El pasado diciembre Martiño Noriega dimitía como coordinador nacional de Anova, puesto considerado como número dos' de la formación que encabeza Xosé Manuel Beiras. El paso atrás del también alcalde de Teo era seguido por más dimisiones y alguna que otra baja en la organización. Esquemáticamente, estas renuncias eran interpretadas como el resultado del choque entre las dos almas de Anova, la que apuesta por afianzar el proyecto de Alternativa Galega de Esquerda (AGE) y las alianzas con la “izquierda federal”, comenzando por Izquierda Unida, y la partidaria de tender puentes sólo hacia otras organizaciones gallegas. Este conflicto, salpicado de ciertos problemas y fricciones en el trabajo diario, daba lugar a una batalla interna en la que parecían ir por delante los partidarios y partidarias de la segunda opción, con dirigentes como Mario López Rico o Luis Eyré cómo algunos de los rostros más visibles. Así fue hasta la pasada semana.
El domingo la militancia de Anova estaba llamada a una cita con las urnas que todas y todos observaban como trascendental. Se decidía la fórmula para concurrir a las elecciones europeas, lo que era sinónimo de observar con números cuál de las dos almas era la mayoritaria. Las opciones a escoger eran aceptar la invitación de IU,“una coalición con fuerzas políticas de la izquierda nacionalista de las naciones sin estado y/o plataformas cívico-políticas de izquierda y rupturistas” o no participar en los comicios. Finalmente, la alternativa elegida fue la primera, apoyada por 380 militantes, solo 11 más que quienes optaron por la segunda. Salía así adelante la opción defendida por el sector que ve necesario el crecimiento de AGE y también a apuesta que públicamente eligió el portavoz nacional, Xosé Manuel Beiras, pero no así gran parte del resto de la dirección.
El triunfo de la opción “federalista” abría un escenario incierto. No en vano, la tesis considerada oficialista consideraba que acudir de nuevo a las urnas con Izquierda Unida era “incompatible con el proyecto estratégico” de Anova, constituía la “vía más alejada de los principios y modelo organizativo del partido-movimiento” e impedía la “consolidación de Anova como organización”. Por el contrario, los defensores y defensoras de la opción ganadora se reafirmaban en que “reeditar AGE” permite que “el nacionalismo gallego sea un actor más fuerte”. “Saltar de O Padornelo a los Pirineos sin tratar de condicionar los procesos de la izquierda federal no parece lo más inteligente y no ha dado hasta ahora demasiados réditos al soberanismo gallego”, argumentaban. “Lo más responsable es tomar partido, estableciendo alianzas con otras izquierdas de fuera de Galicia, estatales y europeas”, abundaban.
Estas dos posiciones, la que ganó y la que perdió el referéndum, llegaron a la sesión de la Permanente de la organización, este lunes en Compostela. Allí, después de acordar “felicitar a todas las compañeras y compañeros por un trabajo interno exitoso para la celebración de un impecable referéndum, ejemplo de cómo se deben tomar las decisiones importantes en una organización democrática”, se formalizaron las dimisiones de diez de los miembros de este órgano directivo, formado por 19 personas. Luis Eyré, Carlos Méixome, Paula Vázquez Verao, Mario López Rico, Concepción Trigo, la diputada Consuelo Martínez, Antonio Araújo, Xosé Manuel Pérez Sardiña, Mónica Fernández y Laura Ogando presentaban la “dimisión irrevocable” porque consideraron “la decisión tomada” como un “error estratégico y político”.
Una vez decidido el rumbo a tomar y mientras los partidarios de la coalición con IU apostaban por que la decisión fuese asumida por el conjunto de la organización, las personas dimisionarias explican que no se sienten “con ánimo” para realizar “como es debido” la tarea encomendada por el resultado de la votación. Así las cosas, explican, marchan “por lealtad la Anova” y para que el guión sea “ejecutado por aquellas personas que, creyendo en la voluntad del acuerdo, puedan hacerlo mejor”.