Lo primero que hace la cineasta Bette Gordon (Estados Unidos, 1950) antes de comenzar la entrevista es mostrar su gran preocupación por lo que está sucediendo en la Universidad de Columbia, donde ella ejerce como profesora en la Escuela de Artes, con la represión policial a los estudiantes que se manifiestan contra la guerra en Gaza. Gordon –referente del cine experimental en Estados Unidos y pionera de la realización de películas con enfoque feminista en los años 80– ve en estas protestas similitudes y diferencias con lo que sucedió en los años 60 en su país, cuando una generación luchó contra la guerra de Vietnam y las mentiras del Gobierno estadounidense de la época.
La realizadora visita por segunda vez Galicia para asistir al festival Play-Doc de Tui (Pontevedra), esta vez como miembro del jurado internacional del evento, que celebra su XX edición y se ha consolidado como una de las mejores citas del cine documental en España. Gordon ve con mucha preocupación la posibilidad de que Donald Trump vuelva a ser presidente de su país el próximo otoño y confiesa ser incapaz de entender un fenómeno que lleva a millones de compatriotas a estar “hipnotizados” por una persona que es “incapaz de articular ideas”.
¿Cómo cree que sería volver a filmar hoy en día filmes que usted realizó en los años 80, como Variety o United States of America? ¿Serían películas parecidas o muy distintas a las originales?
No lo sé. Cuando hice Variety mucha gente me vino después a preguntar por qué no hacía una segunda parte, pero yo creo que cada cosa tiene su momento único para hacerla. Cada film que hago responde a algo que siento en un momento concreto. Cuando hice United States of America con el artista James Benning no había un plan, no había un guion y el film se fue construyendo a medida que se hacía. Todo responde a cómo veo el mundo en el momento en el que algo se está haciendo. No me gustan los remakes, por ejemplo. No los veo nada originales. Precisamente, James Benning hizo un remake de United States of America durante la pandemia y lo hizo igualmente viajando en auto por todo el país y filmando, pero aún no he visto ese trabajo, aunque un día lo veré. Para mí hacer un remake de algo es triste.
Antes, para experimentar algo tenías que ir a los lugares y vivir la experiencia, pero hoy en día todo se hace a distancia, la gente no va a ningún lado. Está siempre pendiente de los teléfonos y eso me parece muy aburrido. En teoría la tecnología puede servir también para unir a las personas, pero al final nunca están juntas; solo se unen virtualmente. Ha habido movimientos importantes como Occupy Wall Street o Black Lives Matter que sirvieron para galvanizar a la gente y hacer que la gente saliese a la calle y no estuviese solo pendiente de sus teléfonos. Ojala haya más movimientos así.
Estados Unidos va a afrontar una encrucijada con las elecciones a finales de año y parece que la posibilidad de que Trump vuelva a ser presidente es muy real. ¿Qué cree que puede pasar en el país si esto finalmente sucede?
Vivo con miedo a que eso pueda suceder, y como yo hay mucha gente, claro. No es solo el hecho de que sea un líder de ultraderecha, es que su capacidad de hablar es muy reducida y es incapaz de articular ideas, lo que hace es repetir constantemente eslóganes. ¿Qué nos dice esto de la gente que lo sigue? Nadie es capaz de explicar este fenómeno. No hay forma de dialogar con una gran parte del país. Es como si estuviesen hipnotizados o perteneciesen a una secta. Me preocupa mucho lo que puede suceder con la gente joven. Nuestra generación creció con las imágenes de la guerra de Vietnam y eso movilizó a la gente y decidimos que no íbamos a admitir las explicaciones del Gobierno y protestamos en las calles contra aquella guerra. También pasó después en Irak y ahora pasa con las manifestaciones en las universidades contra la guerra en Gaza porque los estudiantes se sienten traicionados por el Gobierno y saben que Estados Unidos sigue apoyando a Israel.
Estoy muy preocupada por lo que está sucediendo con los derechos de las mujeres en Estados Unidos porque están en riesgo los que han conseguido en los últimos años. Sucede con el tema del aborto en algunos estados, como Arizona, Texas o Tennessee, donde están muriendo mujeres por no poder ser atendidas por médicos. La única esperanza que nos queda es que la gente joven se levante y vaya contra los republicanos porque, si Trump vuelve a ganar, habrá una ley federal que impida a las mujeres tener control sobre sus cuerpos. Nos convertiríamos en algo como lo que describe Margaret Atwood en El cuento de la criada. Esa es la narrativa republicana porque el discurso de Trump no es político, es sobre el poder y por eso es muy peligroso. La única solución es que la gente vote a Biden aunque no esté al cien por ciento de acuerdo con él y también que los jóvenes se levanten como hicimos nosotros contra la guerra de Vietnam. Amigos míos murieron por luchar contra eso y no podemos rendirnos ahora, tenemos que luchar contra lo que está pasando. Si Trump vuelve a ganar, me iré del país porque vivir aquí sería una pesadilla, aunque aún no sé a dónde iría. Espero que la gente se dé cuenta que hay que evitar un desastre y votar por la opción menos mala aunque no te convenza del todo.
¿Cómo analiza lo que está sucediendo ahora en las universidades estadounidenses con las protestas contra la guerra en Gaza? ¿Puede ser un signo de esperanza entre los jóvenes frente a todos los problemas de los que nos ha hablado?
Es duro para mí hablar de esto. Por una parte, yo creo en el poder de las voces y de las manifestaciones, sin embargo, la mayor parte de los estudiantes en Columbia protestaban sobre todo por el hecho de que los impuestos de Estados Unidos sirvan para financiar una guerra en la que mueren mujeres y niños, y luego había otro pequeño grupo que instalaron tiendas de campaña y organizaban debates sobre lo que estaba pasando. Ellos gritaban consignas con las que los otros estudiantes seguramente no estaban de acuerdo. Se puede decir que había dos tipos de protesta al mismo tiempo. Y la verdad es que no había nada de violencia allí, la gente veía las tiendas de campaña y sabía que era contra la guerra en Gaza. La facultad y los profesores apoyamos esa libertad de expresión porque creemos que el debate y el desacuerdo es bueno mientras no haya violencia. Parte de los estudiantes empezaron a sentirse inseguros con la situación que se había creado, aunque no había violencia.
Hay que tener en cuenta que hablamos de universidades privadas que funcionan como corporaciones y a ellos no les gusta demasiado el debate y el desacuerdo. En cambio, yo y muchos profesores pensamos que eso es bueno para que los estudiantes puedan aprender. Lo que sucedió es que a las inmediaciones del campus empezó a llegar todo tipo de gente para unirse a la protesta y los medios de comunicación mostraban a esas personas gritando y protestando, no mostraban lo que sucedía en el interior del campus. Los medios enseñan lo que les interesa y no lo que realmente ocurría dentro de la universidad. Es otra consecuencia del capitalismo en el que vivimos. Lo que está pasando ahora explica en buena manera lo que ha pasado con Trump en Estados Unidos. Es un problema sobre todo de falta de educación y de no debatir sobre las ideas.