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Feijóo y el mago Houdini
El circo de la política española está a punto de ofrecer un nuevo espectáculo que parece sacado de los mejores tiempos del famoso mago Houdini, el mayor escapista de todos los tiempos.
Si las encuestas no se equivocan o la oposición no es capaz de darle la vuelta, dentro de dos semanas, Alberto Núñez Feijóo emergerá de nuevo desde el Noroeste como la gran esperanza blanca de la derecha española.
Las crónicas madrileñas y las gallegas más afines a la Xunta hablan del líder que salvó a Galicia del coronavirus; del político moderado y centrista, alejado del Casado de los Cayetanos y azote de Vox que gobierna una comunidad feliz en la que nunca pasa nada.
Es evidente que Feijóo es uno de los políticos más hábiles del panorama nacional, pero su imagen y la de su gestión forman parte del realismo mágico que tanto nos gusta a los gallegos y que el presidente de la Xunta se va labrando gracias al férreo control mediático, como saben bien los compañeros de Defende a Galega, que llevan 110 viernes vistiéndose de luto.
Hasta el ministro Ábalos ha elogiado la labor de la Xunta ante la pandemia y está claro que, comparado con lo de Ayuso, Feijóo ha manejado sin grandes tropiezos una gestión que se podría haber complicado mucho por el gran envejecimiento de la población en Galicia y por la deficitaria situación de la sanidad gallega.
Pero lo cierto es que, por fortuna, Galicia ha superado mejor que otras comunidades la primera oleada de la COVID porque fue una de las zonas más beneficiadas por el estado de alarma y la prohibición de desplazamientos a mediados de marzo cuando el virus apenas había llegado al noroeste español. El confinamiento evitó males mayores y todos lo celebramos.
Pero una vez más, Feijóo ha aprovechado la circunstancia para presentarse como el campeón de la salud cuando Galicia sufre desde hace años un grave proceso de desmantelamiento de la sanidad pública reduciendo camas, médicos e inversión.
Y así, por arte de magia, parecen haberse olvidado las tres huelgas sanitarias que se vivieron todavía el año pasado en atención primaria; en donde los médicos tienen que atender a 50 o 60 pacientes al día. Se ha olvidado también la dimisión en cadena de más de 20 jefes de los centros de salud de Vigo, las listas de espera de meses para que te vea un especialista o el porcentaje de eventuales entre el personal sanitario que llega en algún hospital al 65%, como han denunciado los profesionales este fin de semana.
Y lo más sorprendente se está pasando por alto. El mayor hospital de Galicia, el Álvaro Cunqueiro de Vigo, es en la práctica un hospital privado, gestionado económicamente por un consorcio de empresas, incluido un fondo de inversión de Luxemburgo, que lo que quieren en ganar dinero. Eso sí, la gerencia y los médicos son del Servizo Galego de Saúde que paga un canon millonario por usar las instalaciones. Ríete tu del modelo Alzira y de Esperanza Aguirre.
Feijóo privatiza sin que se note mientras refuerza en Madrid su imagen de líder dialogante alejado de la crispación, capaz, eso sí, de elogiar al gobierno de Sánchez y acusarle de ocultar los muertos reales de la pandemia en la misma frase.
En esto Feijóo también ha conseguido hacer otro gran juego de manos, haciendo que se olvide al dirigente político que lideraba la oposición al gobierno de Touriño y Quintana. Y es que Feijóo no ha sido siempre presidente de la Xunta.
Frente a aquel bipartito, encabezó una oposición sin cuartel, permitiendo el juego sucio con ataques personales en los que llegaron a acusar a Touriño de tendencia enfermiza por el lujo y a Quintana de corrupto. “La crispación no tiene sustento social”, dijo hace unos días. Salvo cuando me conviene, pudo añadir.
Feijóo se presenta también como el antídoto contra Vox, pero habría que ver que hacía si el 12 de julio, necesitara un escaño de la extrema-derecha para seguir gobernando: ¿sería Merkel o sería Ayuso? Como no parece que vaya a ocurrir, nos quedaremos con la duda.
Imitar los trucos del maestro Houdini no ha sido nunca fácil; un mago hindú llamado Mandrake murió el año pasado en el intento. Se ahogó. De momento Feijóo parece tener varias vidas políticas y el telón está a punto de levantarse de nuevo. La función va a comenzar.
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