Dos décadas después de su lanzamiento, y tras gastar ya la Xunta en su construcción unos 300 millones de euros, el triple de lo previsto inicialmente, la Cidade da Cultura, el proyecto faraónico que Manuel Fraga definió como su “sueño”, diseñado por el arquitecto Peter Eisenman, sigue sin haber definido por completo su contenido. Esta semana, tras años de bandazos e indefiniciones de los sucesivos gobiernos gallegos, Alberto Núñez Feijóo ha anunciado dos novedades. Por una parte, y a pesar de prometer en 2013 no seguir construyendo el complejo, ahora levantará en él un nuevo edificio de oficinas para las universidades gallegas por unos 17 millones de euros. Al mismo tiempo, cederá uno de los principales espacios del complejo a la multinacional Indra para que instale un centro de tecnologías socio-sanitarias en el mismo edificio en el que ya conviven áreas de coworking con dependencias administrativas.
Cien millones de euros era lo que el Gobierno gallego presidido entonces por Manuel Fraga preveía gastar en la Cidade da Cultura de Galicia cuando, en 1999, inició la planificación de un complejo impulsado al calor de otros grandes proyectos urbanístico-culturales como el museo Guggenheim de Bilbao o la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia. El proyecto comandado por el entonces consejero de Cultura, Jesús Pérez Varela, echó a andar sin muchos más contenidos definidos que los nombres de los edificios e iba a estar terminado en el entorno del año 2005. No obstante, cuando el Consello de Contas examinó el estado del proyecto a la altura del año 2004 detectó desviaciones temporales de más de media década y un sobrecoste medio próximo al 200% que en algunas áreas de las obras llegaba a aproximarse al 500%.
Aunque se refería al 2004, aquel demoledor informe de fiscalización no vio la luz hasta 2007, cuando en Galicia ya gobernaba el ejecutivo de coalición de PSdeG y BNG, inmerso en un proceso de “redefinición” de lo que buena parte de la izquierda gallega había dado en calificar como “mausoleo” de Fraga, una vez descartado paralizar para siempre las obras. Aquel informe aseguraba que la Administración gallega “había abdicado de sus responsabilidades en la gestión prudente y planificada de los fondos públicos” en un marco de “indefinición general del proyecto” y descontrol de contratos y gastos.
La fiscalización de Contas dio lugar a una comisión de investigación parlamentaria que se convirtió en un escaparate de irregularidades. Desde el suministro de una piedra procedente de la cantera de un alcalde del PP que fue insuficiente y obligó a importar material de Brasil hasta la colocación como director económico de la Fundación Cidade da Cultura de un cuñado de Mariano Rajoy que no fue capaz de aclarar cómo había conseguido llegar al puesto. Las sospechas políticas, de sindicatos como la CIG, del Tribunal de Cuentas e incluso de la Policía llegaron a los tribunales por varias vías, si bien las últimas diligencias quedaron archivadas en el año 2010 con la constatación de irregularidades, pero sin apreciar delitos.
Una década de cambios
De manera paralela a las pesquisas sobre las irregularidades en la concepción y contratación del edificio tuvieron lugar las sucesivas redefiniciones del proyecto y múltiples propuestas de contenidos más o menos concretos para los distintos edificios. Así, la reflexión promovida por el Gobierno bipartito había replanteado el Teatro de la Música y el Edificio de Nuevas Tecnologías había pasado a ser un Centro de Arte Internacional. Tras el retorno del PP al poder en el año 2009, el nuevo Ejecutivo frenó en buena medida los cambios de la antigua Consellería de Cultura y abrió los primeros edificios en el año 2011. Un año después, en 2012, la Xunta presentó un plan estratégico para definir los contenidos y el futuro del complejo, documento que el Gobierno gallego aseguró que había elaborado durante dos años, pero que que contenía párrafos plagiados. En aquel año, además, el PP reprochó a PSdeG y BNG que no hubiesen “parado” la construcción del complejo.
Con ese plan supuestamente en vigor fue cuando en febrero de 2013, como por arte de magia, el PP apoyó en el Parlamento de Galicia una moción del BNG que pedía la “paralización definitiva de los dos edificios pendientes de construir”, el Teatro y el Centro de Arte, cuya finalización consumiría otros 170 millones de euros a mayores de los 300 que ya se habían gastado hasta entonces. Un año después el Gobierno gallego rescindió el contrato “de mutuo acuerdo” con las empresas a las que le había adjudicado su construcción, Acciona, Copasa y OHL, que supuestamente renunciaron a ser indemnizadas por unos contratos que les habían sido adjudicados en 2005 por el gobierno de Fraga (con Feijóo como vicepresidente y consejero) en funciones tras haber perdido las elecciones autonómicas de aquel año.
Mientras esto sucedía la Cidade da Cultura comenzó a acoger una programación estable de actividades culturales, muchas de ellas alejadas de la línea habitual de actuación de la propia Xunta por su tono y contenidos y financiadas en buena medida por la opaca Fundación Gaiás. Ciclos como Atardecer no Gaiás o Nexos y actividades puntuales como A Cidade Imaxinaria dieron al complejo sus primeras imágenes de afluencia numerosa de público, en muchos casos en espacios del exterior de los propios edificios. Una de las incógnitas que abre la nueva jornada tecnológica del Gaiás anunciada por Feijóo es la manera en que podrán convivir, por ejemplo, actividades universitarias o de investigación con conciertos y otras actividades en los grandes espacios abiertos del recinto.
Situación de los edificios
La Cidade da Cultura pensada por Eisenman iba a tener seis grandes edificios, de los que dos, el Teatro y el Centro de Arte, no se llegaron a hacer. Esta es la situación actual del complejo:
Teatro: Cuando se paralizó en 2013 ya se habían levantado algunas estructuras que ahora serán empleadas para construir un edificio de oficinas para las universidades gallegas y otros organismos de nueva creación (de cuyo diseño y adecuación al proyecto de Eisenman nada se sabe) que Feijóo ha valorado en 17 millones de euros. El presidente justificó, sin enseñar ningún documento o proyecto, que hacer ese nuevo edificio en otro sitio costaría 30 millones mientras que derribar las estructuras ya levantas del inacabado Teatro costaría 7 millones. Otra parte del espacio que iba a ocupar el Teatro es un gran hueco en el que la Xunta está construyendo un auditorio al aire libre por 1,8 millones de euros.
Centro de Arte: También paralizado en 2013 cuando no se había ejecutado más que el hueco para los cimientos. Ese espacio fue convertido en lago artificial y ajardinado.
Museo: Es el único edificio terminado cuyo uso actual se corresponde de alguna manera con el previsto inicialmente, pero no cuenta con colección permanente sino que por él van pasando sucesivas exposiciones temporales. El proyecto del edificio, según certificó una sentencia, tenía “errores” y “carecía de la necesaria definición”, lo que implicó sobrecostes.
Biblioteca y Archivo de Galicia: Inicialmente estaba previsto un edificio para la Biblioteca y otro para el Archivo, pero la reformulación de espacios hizo que este último se integrara en el primer edificio.
Centro de Emprendimiento: El que iba a ser el edificio del Archivo está hoy destinado a incubadoras de empresas y espacios de coworking con actividades no en todos los casos relacionadas con el mundo cultural. También tiene allí su sede la Axencia Galega das Industrias Culturais (Agadic). Dentro de ese mismo volumen, pero con un acceso diferenciado y con un emplazamiento privilegiado hacia la plaza central del complejo, está la Sala Eisenman, un amplio espacio acristalado que durante varios años albergó una muestra explicativa sobre el proceso de diseño y construcción de la propia Cidade da Cultura, con maquetas de la misma ahora trasladadas al Museo. Esa Sala Eisenman va a ser ahora cedida a la multinacional Indra para que instale allí un centro de tecnologías socio-sanitarias.
Centro de Innovación: El edificio que iba a albergar los servicios centrales administrativos del complejo cultural acabó siendo en su mayoría un espacio sobrante que acoge hoy los sistemas informáticos centrales de la Xunta.
Bosque del Gaiás: El entorno de los edificios de la Cidade da Cultura está siendo urbanizado y ajardinado en sucesivas fases de cuya falta de planificación económica da cuenta una modificación presupuestaria a la que tuvo que recurrir el Gobierno gallego el año pasado para dedicar a ese cometido dinero que inicialmente iba destinado a repoblaciones forestales.