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La revolución de existir: sobre una fotografía de Colita

6 de enero de 2024 22:16 h

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“Manifestación gay, Barcelona, 1977”. Bajo este título sucinto, descriptivo, se recoge en el catálogo del Museo Reina Sofía el retrato que Colita realizó de la primera manifestación LGTB+ en el Estado español. En la imagen, en primer plano, aparecen los cuerpos, la disidencia hecha carne: en los gestos y la indumentaria aquel hippy setentero que me cuesta asociar a nuestra historia, pero que sucedió también aquí, en esos años grises de la Transición. Detrás de las manos en alto dibujando el símbolo de la paz, una pancarta: “Nosaltres no tenim por, nosaltres som!”. Un año después —se cumplieron 45 el pasado 26 de diciembre—, se aprobaría por mayoría en el Congreso de los Diputados la reforma de varios puntos de la Ley de Peligrosidad Social, heredera directa de la temida Ley de Vagos y Maleantes, donde se recogía que “serán declarados en estado peligroso, y se les aplicarán las correspondientes medidas de seguridad y rehabilitación, los que realicen actos de homosexualidad”.

Sin embargo, esta es solo una fecha, un relato breve, una imagen intensa, une estallido público entre tanto silencio impuesto. Observando con detenimiento la fotografía, en cambio, uno puede sentir que una manifestación como la de Barcelona en el 77 es caudal de muchas aguas, río de muchos hilos, tejido: infinitas vidas obligadas a someterse hasta 1978 a terapias de reconversión y al internamiento en centros psiquiátricos o prisiones, víctimas y testigos del miedo y la violencia más crueles; pero también, estoy seguro, habría en ese grito coral por la libertad historias luminosas de amor y amistad difíciles de rescatar hoy, pasos adelante, sonrisas. Toda esa esperanza en una única instantánea. Gracias, Colita.

Por supuesto, no todo cambió de repente en 1978. La Ley de Peligrosidad Social seguiría vigente hasta 1995 y la de Escándalo Público serviría a las autoridades para perseguir y castigar al colectivo hasta su modificación en 1983 y su derogación en 1989. Con todo, se imponía la vida y en 1978 el periódico El Pueblo Gallego titulaba “Primera fiesta gay en Galicia”. Fue en Samil. En 1979, A Nosa Terra traía en portada: “Nen menos, nen máis, homosexuais”. Y en 1981 tendría lugar en A Coruña el histórico simpa de trescientas personas en la cafetería Manhattan Plaza en protesta por la expulsión de una pareja homosexual. Lean A defunción dos sexos de Daniela Ferrández para saber más y sentir orgullo.

Hoy he pasado el día con Álex. Me llamó guapo nada más llegar a la estación de tren y me hizo sonreír: “No soy yo, es el abrigo”. Tomamos vermú en una cafetería del centro, comimos pasta fresca —“un plan de lujo en Nueva York”, dijo— y contamos los días que faltan para que se marche de nuevo. Durante la sobremesa, le conté que necesitaba escribir sobre la fotografía de Colita y que a veces siento que todo esto carece de sentido: tanto artículo sobre la clase asalariada y los derechos LGTB+, sobre la desmemoria y la mercantilización. Uno tras otro, semana tras semana. Él, como buen fact checker, corrió a apuntarme que en España los crímenes de odio siguen aumentando año tras año pese a que, como se destacaba hace unos meses desde este mismo medio, sigamos en un contexto de infradenuncia: se estima que solo se conocen el 20% de los ataques. Casi siempre vemos las cara de la moneda y rara vez su canto.

Ahora, repaso aquí mis notas: todo ese lío de leyes y reformas, los hitos de gente anónima, los esfuerzo por no ser borradxs. Casi cinco décadas después, siento que nuestro logro continúa siendo existir. Esa era mi gran esperanza pasase lo que pasase en las elecciones generales de julio: que ya podrían negarnos, que ocupamos demasiado espacio y no estamos dispuestxs a renunciar a tanta vida, a tanto aire nuevo conquistado con dolor y valentía respiración tras respiración, cuerpo tras cuerpo. Pero ellos siguen intentando que desaparezcamos, lo van a intentar siempre y desde todas partes: Ayuso y sus recortes en materia de derechos LGTB+ —incluida la memoria histórica—, el nombramiento de Isabel García como directora del Instituto de las Mujeres —“las mujeres trans no existen”, “dictadura queer” —, o los ademanes ridículos de Ortega Smith y su pánico ante los hombres que lloran y no se asustan. La reprobación está bien, pero es inútil.

Afortunadamente, nos tenemos las unas a las otras y podemos volver todavía sobre las imágenes de Colita. Paseo cogido del brazo de Álex por la ciudad mientras hablamos de todo esto. Reímos, nos fijamos en algún chico y se nos hace de noche. Seguramente hayamos aparecido nosotros también en la foto distraída de algún turista. Agarrados, sosteniéndonos. Todo lo que hoy hacemos aquí, existiendo, podría ser importante para alguien algún día. En un segundo plano, al lado de un monumento. “Nosaltres no tenim por, nosaltres som!”.

“Manifestación gay, Barcelona, 1977”. Bajo este título sucinto, descriptivo, se recoge en el catálogo del Museo Reina Sofía el retrato que Colita realizó de la primera manifestación LGTB+ en el Estado español. En la imagen, en primer plano, aparecen los cuerpos, la disidencia hecha carne: en los gestos y la indumentaria aquel hippy setentero que me cuesta asociar a nuestra historia, pero que sucedió también aquí, en esos años grises de la Transición. Detrás de las manos en alto dibujando el símbolo de la paz, una pancarta: “Nosaltres no tenim por, nosaltres som!”. Un año después —se cumplieron 45 el pasado 26 de diciembre—, se aprobaría por mayoría en el Congreso de los Diputados la reforma de varios puntos de la Ley de Peligrosidad Social, heredera directa de la temida Ley de Vagos y Maleantes, donde se recogía que “serán declarados en estado peligroso, y se les aplicarán las correspondientes medidas de seguridad y rehabilitación, los que realicen actos de homosexualidad”.

Sin embargo, esta es solo una fecha, un relato breve, una imagen intensa, une estallido público entre tanto silencio impuesto. Observando con detenimiento la fotografía, en cambio, uno puede sentir que una manifestación como la de Barcelona en el 77 es caudal de muchas aguas, río de muchos hilos, tejido: infinitas vidas obligadas a someterse hasta 1978 a terapias de reconversión y al internamiento en centros psiquiátricos o prisiones, víctimas y testigos del miedo y la violencia más crueles; pero también, estoy seguro, habría en ese grito coral por la libertad historias luminosas de amor y amistad difíciles de rescatar hoy, pasos adelante, sonrisas. Toda esa esperanza en una única instantánea. Gracias, Colita.