Fue una de las cifras más observadas a lo largo de la jornada electoral del 21 de octubre e incluso una de las más cuestionadas a posteriori. La abstención, no sólo entendida en sentido estricto -personas que no fueron a votar- sino también extendida a quien sí votó pero no lo hizo por partido ninguno o bien por la candidatura denominada Escaños en blanco (EB) es una de las principales preocupaciones de las fuerzas políticas que intentaron, sin éxito, minimizarla durante la campaña. Así y todo las cifras son elocuentes y atendiendo a los resultados provisionales de los comicios es posible afirmar que una cifra próxima a la mitad del cuerpo electoral opta, por acción u omisión, por no decidir directamente la composición del Parlamento de Galicia.
Con el voto emigrante aún sin cuantificar -en este censo la abstención es muy alta por la implantación del voto rogado- los registros oficiales muestran que acudió a las urnas el 63,80% del electorado y que, por lo tanto, no lo hizo el 36,20%. Pero este dato, ya preocupante por sí solo, es aún más revelador si es analizado junto a otros: los de los votos blancos y nulos y los de los sufragios que fueron a parar al dicho partido Escaños en blanco, que tenía cómo única y llamativa propuesta la de no ocupar los escaños que pudieran lograr para así protestar contra el actual sistema político. EB obtuvo 17.116 votos que suponen el 1,19% del total. Si a estos se añaden los 38.410 votos en blanco y los 37.472 nulos da como resultado 92.998 personas que participaron activamente en el proceso sin optar por ninguna opción de representación real.
En este contexto, esos más de 90.000 votos suponen ya una virtual quinta fuerza política del Parlamento que, si pudiera ver traducido su apoyo electoral en la Cámara, estaría al borde de lograr el grupo parlamentario propio -cinco escaños-. Al tiempo, estos votos sumados a la bolsa de electorado propiamente abstencionista, cifrado por la Xunta en 832.678 personas, suponen que 925.676 personas decidieron, por motivos diversos, no apoyar a ningún partido o coalición electoral.
La difícil interpretación de la abstención
Pero, ¿qué significan estos números? ¿Son la traducción electoral de la desafección política que muestran las encuestas? ¿Se trata de una mezcla de descontento y dejadez hacia la cosa pública? Sea como fuere, lo cierto es que a lo largo de la campaña electoral todas las fuerzas políticas intentaron, en mayor o menor medida, espantar el fantasma de la abstención. Así, por ejemplo, desde el PSdeG su candidato apelaba a las personas descontentas por los recortes para advertir de que “un país no se cambia llorando, se cambia votando” e instarlas a convertir las papeletas electorales en la “mejor pancarta”.
Por su parte, el BNG animaba a “concentrar” el voto en sus candidaturas como mejor muestra de rechazo a los recortes del PP. Por su parte, Alternativa Gallega de Izquierda formuló como principal reto electoral movilizar el voto que había decidido quedarse en la abstención, “activar el electorado desencantado”.
También el PP apeló durante la campaña electoral a la participación, si bien no tan directamente al votante potencialmente descontento. Sí lo hizo a posteriori por boca del propio Alberto Núñez Feijóo. Sin mención ninguna a los más de 130.000 votos que los conservadores se dejaron por el camino el 21-O, el actual presidente en funciones aprovechaba la junta directiva de su partido para animar sus diputados y diputadas a representar el conjunto del país, especialmente “a los ciudadanos que sufren esta crisis” y “también a los que no fueron a votar”. “Los que decidieron no participar mandaron un mensaje” que el PP, asegura, sabe “interpretar” porque tiene el apoyo de la “mayoría social” y también porque es “galleguista”, dado que “la mayoría de los gallegos nos votan”. Por su parte PSdeG y BNG intentan buscar entre los abstencionistas parte de las causas de sus respectivos descensos. La incógnita y el abanico de interpretaciones parece seguir abierto.