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La valiente belleza de los 'Poemas realistas' de Daniel Salgado
“La belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes”, escribió con valentía refulgente Olga Novo. He ahí un pasquín que funda un tiempo nuevo, pensé cuando vi esa refulgente libélula desprenderse de la muda de ninfa y volar con todas las jaulas detrás.
Esa libélula, esa belleza valiente que refiere Olga Novo, podría posar hoy, contra toda adversidad en un lugar indómito llamado Poemas realistas. Escribir siempre compromete, pero la nueva obra de Daniel Salgado va más allá del compromiso. Franz Kakfa preguntó, nos preguntó: “¿Cómo podrás gozar del mundo si no es refugiándote en él?”. Esa es la posición donde gozan, es decir, “trabajan y luchan” los Poemas realistas. Porque el refugio, la realidad, es un lugar a salvar. Es como nombrar de nuevo con una luz extraña, natural y entrañable, los añicos de los sueños, los mapas fracasados, y las cicatrices del lenguaje. En el despojo virtual, ese retrofuturismo, la cuestión es donde posan los pies del mundo.
Así, en el titulado “Celso”, se dice: “Como los pies del mundo posan en tu país / y calculan la disposición de las horas, el eterno combate del poema contra la erosión”. Esta larga escritura que culmina el libro quedará como una de las lúcidas y conmovedoras declaraciones de una “presencia común”, el rescate poético y contemporáneo de lo que Walter Benjamin formuló a la manera de viga moral para sostener el cielo: “Existe un acuerdo secreto entre las generaciones pasadas y la nuestra”. He ahí, en Poemas realistas, las claves del “acuerdo secreto”. La conciencia como un ser poético, con las manos urdidoras de belleza, libertad y verdad. Ese “acuerdo secreto” no es una herencia al uso. Es un lugar de encuentro: “Un hilo rojo nos cose a los que fueron antes que nosotros”.
Más allá del compromiso, sí.
Poemas realistas se constituye todo él como un territorio de des-extinción, incluso en los sorprendentes detalles liminares. Así, la cita inicial de In morte del realismo, de Pier Paolo Pasolini: “(…) el impuro Realismo / marcado con la sangre partisana / y las pasiones de los marxistas”. Así, la dedicatoria: “Los Poemas realistas están dedicados a Xosé Luís Méndez Ferrín y a René Char y son, finalmente, para Naima, Celso e Irene”. Así, el colofón: “Poemas realistas salió de la imprenta en noviembre de 2024, ciento setenta y nueve años después de la Situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels, y nueve después de Deserto, de María do Cebreiro”. O ese minúsculo y simpático lepisma tipográfico injertado en los créditos: “Siguiendo las huellas de la primera edición de Das Kapital de Carl Marx que vio la luz en Hamburgo en 1867, se emplearon en la cubierta caracteres Craw Clarendon para el título y caracteres Bodoni para el nombre del autor”.
Ese trabajo de des-extinción, de rescate, no tiene nada de nostalgia acrítica. Hay una saudade paradójica que puede percibirse como tristeza. Lo que hay de tristeza puede entenderse como una especie de honesto activismo de la fragilidad. A la manera que cuenta Mary Oliver en La escritura indómita: “Cuando era joven me atraía la tristeza. Me parecía interesante. Me parecía una energía que me conduciría a alguna parte (…) Y ahora entiendo que solo me entristecen unas pocas cosas, pero constantemente”.
En los Poemas realistas de Daniel Salgado hay ese estado de cosas que entristece constantemente. Las “pocas” cosas que aplastan la vida de la mayoría, de las personas y la naturaleza, como la violencia de los “intercambios desesperados” que impone la minoría gran propietaria. Ese estado de cosas en el que “la economía de mercado” ocupó todo como “sociedad de mercado”. La gran expropiación que afecta también al sentido de las palabras. Por eso, la poesía, con su fragilidad, es una fuerte resistencia.
El rescate y des-extinción del lenguaje se da en Poemas realistas como un sutil contrapunto a la tristeza y por medio de la ironía. La puesta en valor poética de conceptos y expresiones que parecían oxidados, descarrilados o que habían sido descabezados. Porque también hay una fosa común para las palabras.
Así, la poesía como un “medio de producción”. ¿Y qué produce? “Saber de la belleza más allá de lo que digan manuales y paisajes de consenso”.
Saber de la belleza, sí. De la valiente belleza.
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