurar la victoria en ese congreso son algunos de los elementos que formaban parte de aquella denuncia socialista ahora juzgada y con fallo. El PSOE ya alertaba de que nos días previos a la cita a Diputación había contratado a 115 personas para ganar su voto.
Esas prácticas, lejos de ser excepcionales, fueron una constante durante los años de gestión de Baltar. Y de hecho la oposición siempre aseguraba que sólo eran “la punta del iceberg del entramado de corrupción organizado por la familia Baltar en Ourense”.
Baltar representa mejor que nadie en Galicia una cultura política: la del cacique. Una denominación que no era rechazada por el propio Baltar, que en alguna ocasión se definió como “un cacique bueno”. El cacique siempre se identificó con la figura del conseguidor: el político que se comprometía a realizar una acción, desde la contratación de un familiar para un puesto de trabajo, hasta la instalación de un punto de luz o el asfaltado de un camino, pasando por la concesión de una subvención, y todo eso pasando por encima de los procesos legales -y cualquier requisito de transparencia o imparcialidad en la gestión-, y a cambio de la lealtad y del apoyo electoral.
Baltar era un cacique y no lo disimulaba. Siempre estaba dispuesto a hacer explícito el mecanismo de cambio, y repartía las promesas de obras públicas o de facilidades en las oposiciones a funcionario con la misma naturalidad con la que les pagaba rondas en los bares a sus paisanos. En un multitudinario homenaje que cientos de personas le tributaron el hace unos meses sentenció desde el estrado: “vosotros sois mis trabajadores, no los de la Diputación”. Digamos que era su otra forma de hacer politica, desde luego una politica con menos cautelas: capaz de decir en un mitin sobre el lider de los socialistas gallegos Pachi Vázquez: “Se tiene obsesión por mí, es que va a ser maricón”. O de realizar acusaciones infundadas de violencia de género contra el ex vicepresidente de la Xunta Anxo Quintana.