Este blog es el espacio de opinión y reflexión de elDiario.es en Galicia.
El veraneante pelma
En pocos sitios de Europa parece mejor traído y necesario el lema que defiende eldiario.es: periodismo a pesar de todo. En el país en el que nunca pasa nada y, si pasa, ya se ocupa la Xunta de firmar el convenio para que no pase, el periodismo es un trabajo complicado, pero alguien tiene que hacerlo. Le irá mejor que bien al −dicho siempre con cariño y con respeto- acomodado mercado mediático gallego un poco de competencia y algo más de pluralismo. Necesitamos como el respirar medios que sean valientes cuando informan del Gobierno, no sólo cuando hablan de la oposición.
Pero no todo iban a ser buenas noticias a un mes de las elecciones gallegas, donde vuelve a estar en juego quien gobierna como no lo estaba desde hace tiempo. La llegada de la edición gallega de eldiario.es, seguro que recibida en Montepío con la austeridad que siempre ha demostrado O noso Alberto frente a la libertad de prensa y la información crítica y exigente con su administración, se suma a otras novedades políticas no tan reconfortantes llegadas con la campaña.
Seguro que usted, amigo lector, como yo, tiene grabado en la memoria uno de los recuerdos más sufridos del verano: el veraneante pelma; ese visitante que se pegaba el primer día de las vacaciones y ya no había manera de sacárselo de encima mientras metía a tus padres de compromiso en compromiso y daba que hablar en el pueblo. El veraneante pelma siempre era el primero en la cola de la sardinada popular o de la queimada, acaparando víveres como si hubiera venido un apocalipsis zombi, metiéndose en medio de la procesión para hacer una foto, preguntando a grito pelado en plena ofrenda qué santo era aquel, hablándoles a los abuelos como si hubieran venido de Marte, contando que en Madrid solo cenaban un yogur mientras se forra a pulpo y percebes. En la casa no veíamos el día de que se fuese y dejar de andar dando explicaciones a los vecinos o aguantándoles las caralladas sobre cómo pronunciaba azadón, muiñeira o repunante.
No estamos en verano, pero estamos en campaña y O Noso Alberto tiene su propio veraneante pelma: se llama Pablo Casado. En una campaña diseñada por los populares gallegos para mantener el oligopolio del centro derecha con un discurso teñido de centralidad, moderación y galleguismo en pequeñas dosis, cada vez que desembarca Pablo Casado o alguien del PP de Madrid es como cuando aquel veraneante te dejaba en evidencia en las fiestas arramplando con todo lo que hay gratis, desde queso a sardinas. En una estrategia diseñada para matar de pura indiferencia a Ciudadanos y Vox, la dirección nacional popular se ha convertido en el principal ariete y aliado de los naranjas y de la derecha ultra, que existen en la campaña gallega gracias a que Pablo Casado aún habla de ellos. Y la campaña, como aquellos veranos, se va a hacer muy larga con semejante compañía.
En pocos sitios de Europa parece mejor traído y necesario el lema que defiende eldiario.es: periodismo a pesar de todo. En el país en el que nunca pasa nada y, si pasa, ya se ocupa la Xunta de firmar el convenio para que no pase, el periodismo es un trabajo complicado, pero alguien tiene que hacerlo. Le irá mejor que bien al −dicho siempre con cariño y con respeto- acomodado mercado mediático gallego un poco de competencia y algo más de pluralismo. Necesitamos como el respirar medios que sean valientes cuando informan del Gobierno, no sólo cuando hablan de la oposición.
Pero no todo iban a ser buenas noticias a un mes de las elecciones gallegas, donde vuelve a estar en juego quien gobierna como no lo estaba desde hace tiempo. La llegada de la edición gallega de eldiario.es, seguro que recibida en Montepío con la austeridad que siempre ha demostrado O noso Alberto frente a la libertad de prensa y la información crítica y exigente con su administración, se suma a otras novedades políticas no tan reconfortantes llegadas con la campaña.