“No me consta”. Con esta frase, tan de moda en los últimos días, Francisco Álvarez Cascos echó balones fuera ante la mayoría de las preguntas que respondió este martes en el juicio sobre la catástrofe del Prestige que se celebra en A Coruña. El que fuera ministro de Fomento durante el siniestro declaró como testigo y atribuyó todas las decisiones tomadas con respecto al buque “a los técnicos”, aclarando que todas ellas fueron “las más correctas e idóneas en base a la información” de la que se disponía en aquel momento. “Sería una temeridad por mi parte dar recomendaciones técnicas”, aclaró, tras defender que se hubiese ido de cacería durante la crisis.
“Otras decisiones habrían sido mucho más graves. No hay quien defienda que con otras decisiones se hubiese evitado la contaminación; los daños que provocó el fuel eran inevitables”, aseguró Cascos en respuesta a las preguntas del abogado de Nunca Máis, al que negó que conociera la consigna del ex director general de la Marina Mercante, José Luis López Sors, de alejar el petrolero en alta mar tras asegurar que no recordaba cuándo se decidió ese alejamiento. También negó que él ordenase enviarlo “al quinto pino”, tal y como se le atribuyó. Además, rechazó que se optase por resguardar el petrolero en el abrigo de alguna ría o puerto. “No conozco ningún muelle voluntario para acoger el petrolero; esa alternativa no existió nunca”, aclaró.
El que fue ministro con el Gobierno de Aznar dejó claro que él ni tan siquiera estaba “informado” constantemente sobre las decisiones que se tomaban en medio de la catástrofe, aunque sí “del criterio general”. Álvarez Cascos insistió una y otra vez en que se aplicaron “los protocolos marítimos” basados en la legislación y que se siguió el Plan Nacional de Contingencia, pero negó que las decisiones no fueran las idóneas, sino todo lo contrario, y a pesar de que muchos abogados pusieron en entredicho que se siguieran los planes previstos por las administraciones marítimas y de salvamento.
Para el ex miembro del Gobierno central, la culpa de la catástrofe medioambiental provocada por el buque fue únicamente del Prestige y de sus propias condiciones, “ni tan siquiera de las condiciones de navegación”. “De las mojaduras no tienen culpa los paraguas, sino el agua”, manifestó Cascos, que aludió al “afán desmedido de lucro” de las empresas vinculadas al petrolero como principal culpable del siniestro. “No me imagino al jefe de los bomberos de Nueva York sentado en un tribunal por no haber impedido la caída de las Torres Gemelas”, llegó a manifestar el ex ministro, que se atribuyó el papel de víctima y negó cualquier responsabilidad en la gestión del Ejecutivo. “Será muy difícil demostrar que no fue culpa del barco”, advirtió.
“La Administración española actuó para paliar los riesgos de la catástrofe”, añadió. Además, recordó que nada de lo ocurrido habría pasado si se hubiesen seguido las recomendaciones del Gobierno español años antes, cuando reclamó ante las autoridades marítimas que los barcos con más de 23 años (como el Prestige) no pudieran navegar. “Durante años, tan sólo este buque tuvo problemas frente a Fisterra”, insistió, aunque un letrado le recordó que compañías como Repsol también cuentan con flota antigua.
Por otra parte, Cascos reconoció que continuó “manteniendo alguna” de sus “actividades de ocio”, como la conocida cacería del 17 de noviembre de 2002, durante los fines de semana en las que ocurrió la catástrofe. “El Ministerio funciona 24 horas y no creí que tuviera que ser un organismo nómada ni trashumante”, se defendió. “Estaba perfectamente informado; si tuviera conciencia de que habría sido útil estar en Galicia, hubiese estado aquí”, insistió tras recordar que sí estuvo presente en otras catástrofes como la de Biescas.