No era nuevo en estas lides pero si era la gran novedad de la jornada. Y no defraudó a quien esperaba que fuera el gran animador de la jornada. Xosé Manuel Beiras regresaba este viernes al Parlamento, ahora como portavoz de la Alternativa Galega de Esquerda (AGE) y logró capitalizar una sesión en la que, tradicionalmente, todas las miradas son para la persona elegida para presidir la Cámara, en este caso la popular Pilar Rojo. AGE comenzó la jornada una hora antes del inicio oficial, con la formación de un “cortejo cívico” en el que simpatizantes de la formación acompañaron a los miembros de su grupo parlamentario desde una plaza próxima al Pazo del Hórreo, este viernes blindado por policías antidisturbios que vigilaron con igual desdén la comitiva encabezada por Beiras y Yolanda Díaz y a las personas afectadas por las preferentes de las antiguas cajas, que se manifestaban en compañía de diputados del BNG.
Entre banderas gallegas con estrella roja y enseñas republicanas los diputados y diputadas de AGE franquearon los accesos al recinto parlamentario -previo intercambio de pareceres de Beiras con los agentes- donde miembros del resto de grupos los acogieron con desigual actitud: desde el entusiasta abrazo del socialista Francisco Caamaño al histórico nacionalista a la fría corrección de algunos representantes del PP o del Bloque. Con el primer titular ya ganado en la calle Beiras no desaprovechó la “conjunción de circunstancias biológicas y cronológicas que dan lugar a que yo sea el más viejo” de los diputados y, como presidente de la Mesa de Edad -personas encargadas de dirigir el pleno hasta que se eligen los órganos rectores-, evitando que esta “efímera situación” fuera un mero trámite.
“No me resisto a confesar que tuve que vencer la malsana tentación de declarar disuelta esta Cámara y provocar la convocatoria de nuevas elecciones, con la convicción de que los resultados serían diferentes a los del 21 de octubre”, expuso desde lo más alto del hemiciclo, mientras en los escaños el abanico de sensaciones abarcaba desde las risas y la sonrisa hasta la contrariedad. “No se alarmen, es una broma no propia de mí pero sí propia de Un ollo de vidro”, de Castelao. “Tampoco lo tomen como una provocación”, ironizó, ya que “no pretendo que el señor Núñez se frustre en los próximos días y no pueda renovar su presidencia del Gobierno, aquella que yo malsanamente había llamado brigada de demoliciones, limpieza étnica y ecocidio”. “Lo retiro, por no ofender”, añadió.
“Abusando de esta condición” de ser “el más senior”, Beiras concluyó su inesperado discurso “exhortando” a los presentes a cumplir un “triple reto”. Que el Parlamento sea “la institución principal de la jerarquía de los tres poderes”, que el legislativo gallego sea “una auténtica Cámara de representantes” para “que no puedan decir de nosotros eso que fue tan voceado, de 'no nos representan”. Y por último, “practicar la ética como fundamento de la política”.
Pilar Rojo, presidenta de una mesa bipartita
La última tarea de Beiras como presidente accidental fue la de dirigir las tres votaciones para elegir la Mesa del Parlamento, con una papeleta de distinto color “como en los países africanos después de la descolonización”, cuando en las elecciones también se empleaban colores “porque había mucho analfabeto”. Ironías aparte, fue en esta votación en la que se concretó lo ya anunciado, esto es, la composición bipartita del principal órgano de dirección del Parlamento. Cuarenta votos a favor -y un anecdótico voto nulo de un miembro del PP no identificado- reeligieron a Pilar Rojo como presidenta y las dos siguientes votaciones designaron a Miguel Santalices (PP) como vicepresidente primero, a Marisol Soneira (PSdeG) como vicepresidenta segunda, situaron a José Manuel Balseiro (PP) en la secretaría y la Concepción Burgo (PSdeG) en la vicesecretaría.
Tras la elección Beiras retornó a su escaño en el grupo de AGE, situado entre el PSdeG y BNG, y Rojo, ya como presidenta, dirigió la promesa o juramento de los diputados, de esta vuelta con actitudes más variopintas que en otras ocasiones. A la tradicional sucesión de “juro” y “prometo” entre diputados populares y socialistas se unió en esta ocasión a apuesta de los siete representantes del BNG, que prometieron “por imperativo legal” y se “comprometieron a defender los derechos sociales y nacionales del pueblo gallego”. Por su parte, Beiras “prometió y juró defender en cualquiera caso los derechos del pueblo gallego” y los diputados de AGE que son además miembros de Izquierda Unida apelaron a sus “convicciones republicanas”. Dos de ellos, Xabier Ron y Ramón Vázquez, ni prometieron ni juraron, sino que “acataron por imperativo legal”.
El himno gallego, más susurrado que cantado y con algunos puños en alto en las filas de AGE, puso fin a una constitución del Parlamento en la que el grupo mayoritario pasó desapercibido, mientras el resto navegaban entre la novedad, la sorpresa, la estupefacción o el intento por adaptarse a un nuevo rol. La siguiente cita parlamentaria ya será más clásica y tendrá como argumento la investidura de Alberto Núñez Feijóo como presidente.
Las preferentes, banda sonora de un Parlamento blindado
Como sucedió durante buena parte de la campaña del 21-O, en la que pocos actos electorales del PP no tuvieron delante de sí una manifestación de personas “estafadas” por las participaciones preferentes de las antiguas cajas, la constitución del Parlamento de la IX Legislatura no fue una excepción. Más de una hora antes del inicio de la sesión un nutrido grupo de manifestantes se concentraba ya ante la Cámara, vigilados de cerca por el notable número de agentes antidisturbios que protegían el edificio, rodeado por vallados metálicos.
Junto a los afectados por las preferentes se concentraron diputados del BNG como Ana Pontón y Carlos Aymerich y a ellos se acercó la comitiva de AGE, cuyos diputados franquearon los vallados en medio del desconcierto policial. “No somos afectados, somos estafados” o “no faltan dinero, sobran ladrones” fueron algunas de las consignas que fue posible escuchar, en la lejanía, desde los pasillos del Pazo del Hórreo a lo largo de toda la sesión. El Parlamento, proclamaban, debe “representar al pueblo” y por eso reclamaban entrar para exponer sus reivindicaciones, a las que también se unía el rechazo a los desahucios.