Ciudad de la Selva fue el nombre dado a un conjunto de campamentos guerrilleros que entre 1941 y 1946 funcionó en la comarca ourensana de Valdeorras, en las proximidades de Casaio, cerca de la frontera con León. Se calcula que en el momento de mayor actividad (justo antes de su caída a manos de la Guardia Civil) esta red llegó a acoger más de un centenar de combatientes antifranquistas y se dice que en alguno de esos campamentos podía verse izada la bandera republicana.
Autores como Hertmut Heine, Secundino Serrano o Carlos Reigosa documentaron la existencia de esta Ciudad de la Selva y las memorias de guerrilleros como Mario Morán, Malvavisco o El Inca recogieron esta denominación, que también figura en documentos oficiales de la Federación de Guerrillas de León-Galicia. Sin embargo, hasta ahora no se había llevado a cabo en estos campamentos un trabajo arqueológico en profundidad. Desde hace años el proyecto de investigación Sputnik Labrego, que cuenta con financiación del CSIC y de la Xunta y con el apoyo de la Comunidad de Montes de Casaio, trabaja sobre el terreno profundizando en el conocimiento que tenemos sobre esta red de asentamientos guerrilleros que sirvieron para que el maquis pasara de ser un mosaico de pequeños grupos a un intento de ejército organizado.
Hasta ahora el proyecto ha permitido ahondar en aspectos como la vida cotidiana de los guerrilleros, el papel de la mujer en la guerrilla o la organización de las partidas distribuidas por estos montes. Según la investigación realizada por el equipo, “el origen campesino de la mayoría de los guerrilleros queda testimoniada por el tipo de arquitecturas utilizadas para sus refugios, que trasladan perfectamente las tradicionales formas de construcción del entorno”. En paralelo, Sputnik Labrego está trabajando en Casaio en la investigación sobre las minas de wolframio gestionadas por los nazis. Además, durante sus trabajos sobre los restos de los campamentos el equipo encontró pinturas rupestres de 5.000 años de antigüedad en una cueva que había servido de refugio a guerrilleros antifranquistas.
Durante toda esta semana, coincidiendo con las fiestas de Casaio, el equipo llevará a cabo una actividad de puesta en común de los hallados realizados hasta el momento, y que en los próximos meses serán también analizados por expertos de varias universidades. Así, hasta este viernes mostrarán en la escuela de localidad el material encontrado, en unas jornadas de puertas abiertas que buscan que el vecindario del lugar sea partícipe de la investigación. El horario para las visitas será de 10 a 14 horas y de 16 a 20 horas. Estos avances podrán ser consultados igualmente en la página de Facebook del proyecto. Hablamos con Carlos Tejerizo, uno de los coordinadores de la intervención.
¿Qué objetivos tiene esta jornada de puertas abiertas?
No es solo una actividad de divulgación, sino también de investigación, porque lo que vamos a hacer es analizar los objetos que encontramos en las excavaciones. Queremos siempre trabajar mano a mano con las comunidades locales de los lugares en los que investigamos. En primer lugar, porque es su patrimonio y es muy bueno que participen en las tareas científicas, en la documentación, en la limpieza y en el inventariado de los materiales. Y, además, porque para nosotros su participación constituye una ayuda muy importante, pues el contexto con el que trabajamos allí es muy reciente, por lo que hay muchos objetos que la gente reconoce y de los que puede hablarnos.
¿La aportación del vecindario es importante, por lo tanto?
Sí, mucho. Por ejemplo, el año pasado teníamos un objeto alargado de metal y no sabíamos lo que era, y fue un paisano quien nos dijo que era un paraguas que se usaba en los años 30, que era igual al que usaba su abuelo. Para nosotros es una forma de contacto con la gente, una oportunidad para dialogar y para poder aprender nosotros y, por supuesto, para mostrar el resultado de las excavaciones.
Es una política que ya practicamos el año pasado y que fue muy exitosa. Tuvimos mucha participación de la gente, que nos contó muchas cosas. Para nosotros fue una sorpresa porque hablamos de un período muy próximo, en el que se mezclan las historias personales. Pero la recepción fue espectacular y la gente entendió muy bien que la historia es necesario conocerla. Además del trabajo arqueológico, también hacemos muchas entrevistas y la acogida fue muy buena.
Lleváis dos años trabajando en Casaio. ¿Cómo valoráis los hallazgos que habéis realizado hasta el momento?
Empezamos a trabajar en Casaio hace algo más de dos años, en junio de 2017. Nuestro grupo trabaja, de forma más amplia, en el estudio de la arqueología de las sociedades campesinas, en sus resistencias a lo largo del tiempo. Y dentro de ese proyecto, había especial interés por trabajar sobre la historia de la guerrilla antifranquista en el noroeste, porque fue un proceso especialmente intenso en las sociedades campesinas en esta región.
A partir de otras investigaciones ya realizadas, como la que dirigió Xurxo Ayán en Repil, en la que yo participé directamente, el objetivo era analizar arqueológicamente y antropológicamente lo que fue la guerrilla antifranquista en la Ciudad de la Selva. Los trabajos han sido hasta ahora muy fructíferos y tenemos muchísimos objetos relacionados con la guerrilla antifranquista, sobre todo con la Federación de Guerrillas, pero no solo, ya que profundizamos mucho en la actividad de los grupos guerrilleros más locales.
¿Era poco lo que sabíamos hasta ahora sobre la Ciudad de la Selva?Ciudad de la Selva
Se conocía por la documentación, se tenían algunas referencias, pero no sabíamos qué significaba en términos materiales y en la construcción de la memoria local. Comenzamos el trabajo poco a poco, gracias a la memoria local y a la memoria de los pastores que conocieron de primera mano los hechos. Gracias a eso pudimos dar con un gran número de campamentos guerrilleros. De momento tenemos registrados 18, aunque puede haber alguno más. Para dar con ellos nos encontramos con las dificultades de la transformación del paisaje y con los propios obstáculos geográficos, pues los guerrilleros se preocupaban de tenerlos bien escondidos. Una vez que localizamos los campamentos, entendimos que ya podíamos dar el paso a las excavaciones arqueológicas, que comenzamos el año pasado.
¿Qué sabéis sobre la Ciudad de la Selva que desconocíais hasta ahora?Ciudad de la Selva
Avanzamos sobre todo en el conocimiento de la vida cotidiana de los guerrilleros. Tenemos en cabeza la imagen de los guerrilleros como seres heroicos, mezclados con la naturaleza, y lo que conocemos sobre todo son los hechos militares, pero no tanto cómo vivían en los campamentos o las relaciones que establecían con los vecinos en la comarca. Estos guerrilleros, que llegaron a ser más de 100, estuvieron cinco años en estos montes de Casaio, fueron muchos días de moverse por esta zona.
Hace unos meses en uno de los lugares centrales de la articulación de la Federación de Guerrillas, en un valle llamado As Morteiras, encontramos lo que fue la última comida de esta guerrilla, que tomaron poco antes de ser atacados por la Guardia Civil en el año 1946. Y lo que sabemos es que tomaron un guiso de cordero. Es muy interesante, porque lo que encontramos pone en relación la actividad guerrillera con las comunidades locales y los enlaces, que permitían sobrevivir a los guerrilleros. Encontramos también un revólver reutilizado de finales del siglo XIX, lo que indica la necesidad que tenían de reciclar, de utilizar todo el armamento que tenían a mano.
Esta semana se conmemora el 80 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. ¿De qué forma se relaciona la actividad de los guerrilleros con lo que estaba sucediendo en el resto de Europa? Sobre todo en esos últimos años, en los que la derrota de los nazis abría una ventana de esperanza para los combatientes antifranquistas...
Este es el interés de estudiar la otra parte de la guerra, la económica, a través de las minas de wolframio en Casaio. La comarca se convirtió en un punto muy importante en el contexto de la Segunda Guerra Mundial por la presencia de este mineral. Y, por supuesto, la historia de la guerrilla no puede separarse de la historia del wolframio, pues los guerrilleros también utilizaban las redes del wolfram para financiarse y para contactar con los mineros. Es imposible estudiar y entender la Ciudad de la Selva sin contextualizalo con los que estaba pasando a nivel mundial.
Además, los momentos de más actividad de la guerrilla coinciden con los últimos años de la guerra. Las guerrillas celebraban congresos para organizarse o dirimir diferencias ideológicas, encuentros que se realizaban precisamente en la Ciudad de la Selva. Y durante uno de esos congresos fue cuando la Guardia Civil atacó, en un momento en el que la guerrilla intentaba volver a articularse, una vez que Alemania había perdido la guerra y con la expectativa de que esto tuviera consecuencias para el régimen franquista.
¿Cuáles son los próximos pasos para la investigación?
Tenemos mucho trabajo por delante. Queremos hacer una campaña arqueológica más, con el objetivo de profundizar en las diferencias sociológicas que podía haber en la Ciudad de la Selva. Son muchos campamentos, pero algunos pertenecían a la Federación de Guerrillas, otros pertenecían a grupos guerrilleros más locales, otros a grupos de fuxidos, es decir, vecinos que habían tenido que escapar al monte.
En cuanto a la mina de wolframio de Casaio, lo que queremos es que se proteja, que se aprueben figuras de protección patrimonial. Una cantera de pizarra colapsó en el 2010 y arrasó parte de esta mina y no queremos que esto se repita, perdiéndose todo lo que la mina esconde. Queremos trabajar sobre el contexto de la guerra del wolframio para proteger paisajes que son únicos en la historia del noroeste peninsular.